domingo, febrero 24, 2008

El ser híbrido

híbrido, da.
(Del lat. hybrĭda).

1. adj. Dicho de un animal o de un vegetal: Procreado por dos individuos de distinta especie. U. t. c. s.

2. adj. Biol. Dicho de un individuo: Cuyos padres son genéticamente distintos con respecto a un mismo carácter.

3. adj. Se dice de todo lo que es producto de elementos de distinta naturaleza.


El ser híbrido no es de nadie. Tiene la sangre mestiza. Ningún color lo identifica como suyo. El ser híbrido es dulcemente marginado. Con buenas formas se le aparta. El ser híbrido, sin embargo, es fuerte y sirve de apoyo y columna a seres puros. Pero el ser híbrido tiene corazón, aunque los demás no lo sepan, se entristece cada vez que nota gestos de rechazo sutiles. El ser híbrido también llora, pero no lo ha visto nadie hacerlo. Ni siquiera se imaginan que sus ojos tengan lágrimas. El ser híbrido, a veces, quiere hablar y decir lo que siente, pero luego calla y piensa que es mejor que todo fluya mostrando su verdadera naturaleza. El ser híbrido es para todos y no es de nadie, pues nadie lo hace suyo. El ser híbrido es, en definitiva, aceptado por otros seres híbridos.

v.m.j.a.
(30 enero 2008)

miércoles, febrero 13, 2008

Un día cualquiera

Estaba trabajando con el portátil en el salón. Mi hermano entró hablando por teléfono.

- Sí, entonces, ¿vienes para acá? ¿Sí? Venga, vale.

Colgó. Tenía los ojos llorosos.

- Enrique, échame una mano, que no sé si puedo controlar la situación.

- Sí, claro, dime

- A mamá ya no le responden las pupilas. Eso quiere decir que está entrando en la última fase.

- ¿Y papá?

- Acabo de hablar con él, está en la calle. Viene ahora.

- ¿Hay alguien en la habitación?

- Sí, está Manolo.

Fui a avisar a mi abuelo. Estaba en el baño.

- ¿Abuelo? ¿Estás ahí?

- Sí, un momento.

Fui a la habitación. Manolo estaba sentado junto a mi madre, cogiéndole la mano. Ella tenía la mirada perdida. Fui a buscar de nuevo a mi abuelo.

- Abuelo, sal.

- ¡Ya voy, un momento!

Salí al balcón. Mi padre estaba llegando. Entré a decírselo a Javi. Mi abuelo estaba ahora en la cocina.

- Abuelo, que mamá ya se está muriendo.

Me miró sin comprender. Volví a la habitación. Javi, Manolo y mi padre rodeaban la cama. Mi madre estaba sentada, apoyada en unos cojines. Su cabeza ladeaba a la derecha, los ojos mostrando sorpresa, la mirada vacía. Respiraba con la boca muy abierta, haciendo ruido, con dificultad. Y muy lentamente. Estuvimos un minuto en silencio. Digo un minuto porque mi sensación fue que pasó todo muy rápido, pero pudieron haber pasado segundos, varios minutos o media hora. Mi abuelo salió de la habitación. Tras un instante fui a buscarle. Estaba en su cama, llorando.

- Abuelo, ¿estás bien?

- ¡Ve con tu madre!

Así que volví a la habitación. Tras otro rato de espera, mi madre comenzó a boquear. Los estertores de la muerte, le dicen. Unos instantes más, y se quedó inmóvil. Javier se acercó, le tomó el pulso y le inspeccionó las pupilas. 'Creo que ya está', dijo, dirigiéndose a mi padre. Éste se acercó y le tomó el pulso a su vez. Luego se echó a llorar y le cerró los ojos. Es lo bueno de tener un médico en la familia. No tienes que ir al hospital, te traen las medicinas a casa y cuando se muere tu madre ellos pueden certificar la muerte. Así no hay extraños.

Nos acercamos uno a uno y le dimos un beso. Mi padre dijo que iba a la funeraria. Yo dije que iba también. Manolo y Javi se organizaron para vestir a mi madre. Eran las 12'15h.

Al cruzar San Francisco nos encontramos con el amigo de mi padre, el de la funeraria.

- Hombre, mira qué casualidad, precisamente iba a buscarte... Mi mujer acaba de fallecer.

Tuvimos mucha suerte porque no sabíamos si iba a estar, pues era sábado por la mañana. Fuimos a su oficina y elegimos el ataúd y la esquela. Queríamos incinerarla, así que arreglamos también los detalles del funeral (al día siguiente en la capilla del tanatorio, ya que San Juan Bautista estaba de obras) y del traslado al cementerio. Aproveché para llamar a mi tía Ana.

- Hola Enrique, estamos en el campo, por eso he tardado en cogerlo.

- No te preocupes, no pasa nada.

- Dime.

- Que, mi madre, se ha muerto hace un rato.

Hubo un silencio al otro lado de la línea. Supongo que no por esperado el golpe es menos duro.

- Lo siento mucho.

- Ya lo sé, muchas gracias.

- ¿Queréis que vaya para allá a prepararla? Se lo puedo decir a Isabel, que seguro que también quiere venir.

A mi tía se le quebraba la voz por momentos.

- No, no hace falta, gracias, yo estoy con mi padre en la funeraria y Manolo y Javi se están encargando de vestirla.

- Pero es muy duro, y os podemos ayudar.

- No, de verdad. Preferimos hacerlo nosotros, y que no haya nadie más.

- Sí, claro, claro, mejor. Así tenéis más intimidad.

- Te quería decir, ¿el sacerdote ése que vino antes a casa...?

Nos perdimos en detalles del funeral. Ana dijo que iba a ir avisando a la gente. Yo le dije que no viniera nadie a casa, que los mandara a todos directamente al tanatorio.

Al terminar volvimos a casa. Por el camino nos encontramos con otro amigo de mi padre.

- ¡Hola Manolo! ¿Qué tal todo? ¿Cómo está tu mujer?

- Pues, tengo malas noticias, lamentablemente acaba de fallecer...

No pudo seguir. Se le saltaban las lágrimas. Es normal, mi padre quiere mucho a mi madre. La quería mucho. Bueno, la quiere.

Subimos a casa. Mis hermanos ya habían vestido a mi madre. Estaba muy guapa, como siempre. Le habían puesto los zapatos nuevos, unos que le habían comprado sus amigas hace poco, un pantalón negro, una blusa blanca y su rebeca beige. En la cocina andaban Manolo y mi abuelo, haciendo algo de comer. Les expliqué los detalles. Mi abuelo no decía nada. Sobre las 14,30h vendrían los de la funeraria. Al día siguiente, a las 12, se oficiaría la misa, y luego iríamos al cementerio a incinerarla. Así que comimos los cinco, sin hablar demasiado. No habíamos terminado aún cuando vinieron a por mi madre. El ataúd no cabía por el pasillo, así que entramos con el sudario en la habitación, la envolvimos y la sacamos a la entrada. Y luego se la llevaron.

El asilo

Huele a rosas marchitas,
en jarros de aguas ya sucias,
aguardando con resignación desesperada
su destino.
Se oyen himnos victoriosos,
de viejas glorias ,
añejos y cantados con la desentonación
de bocas desdentadas,
acompasado por el ruido sordo
de pies arrastrados hacia la nada.
Se ve la tristeza,
habitando en el silencio de paredes blancas,
y en cada rincón dolorida,
se encoje el alma,
evaporándose en las lágrimas del olvido.

v.m.j.a.
16/06/2000

sábado, febrero 02, 2008

Una bossa suena y ella llora en su interior

La chica más guapa del lugar enmascara en su sonrisa forzada una maraña de pensamientos y sentimientos enfrentados. Quizás no quiere que se note su incomodidad pero por los puros poros de su piel transpira que no se encuentra bien. Y él, en su papel de galán trasnochado se pavonea con sus amigos. Ella le mira, pero su mirada guarda un tristeza profunda. Una tristeza real. Mientras una bossa suena, y los músicos son los primeros en disfrutar de su propia música. Ella no oye, no quiere oir. Tan solo pretende salir huyendo del rincón en el que se encuentra situada, a paraisos artificiales, y por supuesto, lejos de la presencia de quien tanto la angustia. Ahora miro su perfecto perfil y veo el cruel contraste de tristeza y belleza.
En estos momentos posan para mi. Es la primera vez que me siento como un pintor de vidas ajenas.
Veo una historia que desde luego no acabará bien. Pero tranquilos, en todas estas cosas suelo, felizmente, equivocarme.

v.m.j.a.
dic 2006