Verdaderos amigos
Hacía años que no veía a Roberto. Lo encontré por casualidad en un bar de la Plaza Mayor y fue tal la alegría que decidimos tomar unas cañas juntos. Después de un par de horas habíamos evocado todos los acontecimientos pasados. A partir de ahí, vimos que nada en común podíamos contarnos. Comenzamos a aburrirnos. En ese momento resolvimos, muy acertadamente, poner fin a nuestra amistad con la última cerveza. Desde entonces no pasa una semana sin llamarnos para saber el uno del otro.
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