El Sentido del Humor, Por Encima de Todo
Era sábado por la tarde. Mi madre había muerto por la mañana, en casa, rodeada de sus hijos, su padre y su marido. Luego los preparativos, arreglar el traslado del cuerpo, el velatorio, el sepelio al día siguiente. Mis hermanos en casa vistiéndola, mimándola por última vez, consolando a mi abuelo. Más tarde nos juntamos en casa todos, y mientras preparábamos la comida vinieron a por el cuerpo.
Estábamos comiendo juntos, en silencio. Yo sentado en el sitio en el que siempre se sentaba ella. Era noviembre, y en la mesa estaban las participaciones de la lotería de Navidad que todos los años mandaba la peña de la que soy socio para que las vendiéramos entre los conocidos. Mi hermano observó los tacos.
- ¿Eso qué es, la lotería de la peña de este año?
- Sí, sí, la lotería de la peña.
Y no se lo pensó mucho antes de decir:
- Llévatela esta tarde al velatorio, seguro que la vendes toda. Cuando la ofrezcas, nadie va a atreverse a decirte que no.
Estábamos comiendo juntos, en silencio. Yo sentado en el sitio en el que siempre se sentaba ella. Era noviembre, y en la mesa estaban las participaciones de la lotería de Navidad que todos los años mandaba la peña de la que soy socio para que las vendiéramos entre los conocidos. Mi hermano observó los tacos.
- ¿Eso qué es, la lotería de la peña de este año?
- Sí, sí, la lotería de la peña.
Y no se lo pensó mucho antes de decir:
- Llévatela esta tarde al velatorio, seguro que la vendes toda. Cuando la ofrezcas, nadie va a atreverse a decirte que no.
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