lunes, diciembre 30, 2013

5 años de vícaro: Belleza

Fecha original de publicación: 18 de septiembre del 2007
Autor: víctor
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Me gusta tu aroma cuando no estás, pero prefiero tener tu presencia. En la soledad del alba, me despierto sin ti, entre una maraña de sábanas blancas. No me invade la tristeza porque tu recuerdo es suficiente para deshacer la angustia y el nudo en la garganta. Ahora me queda buscarte por los pasillos ocres de la mañana.

El sol ya se derrama a través de las vidrieras y camino buscando en cada sombra. Cada cuadro de la pared y cada escultura invitan a una reflexión. Pienso en las manos de los creadores, en el padre de cada obra, pienso en sus pensamientos y analizo a base de hipótesis infundadas sentimientos que un día quedaron plasmados para ser admirados. Sin embargo, en lo más profundo e interior, ¿quién asegura el verdadero significado de la realidad tangible?

Llego a la biblioteca y entro. La gran sala está vacía. Solo los libros en sus estantes descansan en su letargo calmado, tranquilo y paciente. Son miles. Paso mis ojos al azar por alguno de los lomos. Letras oscuras sobre fondo claro, letras claras sobre fondos oscuros, títulos dorados, plateados y grabados, holandesa piel, rústica, cartoné... formas y colores que no son nada comparados con la esencia que guarda. El olor inconfundible a papel viejo lo invade todo, lo llena todo y lo impregna todo. No tomo ninguno en mis manos. Prefiero imaginarlos desde la distancia de los estantes y hago juego de palabras mezclando los títulos de los unos con los otros, buscando la originalidad y la chispa de genio perdida.

Me asomo por la ventana que da al campo abierto. La mañana ha reventado en todo su esplendor. La luz llena todo. Al fondo las montañas, delante un valle verde por las primeras lluvias tímidas y árboles altos. Matices otoñales, colores ocres, marrones, verdes, grises fundiéndose en la claridad del día y en el azul de un cielo raso. Aire fresco que llena mis pulmones, y cierto olor a tierra mojada. Pronto el frío lo llenará todo y la nieve cubrirá cada rincón, pero de momento, la estampa guarda la esencia cálida del color.

Vuelvo al interior y sigo por los pasillos. Al fondo te veo. Menuda, desnuda, perfecta. Te acercas con pisadas felinas de tus descalzos pies sobre el frío mármol. Sonríes y tus labios me invitan a desayunar besos húmedos. Te tomo por cintura y te atraigo hacia mi. Siento tu piel y tus curvas, te abrazo y te aprieto. Fundo tu cara dulce en mi pecho, hundo mis dedos en tu pelo, aspiro cada gota de aroma que emana de tu cuerpo y suavemente, muerdo tu blanco cuello. Bebo el néctar del deseo, a sorbos pequeños, lleno mi boca de un sabor intenso y me dejo arrastrar hasta el infierno, para luego, en vertical vuelo, subir al cielo de tu universo.

lunes, diciembre 23, 2013

5 años de vícaro: Mi lugar en el mundo

Fecha original de publicación: 12 de septiembre del 2007
Autor: lupa
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De pequeña me daba por pensar que si alguna vez me iba muy mal en la vida, siempre podría ir a un convento, llamar a la puerta y pedir que me acogieran. Quizá por oír siempre a mi tía decirle a mi prima que se metiera a monja y así no tendría nunca ningún problema.

De adolescente pensaba que si alguna vez no tuviera dinero para pagar ni el alquiler, podría cometer algún delito para que me encerraran una temporada en la cárcel a pensión completa.

Al final, me fue mal en la vida y no elegí ninguno de los micromundos anteriores para refugiarme. Pero elegí perfectamente mi refugio. Hace dos años me presenté aquí, con la cara descompuesta, las ropas desgarradas, gritando que no soportaba más vivir en el desquiciado mundo que me rodeaba, que necesitaba paz, sinceridad, solidaridad, confianza, amor. Me ofrecieron una habitación “sólo estarás aquí unos días, hasta que te calmes”. Unos días hacen ahora 731. Vivo en el manicomio de Carabanchel y la gente es muy amable conmigo. Aquí no soy invisible como ahí fuera, donde nadie me sonreía nunca, donde nadie me necesitaba, donde nadie me quería. Ese mundo que durante 33 años me ha mostrado una vida cruel, triste, sin sentido; de locos.

Hoy una enfermera me ha dicho que con un poco de suerte saldré pronto pero yo no quiero salir. Ahí fuera están todos más locos que aquí. Por lo visto la cosa no ha cambiado desde que lo abandoné: egoísmo, hipocresía, odio, falta de respeto, cerebros huecos, almas grises. Además allí fuera nadie me espera, no tengo nada que hacer. Aquí ayudo a las enfermeras, hablo con mis compañeros de las habitaciones contiguas durante horas, nos escapamos por las noches para fumar y comer lo que hemos ido robando durante el día. Los locos llaman a mi puerta buscando mi compañía y yo llamo a la de ellos cuando requiero de la suya. Hace poco me pusieron a trabajar en la biblioteca “A ver si así se recupera” dijeron los médicos. Y vaya si me he recuperado, tanto que no quiero salir de aquí.

Hace poco leí un microrrelato de Chuan Tzu: “Soñó que era una mariposa y al despertar no supo si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que estaba soñando ser un hombre”. Y yo no sé si soy una persona cuerda fingiendo estar loca o una loca fingiendo estar cuerda. Lo que sé es que soy más feliz aquí dentro, en el micromundo de los locos cuerdos, que ahí fuera, en el macromundo de los cuerdos locos.

lunes, diciembre 16, 2013

5 años de vícaro: 3 en 1

Fecha original de publicación: 12 de agosto del 2007
Autor: didgewind
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Cogí el coche, un Mercedes de hace 20 años, y me fui para San Roque. Llegué a la dirección que me habían dado, aparqué y llamé a la puerta. Me abrió un chaval sudamericano, con gorra. Parecía que me estaban esperando.

- Pasa.

Dentro, en el salón, había bastante gente. Seis chicos ocupaban distintos sillones y sofás. Un par se estaban haciendo un porro, otros dos charlaban y fumaban, otro miraba la tele con ojos idos. El último estaba preparando fichas y cartas. Una chica me miraba curiosa, otra se estaba metiendo una raya, supongo que de coca, usando la carátula de un cd. Me miró con ojos vidriosos.

- Hola, dije.
- Hola, respondió. ¿Quieres una?

- Bueno.

Cogí la carátula y el billete enturulado que me ofreció. Lo apoyé en la mesa y me metí. Un poco cayó de nuevo de mi nariz al cd. Nunca se me ha dado bien meterme rayas.

- ¿Tienes algo para beber?

La coca siempre me queda mal sabor en la garganta.

- ¿Una cerveza, coca cola...?

- Coca cola está bien, gracias.

Me senté en el sofá. Me ofrecieron un porro. Era bueno. Algunos chicos se sentaron alrededor de la mesa. Repartieron fichas.

- ¿Tú vas a jugar?

- ¿Qué es, póker?

- Sí, póker.

- Venga, va.

Sonreí tontamente. No debería fumar mucho, esa hierba, o costo, o lo que sea, era fuerte, y no me iba a enterar de la partida.

- ¿Cuantas fichas quieres?

- ¿Cuánto estáis jugando?

- Yo qué sé, 10 euros, 20...

- Espera, a ver cuánto tengo.

Saqué el monedero. Aproveché para sacar también las llaves del coche, y el móvil, y los dejé encima de la mesa. Así estaba mucho más cómodo. Me sentía observado. ¿Era una expresión burlona lo que veía en los ojos de esa chica? Será la marihuana. Me pasaron otro porro.

- ¿Cuantas fichas vas a querer?

- Sí, perdona.

Abrí el monedero. Tenía 30 euros. Saqué también una bolsita con un polvo blanco, ¿coca o speed? Ni idea. Se la di al chaval de las fichas.

- Dame 15 euros, y hazte unas rayas si quieres.

- ¿Qué es?

- La verdad es que no lo sé.

Algo de polvo se me quedó pegado a los dedos. Los pasé por mis labios para ver qué era, pero la marihuana había alterado mis sentidos. Bebí coca cola. Las burbujas chocaban contra mi paladar. Parecían petas zetas. El de las fichas le dio la bolsa al chaval de su derecha. Creo que es coca, le dijo. Se puso a barajar y repartió cartas. Me ofrecieron otro porro, pero esta vez lo decliné. Tenía una buena mano.

- ¿Y qué tal todo?

- Bien, como siempre.

- Te pongo tus cosas aquí, al lado de la tele.

- Toma. Me pasaron de nuevo el cd. Y tu bolsa.

- ¿Qué es al final?

- Zarpa.

Zarpa, farlopa, coca, perico. Cada generación renombra sus vicios, como si así los conocieran más e invocaran poderes nuevos para controlarlos. Estaba buena. ¿Qué coño hacía yo con una bolsita de buena farlopa en mi monedero? A saber de cuándo sería, pero la hierba no me dejaba pensar bien. Jugamos varias manos. Los porros seguían pasando, a veces fumaba, a veces no. Nos hicimos una cuantas (zarpa, farlopa, perico, coca) rayas más. Estaba perdiendo, pero tranquilamente.

- Dame otros 15.

No se puede jugar al póker fumando. Pero bueno, no se trata de ganar. Me lo estaba pasando bien.

- ¿Me dejas el teléfono para hacer una llamada?

Me volví para encontrarme unos ojos azul intenso mirándome inquisitivamente. Era la chica del principio, la de la expresión burlona.

- Sí, claro, acerté a contestar.

- Toma, te lo cambio por un porro.

La chica cogió el móvil. Marcó un número y se fue para otra habitación.

- Oye, ¿vas o no vas?

- ¿Perdona?

- Que si vas.

Intenté concentrarme. Lo importante es no dar la sensación de que no te enteras, pero a mí me resulta complicado. Mis gestos, mis movimientos, me delatan. Soy como un libro abierto.

- Voy, voy. ¿Cuánto hay que poner?

- Dos fichas, dijo sonriendo. Un libro abierto.

- Nosotras nos vamos, hasta luego.

- Chao.

Seguimos jugando y lo perdí todo.

- ¿Quieres más fichas?

- No, gracias, creo que me voy para casa.

Me levanté para recoger mis cosas. Faltaban el móvil y las llaves del coche. Estaba super fumado y no me atrevía a preguntar.

- Oye, la chica ésta, ¿ha dejado mi móvil por algún sitio?, le pregunté al que repartía fichas.

- Yo qué sé, tío, tú sabrás a quién le dejas las cosas.

- Es que también me faltan las llaves del coche.

- El coche está atrás, lo hemos movido. Ven por aquí.

Fui con él por un pasillo largo y oscuro. Estaba algo asustado. Me abrió una puerta que daba a la calle, del otro lado de donde había entrado.

- Vuelve cuando quieras, me dijo, sonriendo. Y cerró.

La puerta no tenía asa, ni timbre al que llamar. Me di la vuelta y salí balanceándome a la calle. El coche no estaba por ninguna parte. Paré un taxi, me monté y me fui para casa.

Así que de una tacada me quedé sin móvil, sin coche y sin pasta. Y sin la poca autoestima que me quedaba.

lunes, diciembre 09, 2013

5 años de vícaro - Feminismo: el gran triunfo del machismo

Fecha original de publicación: 16 de junio del 2007
Autor: neige
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Es cierto que a lo largo de los tiempos han existido profundas desigualdades e injusticias que, con más o menos acierto, se han corregido: racismo, xenofobia, prohibición del voto a causa del género, persecución de la homosexualidad...

Afortunadamente, hemos superado una buena parte de estos problemas, al menos en lo que llamamos Occidente. Fruto, principalmente, de las ideas liberales de la Ilustración, donde el ser humano se reviste de una serie de derechos que sólo tienen como límite los derechos de los otros, su bienestar y la ley. A eso se le llamó Estado de Derecho.

En un Estado de Derecho se supone que todos somos ciudadanos con las mismas oportunidades, libertades y deberes, independientemente de nuestro género, condición sexual, raza o religión. Hasta aquí todo parece perfecto.

Es evidente que no todos los ciudadanos aceptan las reglas del juego, sigue habiendo gente que es racista, xenófoba, homófoba o misógina, y sin llegar a tanto, es cierto que todavía hay dosis de machismo que llevan a ciertos hombres a pensarse superiores a las mujeres. Pero quiero creer que no son la inmensa mayoría y que para perseguir estas cosas están las leyes. Luego, en mi caso, como mujer, ¿para qué quiero una ley que nos discrimine nuevamente aunque sea de forma positiva?

Y lo de "positiva" tiene muchos matices, para mí la discriminación es siempre negativa. Porque yo, que trabajo en un lugar donde la mayoría son hombres, la nueva ley será la excusa de los machistas para decirme que si he llegado donde estoy es porque hay que cumplir la cuota.

Por otro lado, pienso que el movimiento feminista radical ha sido el mejor triunfo del machismo de siempre.

La mujer, para igualarse al hombre, no ha pretendido adquirir sólo sus mismos derechos, que son intrínsecos a su condición de seres humanos, sino que se ha masculinizado. Es algo que se siente en todas partes. Si una mujer decide dedicarse a ser ama de casa es vista como una esclava, si un hombre toma la misma decisión se supone que es un mantenido. La mujer se ha cargado con la responsibilidad de tener los hijos, de amamantarlos, de educarlos y, además, de ser sexy, atractiva, de ser la puta que el marido necesita, para que no se vaya a buscarlo fuera de casa, de trabajar, de triunfar en su carrera, incluso aunque no le guste. La mujer está obligada a trabajar, aunque sea en una oficina, en el empleo más aburrido del mundo, para demostrar que se merece ser como el hombre.

Automáticamente se ha infravalorado el trabajo que han hecho nuestras antepasadas, nuestras madres y abuelas que "no trabajaban". Ser ama de casa se ha convertido en sinónimo de fracaso personal, de falta de realización. Nosotras, las hijas, no aspiramos a ser como nuestras madres o abuelas, queremos parecernos a nuestros padres o abuelos. No queremos encerrar nuestra vida entre cuatro paredes dedicándonos a la aburrida tarea de criar hijos o administrar el hogar.

En resumen, no hemos alcanzado más derechos, sino más deberes. La mujer busca la aprobación de los hombres, masculinizándose, informándose de como satisfacerlos sexualmente, realizando, si es preciso, jornadas agotadoras tanto en casa como en el trabajo. ¿Para qué? Para no ser como nuestras abuelas, unas mantenidas.

¡Qué gran equivocación! El feminismo radical ha echado por tierra el trabajo que las mujeres han hecho por la Humanidad a lo largo de la historia. Porque la Humanidad ha sobrevivido gracias a las mujeres, que han alumbrado las nuevas generaciones y las han educado. En tiempos de guerra, las mujeres han reconstruido lo que los hombres destruían. Aún así, las mujeres consideramos un triunfo nuestra entrada en el ejército, a ser posible fuera de la retaguardia.

Hasta en la moda, nos visten hombres que desean ser mujeres, transformando nuestras curvas pensadas por la naturaleza para generar vida, en líneas andróginas, para satisfacer su ego desesperados de artistas. Y las mujeres, lejos de levantarse frente a tal atentado contra la salud, caen en la trampa, se arrastran en el lodo de la anorexia para enfundarse la talla 36 del vaquero de moda.

Mientras la mujer se masculiniza, el hombre se aprovecha de las circunstancias. En el matrimonio, la mujer amamanta y cría, pero a la hora de invitar en un bar, que cada uno se pague lo suyo, no sea que resulte machista.

Mientras la mujer se vuelve más sexy para el hombre, el hombre responde con celos, agresiones y asesinatos. Ya no sólo los hombres, hasta los niños de 17 años se despechan de tal manera que asesinan a sus "ex".

Las mujeres son educadas para que sepan hacer de todo, pero los hombres siguen siendo educados de la misma forma.

Quizá el mundo funcionaría mejor si en vez de habernos masculinizado las mujeres, se hubieran feminizado un poco los hombres. Probablemente, en ese caso, y atendiendo a las estadísticas, habría mucha menos gente en la cárcel por delitos de sangre.

Nuestro verdadero triunfo, el de la mujer, llegará el día en que no queramos ser iguales a los hombres, y estemos orgullosas de nuestra singularidad como mujeres, algo que no tiene nada que ver con que, como ciudadanos, tengamos los derechos de cualquier ser humano a decidir nuestro futuro.

domingo, diciembre 08, 2013

En Bhagsu, con Músicos Ambulantes

Aquí estoy tocando el didge en la india con músicos que van de acá para allá más la señora de la casa tocando el djembé. Mi pelo es parcialmente naranja por un tinte de heena que llevaba en esos momentos. Besos.

lunes, diciembre 02, 2013

5 años de vícaro: Mi zahir mi soledad

Fecha original de publicación: 20 de mayo del 2007
Autor: didgewind
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Estoy leyendo El Zahir, un libro en el que Paulo Coelho nos viene a recordar que el amor es el motor del mundo. Un Zahir es aquello con lo que una vez entramos en contacto, acaba poco a poco ocupando nuestro pensamiento, hasta que no somos capaces de concentrarnos en nada más. Para Coelho es una mujer. Para mí, en éstos, los peores años de mi vida, mi Zahir es mi soledad. Lo ocupa todo. Vaya donde vaya, mire donde mire, mi Zahir no me deja nunca. Nadie a quien amar ni nadie quien me ame. Nadie con quien pasear, nadie con quien soñar. Si el amor mueve montañas, si es la esencia de que está hecha la vida, los que no aportamos ni recibimos amor somos seres muertos e inútiles que deambulamos por las calles incapaces ni de mover una roca. Si no hay amor no hay movimiento, si no hay movimiento no hay vida y si no hay vida no hay amor...y si no hay amor no hay movimiento...y doy otra vuelta más a mi círculo vicioso.

Mi Zahir me lleva a veces al puente Segovia, y por suerte (buena o mala, nunca se sabe) tengo vértigo, así que no me asomo demasiado. En realidad, el ayer, el hoy y el mañana me producen más vértigo aún y no dejo por ello de asomarme y caer en su abismo, en el de recordar cómo una a una fui perdiendo a todas mis amigas, en el de vislumbrar un hoy en el que nadie desea mi compañía, en el de un futuro vacío, ni siquiera negro. La vida pasa, pesa y pisa mis sueños pero nada se posa en ella. Me dejo arrastrar por las horas que pasan y pesan y pienso: cuando uno siente hambre, come, cuando siente sed, bebe, cuando tiene un sueño lo persigue, pero cuando no siente nada no hay nada que perseguir porque nada nos alivia. Y si no se persigue nada no hay movimiento... Así que me repito cada día: si no venzo a mi Zahir más me valdría morir. (Repeating in my head__ If I can't be my own__ I'd feel better dead).

Es curioso cómo un libro que se supone optimista y lleno de frases que inducen a vivir, a mí me inducen a no encontrarle ningún sentido a mi vida. Quizás porque Coelho para vencer o conseguir a su Zahir se ayuda del misticismo y ése es un lenguaje que a mí no me llega. Quizás porque su victoria hace más patente mi derrota. Quizás porque me recuerda que no tengo nada ni nadie que me haga saltar hasta tocar las nubes.

Sigo con el viaje de mi vida, con mi Zahir al lado recordándome que lo haré sola y que vaya donde vaya nadie estará esperándome. Esa sensación me vuelve loca cada día, nadie con quien hablar, nadie con quien reír, nadie a quien le importe si vivo o muero, ni siquiera a mí... y entonces vuelvo otra vez a pensar en lo innecesario de mi presencia.

Tengo que acabar con él, con mi Zahir, con mi soledad, porque ella esta acabando conmigo, debo impedir que siga ocupándolo todo porque si no seré un pez muerto al que se lo lleva la corriente del río y no hay nada más triste y despreciable que estar muerta en vida. Pero sin ilusiones, sin sueños, sin nadie a mi lado, no sé cómo voy a conseguirlo... o más bien no sé para qué.