Tate Modern, London
Queridísima Alicia:
¡Qué bien hiciste al aconsejarme que no dejara de visitar la Tate Modern! La verdad es que hay cosas interesantes, alguna pintura, alguna escultura, arte muy conceptual. En su mayor parte lo vi de pasada, aunque ya te digo que alguna sala resulta muy atractiva. Y te preguntarás entonces, ¿a qué se debe esa euforia? Pues efectivamente, no se debe a la galería en sí, sino a que en ella he conocido a Elisabeth.
Ha sido una gilipollez, como lo son todos estos encuentros fortuitos. Resulta que hay unas escaleras mecánicas para subir y bajar a las distintas plantas. Al ir a subir a la quinta, casi me choco con ella, una chiquita de pelo muy negro corto, algo pálida de piel y ojos verde almendra. ¿Recuerdas a Helga, la alemana del este? Pues es muy parecida, pero Elisabeth es más guapa. Bueno, nos hemos cedido mutuamente el paso, y luego nos hemos separado, pero más tarde hemos coincidido en una de las salas. Ya sabes que los encuentros, en realidad, nunca son fortuitos, y menos si se vuelven a repetir. Así que me he acercado a ella, he sonreído de nuevo, y le he preguntado si era la primera vez que venía al Tate, porque yo andaba algo perdido. Le he debido hacer gracia, porque se ha ofrecido a darme unas vueltas por las distintas plantas que aún me faltaban por visitar y luego nos hemos tomado un té en la cafetería de la planta cuarta (por cierto, unas vistas asombrosas de la catedral de San Pablo). Hemos hablado de cine, música y libros, y por supuesto de sexo. Tanto hemos hablado de esto último que, prácticamente sin dejarme terminar mi segundo té, y después de hacer piececitos por debajo de la mesa, me ha cogido de la mano y me ha llevado a su casa. Su habitación te encantaría. Tiene una cama con un gran espejo en el techo y otro en la pared. Mientras la desnudaba podía ver mis manos recorriendo su espalda y su trasero, así que he aprovechado y le he dado la vuelta, he besado su cuello y, observándome en el espejo, he contemplado cómo mis manos desabotonaban su blusa, acariciando sus senos sobre la tela del sujetador, primero delicadamente y luego amasándolos descaradamente, y la cara de lujuria que ponía. Ha sido una pasada, esta chica no se corta un pelo. Cuando me la estaba chupando, tirado en la cama, podía ver su espalda desnuda y su pelo cayendo sobre mi verga. Y el vibrador entrando y saliendo de ella. La de juego que pueden dar un par de espejos, recuérdame que ponga alguno en casa :). No te cuento más porque lo reservo para cuando nos veamos. Bueno, te voy a contar algo más: tiene una bañera inmensa. No te preocupes, ya le he hablado de ti y está deseando conocerte, ya sea en Madrid o aquí en Londres, y así podremos probar esa bañera los tres juntos. Por supuesto, si te apetece primero podéis jugar todo el rato que queráis las dos solas, y así catas a Elisabeth en toda su esencia. Ya sabes que a mí no me importa mirar.
En resumen, que a partir de ahora voy a seguir al pie de la letra todos tus consejos turísticos, a ver si son tan productivos como éste.
Cuídate,
kikE
P.D.: sigo en época de celo. Debe ser algo coyuntural.
3 comentarios:
¿No llegaste a ver la exposición de Dalí?
Era fascinante. Dalí fue, sin duda alguna, un genio, en mi modesta opinión.
Mi relación con los museos soporta como máximo un par de horas, que en el Tate dan para ver la parte gratuíta. Aparte, no sé si habría mucho más de Dalí de lo que hay en el Reina Sofía.
Lo interesante de la exposición en el Tate es que relacionaban las obras de Dalí con las películas en las que había participado, de modo que podías ver sus obras, bocetos, cartas de buñuel, etc, junto al visionado de las películas en una especie de salas centrales.
Me resultó impresionante. La verdad. Estaba muy bien montado.
Publicar un comentario