jueves, diciembre 25, 2008

Reacción

Iba bajando las escaleras hacia la Calle Mayor, sobre las 3 de la mañana. Al fondo esperaban dos chavales, de no más de 20 años, con síntomas evidentes de haber bebido. Uno llevaba un botellín de cerveza en la mano.

- Perdona, ¿tienes un euro para dejarme?

- Sí, claro, respondí mientras abría la cartera. Saqué el euro y lo deposité en su mano abierta. Cogió el euro y sin soltarme, me dijo:

- Dame más. Dame todo lo que tengas.

- Sí hombre, ya te he dado un euro, no te voy a dar más.

- Pues a ver si voy a tener que sacar la navaja..., dijo al tiempo que se metía la otra mano en el bolsillo y agachaba la cabeza.

Esto ya me cabreó. En estos días no ando muy fino emocionalmente, y sólo me hacía falta que dos niñatos, a los que encima les doy un euro por la cara, me vengan con amenazas. Así que le dí un empujón y me lo quité de encima. Me miró algo sorprendido, y yo le sonreí.

- Venga, saca la navaja.

Dudó un poco, mirándome fíjamente, como si no hubiera comprendido.

- Hoy es un buen día para morir. Tan bueno como otro cualquiera. Así que saca la navaja. Vamos a divertirnos.

El otro le agarró del brazo y tiró de él.

- Venga Santi, déjalo. Vámonos.

El tal Santi se dio la vuelta y se alejaron, mirando de vez en cuando hacia atrás y farfullando no sé qué sobre el día que me cogiera solo (supongo que se refería a él solo, porque yo ya lo estaba) y de que esa noche había tenido suerte. Esperé a que desaparecieran y luego me fui para casa.

Y es que la gente en el fondo no tiene cojones.

miércoles, diciembre 24, 2008

Filosofía de Juan Carlos

La vida son cuatro días: dos salen nublados, otro lloviendo, y el cuarto, que sale sol, si no lo aprovechas...

Cuento de Navidad

Hace frío por las calles del barrio antiguo. El olor de la leña recién quemada se derrama por las chimeneas y empapa el aire, haciéndolo más denso y cálido. Dos sombras cruzan un solitario adarve y alcanzan el Arco de la Estrella. Hay luces de colores que anuncian fiestas. La Plaza Mayor está engalanada y de la fachada del Ayuntamiento cuelgan adornos imposibles y brillantes.

Las dos sombras se dirigen a la primera puerta que encuentran. Golpean y nadie abre. Seguramente, por algún moderno video-portero alguien los observa y decide no responder. Son un hombre y una mujer, y por la pinta, parece que son extranjeros y pobres... — ¡Pobres a estas horas... Llamando para pedir limosna! No les abro—Alguien piensa en un acogedor hogar, también adornado, cálido, con una buena mesa preparada y una familia acomodada a su alrededor.

Van por todas la puertas y nadie abre. En un hotel, un amable recepcionista los invita, antes de abrir la boca, a irse de nuevo a la calle. — Lo siento, no queda ni una habitación —. Se fija en la mujer, y ve que está embarazada. —Sólo hacía falta que esta se pusiera a parir aquí, en la recepción, ¡con el jaleo que tenemos esta noche! — Piensa, mientras les echa fuera.

En la calle Pintores hay mucha gente. Antiguos villancicos se oyen en modernos equipos de sonido. Las luces de los comercios deslumbran en elaborados escaparates. La pareja sube sin que nadie repare en ellos. Ambos van descalzos, pese al frío. La mujer tirita y él se quita su raída y sucia chaqueta y se la pone a ella por los hombros, intentando hacer que guarde un poco de calor. Al pasar por la puerta de la iglesia ven personas que salen de misa. Se acercan a pedir ayuda, pero lo único que consiguen son un puñado de céntimos.

— No, muchas gracias señora... pero no, no queremos dinero, solo buscamos ayuda... — Dice el hombre con acento extranjero mientras la señora le da definitivamente la espalda sin hacer caso a sus torpes palabras.

Siguen su camino, lento y tortuoso. Llegan al paseo de Cánovas. Las luces y la música acompañan cada uno de sus pasos. Los comerciantes siguen vendiendo felicidad envuelta en brillantes papeles. Montones de personas recorren la calle. Una calle en la que no hay sitio para dos extranjeros pobres.

Se alejan del bullicio, del resplandor, del estruendo... Y llegan a un barrio de la ciudad. Es triste y no hay luces ni se oye el eco de la música. No hay nadie por la calle. La noche ha llegado ya a su centro, llenando de frío cada uno de los rincones. La mujer rompe aguas... no puede seguir caminando. El hombre la toma en sus brazos y tambaleándose llegan al portal de un pobre edificio. Empuja la puerta y la encuentra abierta. Al menos, en aquel portal se cobijarán del frío mientras ella da a luz.

El llanto de un niño quiebra el silencio de la madrugada. Los habitantes del edificio despiertan sobresaltados y bajan por la escalera para ver con sus propios ojos a un bebé recién nacido en brazos de su madre. La cara del pequeño es increíblemente bella, llena de paz, de luminosidad... de amor. La pobre gente, enseguida trae mantas, alimentos, bebidas caliente... Ofrecen su casa y abren sus puertas de par en par, para que la familia pueda pasar, al menos, la noche.

Entonces, ante el asombro y la incredulidad, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria los envolvió con su luz, y quedaron sobrecogidos. Un coro celestial alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a las mujeres y hombres de buena voluntad”... Y todos quedaron sumergidos en un sentimiento eterno de paz y amor.


¿Tenemos las puertas de nuestro corazón abiertas al nacimiento de Dios?


24 diciembre 2008
Víctor M. Jiménez Andrada

martes, diciembre 16, 2008

miércoles, diciembre 10, 2008

Espera

Son las 6'15h de la mañana. Estoy sentado en un pasillo de la planta tercera de la Fundación Jiménez Díaz, esperando que en un rato despierten a David y a su padre. Supongo que será en unos quince minutos, porque los bajan a quirófano a las 7'30h. A David comenzaron a fallarle los riñones hace tiempo, y tras muchos análisis y burocracia (al parecer aquí en España las donaciones de riñones las tiene que aprobar un juez, aunque sean de tu padre) hoy le operan a las 8 de la mañana. Así que me he venido temprano, en parte porque ayer le dije que me iba a venir a verle por la tarde y al final me lié tomando café, regalando libros y montando un círculo energético. Las cosas son como son, supongo. Y esta mañana a las 4'30h ya no podía dormir, me he duchado y me he venido. Por cierto, que estoy regalando las cosas de mi habitación, así que si queréis algo decidlo. Tenéis hasta principios de febrero.

Y aquí en el hospital, pues me acuerdo de mi madre. Acabo de volver de Badajoz, mi abuelo estuvo ingresado una semana. Este último año he andado un rato de hospitales, mi madre, Amelia, mi abuelo y ahora David. Los hospitales cansan mucho, mi abuelo decía que como le cogieran ya no lo soltaban. Afortunadamente lo soltaron, cinco días después. Ahora anda algo pachucho el pobre, con una ronquera que según él ya no suelta hasta que se muera. Que ya está viejo. Y lo que le pasa es que está asustado. Desde que murió mi madre.

Llorar está bien, pero a los tíos nos cuesta un mundo. Dámaris dice que para las chicas resulta más fácil porque el período les supone unos cambios emocionales más bruscos, que es como hacer borrón y cuenta nueva. Yo estuve llorando el sábado, que nos fuimos de setas a Cercedilla. Con setas resulta mucho más fácil todo. Ella me preguntaba, 'Elfi, ¿estás bien?' y yo le decía que sí con la cabeza, y los ojos llenos de lágrimas. Lloré por todo un poco, aunque me habría gustado llorar más. Los tíos nos avergonzamos de llorar, no eres un hombre si lloras, tienes que mantenerte fuerte y mantener emocionalmente al resto de la familia, y sólo se disculpa en casos muy extremos. Pero no está bien. La tristeza, el llorar, es un sentimiento intenso y necesario, que hay que saber explorar, y que te libera. A mí me cuesta llorar. Supongo que será un condicionamiento emocional que tendré que ir superando. Poco a poco.

Las 12'00h. Han salido para informarnos de que a Antonio le están poniendo una epidural para que no le duelan los puntos, así que con él ya han acabado. Parece que va todo más rápido de lo previsto. Está todo el mundo mucho más relajado, con mucha más confianza. Son las 23'00h en Auckland, la capital de Nueva Zelanda. Y la marquesa debe estar de siesta (si durmiera siesta). Se está pasando el tiempo muy rápido. Con suerte, quedan menos de dos horas.

Las 13,20h, todo ha salido bien. Antonio aún sigue grogy y David está en la UCI. Me voy a casa. A dormir.