El semáforo
Te veo cercana a mi, parada y mirando al frente el muñeco rojo del semáforo. Estamos esperando a cruzar la calle. Es otoño y a esa hora de la mañana aún no ha amanecido. Las luces de las farolas emiten destellos naranjas, iluminándolo todo de forma irreal y onírica. Te miro por el rabillo del ojo, disimuladamente. Me encanta contemplar sin ser visto.
Eres muy hermosa. Tu pelo recogido, informalmente, se levanta por encima de tu cabeza en una graciosa coleta, quedando tu nuca al aire. Ahora me gustaría acercar mis labios a tu cuello desnudo y besarlo muy despacio, desde atrás, terminando en tu garganta y volviendo a empezar en un ciclo infinito, deleitándome en cada milímetro de tan fino terciopelo.
Llevas gafas de marco negro que te favorecen. El color de tus ojos no lo distingo, pero los intuyo negros y profundos, rodeados de unas pestañas largas y erguidas.
En tu mejilla se adivinan unas pecas que delatan la palidez cerámica de tu piel. Tus labios, rosáceos, suaves, hermosos y bien perfilados conmueven intensamente mis anhelos y siento un escalofrío cuando me detengo una décima de segundo en esa parte de tu anatomía facial.
Llevas una carpeta entre los brazos cruzados frente a tu pecho. Tu abrigo claro, hasta las rodillas, poco delata de ti, pero lo prefiero. Así mi imaginación vuela entre cada pliegue de tu ropa. Voy desenvolviéndote, poco a poco, lentamente, como un regalo inesperado...
¡Maldición!
El color verde intenso del semáforo despierta mi letargo con insultante brusquedad y el piar electrónico y artificial, que indica a los invidentes que el paso está abierto, me molesta en sobremanera.
Cruzamos a la vez, y al llegar al otro extremo de la calle te vas hacia la derecha. Yo sigo mi camino, de frente, pero no puedo evitar dirigir una última mirada más hacia ti. Te desvaneces entre un montón de gente y así, de esta forma, te pierdo para siempre sin nunca haberte tenido.
Sigo mi camino y pronto mi mente se entretiene en pensar historias. Te olvido en menos de cinco minutos.
Al final de la calle, un semáforo en rojo detiene mi paso. Miro a mi lado, y allí estás. Alta, rubia, con tu pelo muy cortito y tus ojos tan claros como el agua de un río de la verato ....
v.m.j.a.
nov 2006
4 comentarios:
interesante...
estaré más al loro en los semáforos a partir de ahora.
Siempre sintiendo, imaginando, fantaseando, creando, viviendo el momento...
he leido tu comentario en un blog, que decia que no follas por que no amas, que solo lo haces cuando amas por loq ue follas poco y que deberias amar mas, buen juego de palabras, me ha gustado, espero verte por mi blog... genial blog,. en serio, esta currado
Estimada Petita: Creo que me has confundido con algún compañero de este blog, Vicaro, el cual tiene varios autores.
Publicar un comentario