Hombres y Mujeres
Y Dios creó el mundo. Y le pareció bien. Y creó peces, animales y plantas. Y le pareció mejor. Y creó al Hombre para reinar y dominar sobre el resto de la creación. Y le pareció magnífico... durante un rato. Al tiempo, Dios se dio cuenta de que el Hombre no era tan magnífico como le había parecido. Por una parte, tenía muy poca iniciativa. Le gustaba mucho dormir, y si era necesario hacer algo (buscar un refugio contra la lluvia, cazar o pescar, recoger fruta para alimentarse...) siempre lo postergaba para más tarde. En resumen, el Hombre era un procrastinador (‘procrastinador’, pensó Dios, ‘vaya, qué palabra más maja se me ha ocurrido. Soy tan sabio que a veces me sorprendo a mí mismo’) que siempre que tenía la ocasión, y cuando no también, buscaba una sombra en la que quedarse tirado tocándose los huevos (‘¿Y para qué habré creado al Hombre con huevos? ¿Será para que se los rasque mientras vaguea? No lo recuerdo muy bien, debo estar haciéndome viejo’) (N. del A.: todos sabemos que eso no es cierto, Dios es atemporal, lo que viene a decir que siempre ha existido y siempre existirá, por lo que los términos joven o viejo no le son aplicables. Lo que sí podemos deducir de sus palabras es que es un tío muy modesto). Por otra, el Hombre se dejaba llevar mucho por sus instintos: si tenía sueño, dormía. Si tenía hambre, cazaba o recolectaba fruta. Claro que muchas de las veces sus instintos entraban en conflicto con su falta de iniciativa, pero eso no era mayor problema y normalmente optaba por lo segundo, que era lo que requería menos esfuerzo. El caso es que Dios ya no estaba tan seguro de haber acertado. ‘¿Para qué le he dotado de inteligencia’, se preguntaba, ‘si es lo que menos utiliza?’.
Así que Dios, aprendiendo de sus no-errores (todos sabemos que Dios no puede errar) creó a un ser aún más perfecto: la Mujer. La Mujer era responsable, no evitaba sus obligaciones, antes de dejarse llevar por sus impulsos razonaba lógicamente... Parecía que Dios había acertado de pleno. Y se retiró a descansar.
Pero he aquí que un día la Mujer llamó a Dios: quería hablar con él. Dios se acercó a donde se encontraba ella (¿hemos dicho ya que Dios es muy humilde?) y le preguntó qué sucedía. La Mujer dijo que se aburría. Que todo era muy fácil. Cazar, recolectar alimentos, construir refugios para la lluvia... Que lo único que le seguía interesando era el sexo, pero que el Hombre se había cansado ya de satisfacerla, teniendo todo el sexo que quería cuando quería, y encima cuando a él le apetecía no duraba ni un minuto, y se cansaba enseguida porque no hacía nada más, aparte de dormir, y no tenía forma física. Que ella a veces se hacía un dedo pero también de eso había terminado muy aburrida. En resumen, lo que la Mujer le pedía a Dios era algo de estímulo para que todo no pareciera tan monótono y aburrido.
Dios se retiró a meditar. Por una parte, si le quitaba algo a la mujer para hacerla menos perfecta y que le costara más hacer las cosas sería reconocer que se había equivocado al crearla así, y eso no podía ser porque Dios es infalible; por otra parte, crear a alguien más perfecto para incentivar a la Mujer tampoco era posible, ya que la Mujer ya era perfecta. Finalmente llegó a un consenso consigo mismo. Llamó a la Mujer a su presencia y le habló de esta forma:
- Mujer, creo que he encontrado una solución a tu problema, y por ende, al del hombre
- Menos mal, Dios, ya empezaba a desesperarme. ¿En qué consiste esa solución?
- Pues es algo que voy a darte, ya que no puedo quitarte nada, pero que hará tu vida más interesante: las Hormonas.
- ¿Las qué?, preguntó la mujer.
- Hormonas. Es algo que alterará tu vida de forma diaria. Habrá veces que tengas ganas de reír, o de llorar, o de jugar, sin motivo aparente; habrá días en que ames a tu pareja con todas tus fuerzas, y te parecerá el ser más maravilloso del Universo, mientras que al día siguiente tendrás ganas de matarlo. De esta manera pondrás a prueba tu resistencia y tu inteligencia, al tener que enfrentarte a las mismas situaciones desde diferentes estados de ánimo. Necesitarás la compañía de otras mujeres para hablar de problemas y situaciones tan complejas que el hombre no será capaz de entenderlos. Con esto conseguiremos darle diversidad a tu existencia. Y además, no tendrás tantas ganas de sexo ni te sentirás atraída por el hombre continuamente (al oír esto la Mujer torció el gesto, pues no era de su agrado), lo que obligará a éste a poner un poco de su esfuerzo, tener más iniciativa y valorar más lo que es la intimidad con una Mujer. ¿Te parece bien?
- Hombre, no es que sea para tirar cohetes, pero si tú crees que va a funcionar...
- Funcionará. No olvides que Dios es infalible.
Y, desde entonces, así son las cosas.
1 comentario:
Ella.
Una burbuja transparente, ligera, sensible, un lugar en el que todo parece posible, donde existen los sentimientos puros, puros en sí mismos sin reflexiones ni conciencia, sin consecuencias, ni exigencias, Amor sin pedir nada, sin esperar nada más, sólo sentir, gozar, vivir... algo superficial, o quizá demasiado profundo.
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