METAMORFOSIS
Hace algún tiempo, tan lejos y tan cerca, yo era una mariposa que extendía sus hermosas alas al sobrevolar los campos de flores. En uno de mis vuelos divisé, posada en una margarita, una pequeña mariposa macho tan dulce que no pude sino enamorarme de ella, con tal fortuna que ella también se enamoró de mí. Disfrutamos unas primaveras intensas y felices. Durante ese tiempo ví que era todavía muy tímida, que tenía miedo de volar porque apenas se había esforzado en extender sus alas y quiso cupido que me cansara de esperar a que volara, que no supiera decirla que sus alas serían preciosas allá en lo alto del cielo, que no tenía de que avergonzarse, que el miedo es el que se crea uno mismo...La abandoné en mitad de su metamorfosis, en su fase de querer olvidarse de su anterior vida de oruga y echar a volar.
La vida permitió que siguiéramos siendo amigos y pude ver a mi pequeña mariposa empezando a volar, con tenacidad, con ganas de vivir, cada vez llegaba un poco más alto. Ví a mi vez cómo yo, abandonada por la vida, dejándome abandonar con ella, empecé a dejar de tener ganas de volar. Me quedé posada en los cardos y olvidé a qué olían las lilas, las violetas, mis queridas margaritas... Observé a mi pequeña y querida mariposa que seguía firme en querer aprender a volar, sus alas se habían vuelto más brillantes. Y me volvió a atraer el olor que desprendía, así que me acerqué. Pero ahora no quería volar conmigo, quería volar sola y disfrutar de su creciente metamorfosis. Se dedicaba a disfrutar de su vuelo, a ver los campos desde la diferente perspectiva que tenía desde el cielo. Y yo me quedé abajo, lamentándome de que los cardos no huelen a nada, entristeciéndome por el recuerdo de nuestras patitas enlazadas al volar, cuando nos mirábamos a los ojos y su color se mezclaba con el de las flores. Me di cuenta de que ahora no me merecía ni su amor, ni mis alas, a las que estaba dejando perder su brillo.
Llega el verano y estoy decidida a levantar otra vez el vuelo. Por mí bien, porque si tengo alas son para volar y si no vuelo me convertiré otra vez en oruga y me arrastraré por el suelo. Perderé como me merecería el placer de reír al volar. Así que me mudo de este árido campo de cardos al que el sol pronto quemará. Me vuelvo a donde realmente quiero ir, abandono el miedo y la tristeza y vuelvo a la vida, a donde el sol hará brillar otra vez mis alas.
Y cuando vuelvan a brillar, cuando vuelva a reír, a volar más allá de donde mis alas me pueden llevar, entonces, y sólo entonces, si la vida quiere, si nosotros queremos, volveré a buscar a mi pequeña gran mariposa, me posaré con ella en una flor, la cogeré las patitas, la besaré las antenas y la diré que la quiero, que me perdone, que la perdono, que ahora somos dos brillantes mariposas que pueden disfrutar juntas del vuelo. Que cuando se aprende de la vida, que cuando se aprende a quererse a uno mismo, que cuando se aprende a querer a alguien, que cuando se sabe lo que realmente se quiere, entonces, las segundas partes son las mejores.
2 comentarios:
ésa es mi niña. sigue así.
a ver si me aplico el cuento... :o
la vida ayuda a quien se ayuda a si mismo
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