Sublevación
-Estoy harto de oír cuentos -dijo mientras se levantaba de la silla con precipitación.
Sabía
que era el momento de poner las cartas sobre la mesa. Había comenzado a
hablar y ya no podía echarse atrás. Muchas veces imaginó esa situación
y, sin haberlo previsto, surgió en el lugar más inoportuno. Ella lo
contemplaba con asombro.
-Siéntate, por favor -respondió la mujer intentando acariciar sus manos esquivas -, no tienes ni idea de lo que dices.
-Todo
son mentiras –el muchacho elevó el tono de voz mientras la miraba con
los ojos inyectados de odio -, fantasías que te inventas. Te pasas el
día rodeada de libros y sola. ¿Quién eres para contar mi vida?
-Lo
siento, pero tú no existes -respondió la mujer con dulzura -. ¿No te
has enterado de que no eres más que un personaje de uno de mis cuentos? Y
ahora voy a terminar con esta situación ridícula.
Rompió el folio en pedazos e hizo una pelotita que tiró a la papelera.
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