lunes, enero 27, 2014

5 años de vícaro: Historias de viajes

Fecha original de publicación: 7 de abril del 2008
Autor: ricardo
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El otro día estuve hablando con un amigo que viaja mucho. Me contaba que en uno de sus viajes había pasado por un país cuya religión está muy basada en el sexo. El sexo desde el punto de vista de creación de vida y de dar placer.

En este país existía el matrimonio, pero no llevaba asociada ninguna exclusividad sexual. La fidelidad no sólo no era exigida, sino que era vista como una aberración y un "pecado" porque el deber de toda persona es dar y recibir placer de otros/as.

Lo más curioso que me contó es que conoció en un bar a un tipo al que le había dejado su mujer porque durante un año no había tenido relaciones sexuales con nadie más que con ella.

lunes, enero 20, 2014

5 años de vícaro: Un día cualquiera

Fecha original de publicación: 13 de febrero del 2008
Autor: didgewind
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Estaba trabajando con el portátil en el salón. Mi hermano entró hablando por teléfono.

- Sí, entonces, ¿vienes para acá? ¿Sí? Venga, vale.

Colgó. Tenía los ojos llorosos.

- Enrique, échame una mano, que no sé si puedo controlar la situación.

- Sí, claro, dime.

- A mamá ya no le responden las pupilas. Eso quiere decir que está entrando en la última fase.

- ¿Y papá?

- Acabo de hablar con él, está en la calle. Viene ahora.

- ¿Hay alguien en la habitación?

- Sí, está Manolo.

Fui a avisar a mi abuelo. Estaba en el baño.

- ¿Abuelo? ¿Estás ahí?

- Sí, un momento.

Fui a la habitación. Manolo estaba sentado junto a mi madre, cogiéndole la mano. Ella tenía la mirada perdida. Fui a buscar de nuevo a mi abuelo.

- Abuelo, sal.

- ¡Ya voy, un momento!

Salí al balcón. Mi padre estaba llegando. Entré a decírselo a Javi. Mi abuelo estaba ahora en la cocina.

- Abuelo, que mamá ya se está muriendo.

Me miró sin comprender. Volví a la habitación. Javi, Manolo y mi padre rodeaban la cama. Mi madre estaba sentada, apoyada en unos cojines. Su cabeza ladeaba a la derecha, los ojos mostrando sorpresa, la mirada vacía. Respiraba con la boca muy abierta, haciendo ruido, con dificultad. Y muy lentamente. Estuvimos un minuto en silencio. Digo un minuto porque mi sensación fue que pasó todo muy rápido, pero pudieron haber pasado segundos, varios minutos o media hora. Mi abuelo salió de la habitación. Tras un instante fui a buscarle. Estaba en su cama, llorando.

- Abuelo, ¿estás bien?

- ¡Ve con tu madre!

Así que volví a la habitación. Tras otro rato de espera, mi madre comenzó a boquear. Los estertores de la muerte, le dicen. Unos instantes más, y se quedó inmóvil. Javier se acercó, le tomó el pulso y le inspeccionó las pupilas. 'Creo que ya está', dijo, dirigiéndose a mi padre. Éste se acercó y le tomó el pulso a su vez. Luego se echó a llorar y le cerró los ojos. Es lo bueno de tener un médico en la familia. No tienes que ir al hospital, te traen las medicinas a casa y cuando se muere tu madre ellos pueden certificar la muerte. Así no hay extraños.

Nos acercamos uno a uno y le dimos un beso. Mi padre dijo que iba a la funeraria. Yo dije que iba también. Manolo y Javi se organizaron para vestir a mi madre. Eran las 12'15h.

Al cruzar San Francisco nos encontramos con el amigo de mi padre, el de la funeraria.

- Hombre, mira qué casualidad, precisamente iba a buscarte... Mi mujer acaba de fallecer.

Tuvimos mucha suerte porque no sabíamos si iba a estar, pues era sábado por la mañana. Fuimos a su oficina y elegimos el ataúd y la esquela. Queríamos incinerarla, así que arreglamos también los detalles del funeral (al día siguiente en la capilla del tanatorio, ya que San Juan Bautista estaba de obras) y del traslado al cementerio. Aproveché para llamar a mi tía Ana.

- Hola Enrique, estamos en el campo, por eso he tardado en cogerlo.

- No te preocupes, no pasa nada.

- Dime.

- Que, mi madre, se ha muerto hace un rato.

Hubo un silencio al otro lado de la línea. Supongo que no por esperado el golpe es menos duro.

- Lo siento mucho.

- Ya lo sé, muchas gracias.

- ¿Queréis que vaya para allá a prepararla? Se lo puedo decir a Isabel, que seguro que también quiere venir.

A mi tía se le quebraba la voz por momentos.

- No, no hace falta, gracias, yo estoy con mi padre en la funeraria y Manolo y Javi se están encargando de vestirla.

- Pero es muy duro, y os podemos ayudar.

- No, de verdad. Preferimos hacerlo nosotros, y que no haya nadie más.

- Sí, claro, claro, mejor. Así tenéis más intimidad.

- Te quería decir, ¿el sacerdote ése que vino antes a casa...?

Nos perdimos en detalles del funeral. Ana dijo que iba a ir avisando a la gente. Yo le dije que no viniera nadie a casa, que los mandara a todos directamente al tanatorio.

Al terminar volvimos a casa. Por el camino nos encontramos con otro amigo de mi padre.

- ¡Hola Manolo! ¿Qué tal todo? ¿Cómo está tu mujer?

- Pues, tengo malas noticias, lamentablemente acaba de fallecer...

No pudo seguir. Se le saltaban las lágrimas. Es normal, mi padre quiere mucho a mi madre. La quería mucho. Bueno, la quiere.

Subimos a casa. Mis hermanos ya habían vestido a mi madre. Estaba muy guapa, como siempre. Le habían puesto los zapatos nuevos, unos que le habían comprado sus amigas hace poco, un pantalón negro, una blusa blanca y su rebeca beige. En la cocina andaban Manolo y mi abuelo, haciendo algo de comer. Les expliqué los detalles. Mi abuelo no decía nada. Sobre las 14,30h vendrían los de la funeraria. Al día siguiente, a las 12, se oficiaría la misa, y luego iríamos al cementerio a incinerarla. Así que comimos los cinco, sin hablar demasiado. No habíamos terminado aún cuando vinieron a por mi madre. El ataúd no cabía por el pasillo, así que entramos con el sudario en la habitación, la envolvimos y la sacamos a la entrada. Y luego se la llevaron.

lunes, enero 13, 2014

5 años de vícaro: La sirena

Fecha original de publicación: 7 de diciembre del 2007
Autor: didgewind
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Permanezco despierto, aunque sé que esta noche tampoco vendrá. Mi sirena se encuentra varada en alguna playa lejana, imaginando que la arena bajo su piel es mi piel, las olas que la mecen mi vaivén acunándola en mis brazos y la brisa marina palabras de amor que susurro en sus oídos. Nunca nos hemos encontrado (¿o tal vez sí?) pero yo sé que existe, al igual que yo existo, y que cada lágrima que derramo por cada instante que no paso con ella se convierte en fuego interior que resplandecerá la noche que consumemos nuestro amor. Mientras tanto abrazo la fría almohada pensando en ella y rezo para que el sueño me transporte rápidamente con la esperanza de que el nuevo día nos acerque un poco más.

lunes, enero 06, 2014

5 años de vícaro: Por qué hay un espejo de cuerpo entero en mi habitación

Fecha original de publicación: 19 de noviembre del 2007
Autor: didgewind
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Porque mi último amor verdadero me dijo que, si tuviera un espejo en mi habitación, entonces no se iría nunca.

Al final sí que se fue.

Pero ahora, al menos, tengo un espejo.