Monicca (II)
(continuación de este relato)
A la mañana siguiente me encontré un mail suyo al abrir el correo. Decía que se había quedado con ganas de hablar conmigo la noche anterior, y que el blog le había gustado mucho. Le respondí que a mí me había pasado lo mismo, pero que quizás era mejor así, porque andaba bastante borracho y casi no podía articular palabra. Pero que ese día ya no lo estaba y que por qué no quedábamos por la tarde. Contestó que le encantaría, pero que tenía un examen el jueves y lo llevaba justo. Pero que después del examen saldría a celebrar que volvía a ser una mujer libre, y que si me apuntaba. Por supuesto, le escribí, e intercambiamos móviles.
El martes lo pasé tranquilo, a la expectativa. El miércoles por la noche le mandé un sms deseándole suerte y que tuviera dulces sueños. Me contestó recordándome nuestra cita del día siguiente. No hacía falta, no se me iba a olvidar.
Quedamos a las 21:30h en El Viajero.
- ¿Dónde quedamos?
- Donde tú quieras.
- Dime tú, que eres de la zona.
- Bueno, pues en... Le di la dirección de mi casa.
- ¿Eso es tu casa? ¡Qué morro tienes!
- A mí me da igual, Monicca, has dicho que donde yo quisiera. ¿Conoces El Viajero?
- Sí.
- Bueno, pues es la misma calle de mi casa. Si quieres quedamos ahí.
Y ahí estaba yo el jueves por la tarde, dejando pasar las horas, minutos y segundos. Me llamó a las nueve y cuarto.
- ¡Hola kike, soy Monicca! Ya estoy aquí, me he adelantado un poco.
- Vale, estupendo, ahora mismo bajo.
Llegué al bar y la busqué con la mirada. No la recordaba muy bien, pero no parecía ninguna de las chicas que había por allí. Subí a la segunda planta y allí estaba, de espaldas, apoyada contra la barra. Puse mi mano en su hombro.
- Hola.
- ¡Hola! ¿Cómo estás?
Nos dimos dos besos. Definitivamente, me gustaba su olor.
- ¿Has esperado mucho?
- La verdad es que un rato, contestó sonriendo.
Tenía una cerveza en la mano.
- ¿Qué estás bebiendo?
- Una clara. ¿Qué quieres tú?
- Un tinto con limón. ¿Quieres sentarte o nos quedamos aquí?
- ¿Tú qué prefieres?
- Aquí se está muy bien, pero si quieres, nos sentamos.
- No, yo también estoy bien de pie.
La camarera trajo mi bebida.
- Bueno, he estado leyendo tu blog, porque claro, me he preguntado, este kike, ¿quién será?, y mirando en el blog he visto que hablas mucho de Sevilla...
La dejé hablar y pude observarla más detenidamente. Era más bonita de lo que pensaba.
- No te recordaba tan guapa.
- ¿Cómo?
- Que el otro día no me fijé en lo guapa que eres. Es que iba algo borracho.
Sonrió, coqueta. Su sonrisa sí que la recordaba.
- ¿Y tú, qué es lo que haces aquí en España?
Me estuvo contando algo de su vida. Que sus padres eran de pueblos cercanos, en Asturias, pero se conocieron en Milán, donde ambos habían emigrado. Que había estudiado algo de químicas en Italia y luego se había ido a vivir a Francia con un novio suyo de allí. Que hacía cuatro años se vino a Madrid con otro novio español, con quien ya no estaba hacía tiempo, pero con quien conservaba una buena amistad.
- ¿Y tú, qué eres?
- Yo, informático.
- ¿Informático? Pues no tienes pinta.
- Me lo tomaré como un cumplido.
Seguimos charlando. Había muy buenas vibraciones, las había habido desde el principio. Yo me perdía a veces, bien en su sonrisa, bien en sus ojos, preciosos, inmensos y atrayentes.
- Perdona, ¿qué me acabas de decir? Es que estoy algo empanado, por el cansancio.
- Se te nota. ¿Estás trabajando mucho?
- Sí, y que hoy me he ido a jugar al fútbol.
Había acabado su cerveza. Le pregunté si quería otra.
- Vale, pero en otro lado. ¿Podemos ir a un sitio algo menos... moderno?
- Por supuesto.
Pedí la cuenta. Todavía me quedaba media copa.
- Bébete eso.
La miré, divertido.
- Es que yo soy muy impulsiva.
Volví a mirarla y apuré el vaso. Dejé que bajara delante mía. Tenía un trasero muy bonito.
Fuimos al Aimak. Nos metimos al fondo.
- Yo me voy a pedir un vino tinto. ¿Quieres tú otro?
- Vale.
- ¿Y algo de comer?
- También.
Pedí dos tintos y dos tostas. Bajamos abajo. Todas las mesas estaban vacías.
- No hay nadie.
- Mejor, así tenemos más intimidad.
Me senté en una mesa. Monicca se sentó enfrente mía.
- Pensé que te ibas a sentar en esta silla, dije mientras me cambiaba para estar a su lado. ¿Cuál de los dos quieres? Uno es de salmón con algo, y el otro es de champiñones... con otra cosa.
- Qué buenos. Me da igual. Éste mismo.
Comimos y bebimos. La conversación seguía su curso.
- ¿Y qué hicísteis el domingo, después del Max?
- Nada, fui con Pedro (Pedro es mi vecino) a un parque a fumarnos un porro, y luego nos fuimos a casa.
- Lástima. Merteuil (la chica que estaba conmigo) y yo nos fuimos a la Asociación. Os iba a decir que os viniérais, pero no hubo oportunidad.
- ¿La asociación de la calle Calatrava?
- No, ésta está en la calle Almendro, también le dicen el Floro. Tienen un bar y sólo puedes entrar si eres socio o vas acompañado de socio. La marquesa y yo lo somos, la verdad es que llegamos bastante borrachos y salimos de allí más borrachos todavía. Fue una noche muy divertida, además, por supuesto, de haberte encontrado.
Sonrió aún más.
- ¿Estás a gusto?
- Sí, mucho.
- La verdad es que cuando hay tanto feeling... porque ya desde el principio, cuando entrasteis al bar y nos miramos, hubo un momento ahí de tensión sexual... increíble.
- Es que me miraste a los ojos... y claro, me entraste dentro y fue como... buff.
- Y luego hiciste el movimiento típico ése que hacéis las tías de apartar la mirada, sonreír y arreglaros el pelo...
- ¡No, eso no fue así!, dijo, riéndose.
- Bueno, da igual. El caso es que ha habido feeling desde el principio. Y eso está de puta madre.
Comenzamos a jugar con nuestras manos. Entrelazamos dedos. Nos acariciamos.
- Me da la impresión de conocerte de antes.
- Probablemente. Igual en otra vida.
- ¿Tú crees que nos hemos conocido en otra vida?
- No lo sé. Pero esto no es normal.
Nos miramos a los ojos. Quedamos en silencio.
- ¿Puedo darte un beso?
- Claro que puedes darme un beso.
Acerqué mis labios a los suyos. Podía sentir su respiración. Me recreé en el momento. Tenía la piel suave, y los labios húmedos. Nos separamos. Besé su mejilla y su mano. Otra pareja se sentó en una mesa cerca.
- Tengo en la cabeza un post que se va a titular algo así como, 'Nunca me han besado'.
- Eso no me lo creo.
- En realidad, va a tratar sobre el hecho de que el primer beso normalmente siempre lo da el chico, la chica es más pasiva y el chico es más agresivo. Y a veces es una putada, porque en mi caso concreto, yo en el fondo soy muy tímido...
Sonrió, divertida.
- ...y ya ves, muchas veces no me atrevo a dar el paso, y como mucho termino pidiendo el beso por temor a que me rechacen. Y eso es muy injusto.
- Pero es que los primeros besos siempre se piden, si no son robados. Anda que no me han robado a mí besos.
- Vale, pero alguna vez (las pocas) me he sentido deseado y es una sensación, de puta madre. ¿Por qué tiene que ser el hombre siempre quien dé el primer paso? Yo no me siento incómodo con el rol activo, pero también me encantaría que este paso del primer beso alguna vez lo dieseis vosotras. Y esto se puede extrapolar también a los distintos papeles que tiene cada sexo en la sociedad, el hombre más activo, agresivo, ocupando puestos determinados de trabajo, y la mujer más pasiva y siempre a la espera.
- Jo, si lo sé te habría besado yo.
- No pasa nada. Puedes besarme ahora.
Seguimos besándonos y acariciándonos. Cada vez me gustaba más esta chica.
- Lo que no me gusta es que me miren mientras beso, dijo, haciendo referencia a la pareja que teníamos al lado.
- Bueno, ya tendremos otra ocasión más íntima. ¿Nos vamos?
Salimos a la calle. Eran las once y media. Lloviznaba ligeramente.
- Te iba a decir, ¿quieres que te lleve a un jardín de dalias que hay aquí al lado? Lo acaban de inaugurar y todavía no he ido.
(Fin de la segunda parte)
2 comentarios:
me sigue gustando la historia :)
estaría bien escribir la historia de un tipo que va escribiendo en un blog el principio de la relación con una chica y sus sentimientos sabiendo que ella va a leerlo :)
un abrazo.
A mi no me gustaria nada que una relación que hubiera tenido con una persona se publicaran en un blog de interet...
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