Órbitas
Asisto, atónito, al juego de cambios que se está viendo estos días en el diminuto cosmos en el que flotamos. Parece que el que ha estado cerca del poder no quiere perder el calor que le generaba la estrella que orbitaba y busca, apagada ésta, otras que brillen, sin importarle muy bien la procedencia ni el color.
No hay escrúpulos cuando se intenta mantener, a cualquier precio, cierta posición cómoda dentro de este universo cada vez más podrido y lleno de basura. Poco importan los principios y los valores cuando se interpone una nube de intereses personales que eclipsa la mejor de las intenciones.
He visto, con espanto, como en algunos círculos se evita la crítica y la verdad, para no molestar al que está sentado en el trono y para seguir contando con las migajas de una limosna miserable.
La honestidad pasa prendida en la cola de un cometa y muy pocos son capaces de distinguirla en su vuelo rápido y fugaz por un cielo contaminado. Solo me queda el consuelo de que una masa formada por millones de asteroides venga con furia a provocar un nuevo Big-Bang, cada vez más necesario.
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