El rocío
Pese a que lo he intentado, no he logrado aún sumergirme en las costumbres andaluzas más arraigadas, a parte del flamenco, que no es patrimonio exclusivo del Sur y que ya lo llevaba yo grabado a fuego en mi piel.
Andalucía tiene muchas cosas interesantes, sin duda, sobre todo la Andalucía Oriental y la mayoría de mis amigos y de las mejores personas que conozco son andaluces, pero andaluces no tópicos, ni típicos. Gente muy normal que actúan como ciudadanos del mundo sin afán localista.
Sin embargo hay otras cosas de Andalucía y de una minoría de andaluces que sobrepasan mi entendimiento. Esa minoría de andaluces presumen de ser los más graciosos, los que mejor saben vivir y desde que se piensan nación se han vuelto incluso más insoportables.
Esos andaluces no me resultan nada graciosos y el problema es que se hacen notar tanto, que uno parece vivir a medio camino entre canis y faralaes, al menos en la zona que Concha Espina denominara Estuaria en su Metal de los Muertos.
Puede que el problema lo tenga yo, que nací en Cáceres, y que en mi árbol genealógico no conozco ningún familiar que no haya nacido a más de 40 km de esta ciudad. Por mis venas corre una sangre demasiado alto-extremeña, y todo el mundo sabe lo necesario que es el mestizaje.
Un cacereño es un ser neutro, ni muy simpático ni muy antipático, un ser discreto y a veces acomplejado, que en ocasiones, no aprecia suficientemente el inmenso valor que tiene ser hijo de tan milenarias piedras. Y claro, tanta neutralidad y discreción chocan violentamente con el modo de ser de una Onuba que a veces obnubila y otras desespera.
Y ahora llega la gran época. Mientras escribo esta entrada, sin ningún ánimo de ofender a ningún/a andaluz/a, insisto que la mayoría son magníficos, en mi pueblo no hacen más que tirar petardos (esta gente tira más cohetes que los valencianos), porque las carretas salen al camino.
Mañana la autopista estará petada. Los bueyes y los volantes de lunares invadirán primero la carretera y después Doñana, y los pobres linces tendrán que esconderse ante tamaña marabunta de ateos enfervorecidos con tocar un "cacho palo" de una virgen no tan guapa.
Mañana los señoritos de pelo rizado y actitud chulesca se subirán a sus caballos y partirán hacia la Aldea mirando desde su montura con desdén, dejando tras ellos un rastro de inmensas cagadas de los equinos, ¡animalitos!.
Calimocho, jamón, whisky,... un macrobotellón de 1 millón de personas. Con una pequeña diferencia, al menos en este macrobotellón hay una virgen.
En fin, que mañana me moriré de asco en el atasco, pero ya he soltado la bilis por adelantado.
Pena me dan, los que realmente vayan a El Rocío por motivos religiosos. Pena me da a mí, que soy cristiana.
Y bueno, también pena por los que van a ver famosos. Que se han quedado sin las más grandes...
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