Momentazo erótico!
Acabo de llegar a mi casa después de dar un paseo por Huelva. Esto de vivir en un pueblo tiene sus ventajas y sus incovenientes. Uno de los inconvenientes es que necesitas coger el coche cada vez que quieres ir a la ciudad, pero no es tan grave, pues el pueblo donde vivo dista sólo 14 km. El caso es que esta tarde me ha dado por ir a ver escaparates a la zona comercial onubense. Por querer ir bien vestida, con mis ajustados pantalones blancos y mi veraniega camisa, no me ha quedado otra que ponerme los zapatos de tacón. Que son muy bonitos y muy adecuados en una sala de torturas.
El caso es que he llegado, de vuelta al pueblo, he metido el coche en el garaje y he tomado el ascensor para subir a casa. Sin embargo, he recordado que esta mañana, cuando estuve tendiendo la ropa, alguien estaba usando mis cuerdas. Probablemente un hombre, por el tipo de ropa colgada que había. Mi vecino de abajo hace poco que se ha mudado, por tanto, he pensado que quizás la ropa era suya. El caso es que en vez de pulsar el botón 2 he pulsado el 1, pese a que mis castigados pies no estaban muy de acuerdo. Al bajar del ascensor he comprobado que había luz en el apartamento y he llamado al timbre una vez. La ventana de la cocina estaba abierta y la música a todo volumen.
Como no me abría he llamado una segunda vez al timbre y desde el interior una voz ha gritado: "¿Quién es?..." Yo he contestado, también gritando, para superponer mi voz al corte de reggeton que ese momento estaba sonando: "¡Soy tu vecina de arriba!". Pensé: "¡Jo!, si en vez de reggeton fuera jazz, parecería la escena de una película de los sesenta, protagonizada por Rock Hudson y Doris Day. Pero era reggeton.
En esto que, finalmente, después de un intervalo de tiempo más o menos largo, mi vecino (un chico joven más bien bajo, delgado y con una cara bastante graciosa) me abre la puerta: "Lo siento me estaba duchando". Una pequeña toalla tapa sus vergüenzas, y descubro que ser repartidor es mejor que cualquier sesión de gimnasio. El torso bien formado y un poco peludo, (menos mal, porque tanta metrosexualidad cansa y se vuelve grimosa). Le pregunto, intentando no sonrojarme: "Perdona, no quería molestarte. ¿Has tendido ropa arriba?" Me responde que no. Me justifico diciéndole: "Es que como eres nuevo en el edificio y la ropa era masculina, pues pensé que quizá era tuya. Pero, no importa, seguiré buscando entre los vecinos nuevos que se hayan mudado". Las tres últimas palabras creo que temblaron un poco en mis labios. Empezaba a sentir ganas de reir. Así que me vuelvo a disculpar y me despido: "Venga, lo siento, hasta luego". Y contesta: "hasta ahora". Me meto en el ascensor, meditando sobre el momento vivido. "He visto a más de un tío en pelotas. No sé de qué me sorprendo." Pienso para mí misma. "¿Por qué se despide diciendo hasta ahora?". Sigo meditando. Me miro en el espejo del ascensor y veo que el maquillaje sigue intacto y que estoy guapa. Sonrío. Me alegro de haber llamado un día de esos en los que he decidido arreglarme para salir. Salgo del ascensor, abro la puerta de mi casa y sigo sonriendo...
1 comentario:
Las relacionese entre vecinos en las películas de antes eran muy tiernas y divertidas...Desayuno con diamantes entre ellas...parece que ahora la cosa ha cambiado y ya no damos pie a que ocurran...habrá que empezar a pedirles más sal..o azúcarrr
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