Pasando página
Cuando mi madre murió, bueno, no exactamente cuando murió, sino algo más tarde, mi padre nos dijo a mis hermanos y a mí que eligiéramos algo con lo que quedarnos de entre los colgantes y pulseras que le habían pertenecido. Yo, entre otras cosas, me quedé con un colgante de madera, muy lindo, que si mal no recuerdo le había traído mi hermano Manolo de Brasil. Era un colgante de varias piezas de madera, en listones redondeados que disminuían de tamaño conforme se alejaban del centro. La gente lo veía y me decía que era muy lindo. Incluso escribí un artículo sobre él.
El otro día lo regalé. Como práctica de no apego. Hace aproximadamente un año decidí ser más consecuente y ofrecer cualquier colgante o pulsera que llevara encima, si alguien mostraba algún interés por ello. Ese alguien a veces lo aceptaba como regalo y a veces no. El otro día un amigo me comentó que le gustaba el colgante que llevaba puesto, y se lo di.
Mientras se lo ponía le conté la historia del colgante. Me emocioné. Es difícil ser hombre algunas veces, este condicionamiento de 'Los hombres no expresan sus sentimientos y, por supuesto, no lloran' sigue estando muy presente en mí, así que no lloré desmesuradamente, pero sí que se me humedecieron los ojos. La mujer de mi amigo, en eso las mujeres también nos llevan ventaja, lo notó, y le tradujo a mi amigo la historia del colgante (yo hablando en inglés, ella traduciendo al bahasa). Me emociono ahora que lo escribo en papel.
Creo que también me siento culpable porque no sé hasta qué punto el no apego es el camino a seguir, y a lo mejor estoy traicionando la memoria de mi madre actuando de esta manera. Claro que probablemente este sentimiento de culpabilidad sea un truco del ego para reafirmar su identidad. Whatever.
El caso es que estoy pasando página. Que no significa olvidar a mi madre, creo, sino más bien que afloren mis sentimientos de pena, mirarlos a la cara y darme a mí mismo la oportunidad de aceptarlos.
El otro día lo regalé. Como práctica de no apego. Hace aproximadamente un año decidí ser más consecuente y ofrecer cualquier colgante o pulsera que llevara encima, si alguien mostraba algún interés por ello. Ese alguien a veces lo aceptaba como regalo y a veces no. El otro día un amigo me comentó que le gustaba el colgante que llevaba puesto, y se lo di.
Mientras se lo ponía le conté la historia del colgante. Me emocioné. Es difícil ser hombre algunas veces, este condicionamiento de 'Los hombres no expresan sus sentimientos y, por supuesto, no lloran' sigue estando muy presente en mí, así que no lloré desmesuradamente, pero sí que se me humedecieron los ojos. La mujer de mi amigo, en eso las mujeres también nos llevan ventaja, lo notó, y le tradujo a mi amigo la historia del colgante (yo hablando en inglés, ella traduciendo al bahasa). Me emociono ahora que lo escribo en papel.
Creo que también me siento culpable porque no sé hasta qué punto el no apego es el camino a seguir, y a lo mejor estoy traicionando la memoria de mi madre actuando de esta manera. Claro que probablemente este sentimiento de culpabilidad sea un truco del ego para reafirmar su identidad. Whatever.
El caso es que estoy pasando página. Que no significa olvidar a mi madre, creo, sino más bien que afloren mis sentimientos de pena, mirarlos a la cara y darme a mí mismo la oportunidad de aceptarlos.
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