jueves, agosto 30, 2007

Tras el Lago Gris

Sigo mi camino
buscando el Lago Gris.
La oscuridad quedó
adherida a mi piel.
Hace mucho tiempo ya
que mis ojos
olvidaron
las preguntas, las respuestas.
Hace mucho tiempo ya.

Sigo mi camino
la Torre ya está aquí.
La soledad
devino
mi amiga más fiel.
Hace tanto tiempo ya
que he perdido
mi camino
y olvidando mi destino
hoy he vuelto a recordar.

La tiranía de los nombres propios

¿Por qué los nombres propios tienen género? Que el médico que me va a ver mañana se llame Antonio o Eva, ¿qué me aporta? Ahora mismo dos cosas: una, un nombre con el que dirigirme a él/ella, y dos, su género. Y digo yo, ¿para qué me interesa a mí si el médico que me va a ver mañana es hombre o mujer (para los que estén ya diciendo 'hombre, por temas de pudor, etc.,', de acuerdo, pero ése no es el tema, cambiad médico por juez, arquitecto o policía)?

He quedado con un amigo la semana que viene. Viene con otras dos personas: Eva y Antonio. ¿Qué me aporta a mí saber cómo se llaman? Por supuesto, ahora sé que una de ellas es una chica y otra es un chico, pero, ¿es siempre necesaria esa información en todas las situaciones?

Rotundamente NO. El que el nombre de pila indique el género es totalmente sexista, no por el hecho en sí, ya que claramente el lenguaje está para aportar información, y cuanta más aportemos con menos palabras mejor cumplirá su función, pero creo que el hecho de aportar esa información extra es en la mayoría de los casos innecesaria y a lo único que contribuye es a que asociemos unas características sexistas a una persona antes de conocerla, entendiendo por características sexistas prejuicios asociados a un género a lo largo de la historia. En el 90% de los casos, conocer el nombre de alguien debería servirme únicamente para tener un elemento con el que referirme a él. Si me interesa alguna otra cosa (edad, profesión o sexo) siempre puedo preguntarlo a posteriori.

Frases bomba

A veces me sucede que conozco a una chica, hablo un rato con ella, es simpática, agradable, me resulta atractiva, y de repente, bum, suelta una perla de esas que te piensas que es de coña, hasta que insiste en el tema y automáticamente pierdo el interés. ¿Os ha sucedido? Seguro que hay frases u opiniones que, puestas en labios de vuestra potencial pareja, hacen que ese potencial desaparezca por completo y que vuestra líbido se reduzca a niveles mínimos. Dejo este tema abierto para que aportéis vuestras 'opiniones autoeliminatorias' o 'frases bomba', por llamarlas de alguna manera. Para empezar con algo, recuerdo hace tiempo una conversación con una chica, todo iba bastante bien hasta que salió, no sé por qué, el tema de Greenpeace y ella dijo algo así como: 'Esa gente lo que les pasa es que son unos vagos porque, dime tú, ¿en qué trabajan? ¿No pueden buscarse un trabajo de verdad?'.

domingo, agosto 26, 2007

Sueños húmedos

Anoche soñé con una amiga a la que últimamente no veo mucho. Es curioso porque esta niña me atrajo en su momento, y yo pensaba que esa atracción era cosa del pasado. Pero ha tenido que venir mi inconsciente en forma de sueño erótico para decirme que no, que el pasado está muy presente y que aún sigo queriendo hincarle el diente. Así que ahí estábamos, llamémosle Lucía y yo, en medio de mi sueño metiéndonos mano, y la verdad es que yo me notaba demasiado excitado (un amigo mío diría bastante berraco), cosa que ahora que lo pienso me resulta algo extraño, ya que mi última paja me la hice el miércoles por la noche volviendo de Sevilla y no es normal que dos días después tenga un sueño húmedo. Por cierto que, for the record, en esos momentos no es lo mismo ser tío que tía, me refiero a masturbarte mientras estás conduciendo, ya que al contrario que ellas (en este magnífico relato Merteuil nos describe esta situación desde su punto de vista) los tíos no lo tenemos tan fácil, entre otras cosas por el hecho de tener que coordinar de alguna manera el uso de algún papel, o trapo, justo en el momento oportuno, no a posteriori a menos que quieras dejarlo todo pringado, con el trabajo en sí, y siempre a una sola mano porque en la otra tienes el volante (es más fácil en este caso ir por autovía, ya que como siempre vas en quinta, tienes una cosa menos de la que ocuparte), y no es plan de pegártela por estar en otras cosas y que luego cuando vayan a rescatarte (o a recuperar lo que quede de ti) te encuentren con los calzoncillos bajados, claro que pensándolo bien, en ese momento probablemente sea lo que menos te preocupe. Pero ésta es otra historia que seguro da juego para otro relato, lo que os iba contando es que estaba yo con mi amiga y estábamos hablando, y yo ya estaba muy excitado. Y luego nos dimos un par de besos y me excité todavía más, y besé su cuello y gimió y yo pensé que iba a explotar, así que intenté calmarme un poco, pero entonces me mostró sus senos y cuando toqué un pezón duro y turgente ya no me aguantaba más, y al chuparlo y agarrar ella mi cabeza y apretarla contra sí al tiempo que gemía más fuerte creí que me corría, y no entendía por qué estaba tan (berraco) excitado. Me separé, respiré profundo tres veces e intenté centrarme un poco y pararme cuando no pudiera más, pero vi cómo Lucía entrecerraba los ojos y se agachaba entre mis piernas... en ese momento me desperté (y no es coña), así que no sé si el sueño podría calificarse de húmedo, ya que humedades no hubo ninguna, al menos por mi parte, aunque lo que sí es cierto es que la tenía, como diría Neige, dura como una piedra. Pero estuvo bien, me moló, fue muy agradable y ha hecho que vuelva a mirar a esta amiga con otros ojos. Acabo de comer y me voy a echar la siesta, digamos que con expectativas. Y cuando vuelva a Madrid voy a llamar a Lucía. Pa ver qué se cuenta.

domingo, agosto 12, 2007

3 en 1

Cogí el coche, un Mercedes de hace 20 años, y me fui para San Roque. Llegué a la dirección que me habían dado, aparqué y llamé a la puerta. Me abrió un chaval sudamericano, con gorra. Parecía que me estaban esperando.

- Pasa.

Dentro, en el salón, había bastante gente. Seis chicos ocupaban distintos sillones y sofás. Un par se estaban haciendo un porro, otros dos charlaban y fumaban, otro miraba la tele con ojos idos. El último estaba preparando fichas y cartas. Una chica me miraba curiosa, otra se estaba metiendo una raya, supongo que de coca, usando la carátula de un cd. Me miró con ojos vidriosos.

- Hola, dije.

- Hola, respondió. ¿Quieres una?

- Bueno.

Cogí la carátula y el billete enturulado que me ofreció. Lo apoyé en la mesa y me metí. Un poco cayó de nuevo de mi nariz al cd. Nunca se me ha dado bien meterme rayas.

- ¿Tienes algo para beber?

La coca siempre me queda mal sabor en la garganta.

- ¿Una cerveza, coca cola...?

- Coca cola está bien, gracias.

Me senté en el sofá. Me ofrecieron un porro. Era bueno. Algunos chicos se sentaron alrededor de la mesa. Repartieron fichas.

- ¿Tú vas a jugar?

- ¿Qué es, póker?

- Sí, póker.

- Venga, va.

Sonreí tontamente. No debería fumar mucho, esa hierba, o costo, o lo que sea, era fuerte, y no me iba a enterar de la partida.

- ¿Cuantas fichas quieres?

- ¿Cuánto estáis jugando?

- Yo qué sé, 10 euros, 20...

- Espera, a ver cuánto tengo.

Saqué el monedero. Aproveché para sacar también las llaves del coche, y el móvil, y los dejé encima de la mesa. Así estaba mucho más cómodo. Me sentía observado. ¿Era una expresión burlona lo que veía en los ojos de esa chica? Será la marihuana. Me pasaron otro porro.

- ¿Cuantas fichas vas a querer?

- Sí, perdona.

Abrí el monedero. Tenía 30 euros. Saqué también una bolsita con un polvo blanco, ¿coca o speed? Ni idea. Se la di al chaval de las fichas.

- Dame 15 euros, y hazte unas rayas si quieres.

- ¿Qué es?

- La verdad es que no lo sé.

Algo de polvo se me quedó pegado a los dedos. Los pasé por mis labios para ver qué era, pero la marihuana había alterado mis sentidos. Bebí coca cola. Las burbujas chocaban contra mi paladar. Parecían petas zetas. El de las fichas le dio la bolsa al chaval de su derecha. Creo que es coca, le dijo. Se puso a barajar y repartió cartas. Me ofrecieron otro porro, pero esta vez lo decliné. Tenía una buena mano.

- ¿Y qué tal todo?

- Bien, como siempre.

- Te pongo tus cosas aquí, al lado de la tele.

- Toma. Me pasaron de nuevo el cd. Y tu bolsa.

- ¿Qué es al final?

- Zarpa.

Zarpa, farlopa, coca, perico. Cada generación renombra sus vicios, como si así los conocieran más e invocaran poderes nuevos para controlarlos. Estaba buena. ¿Qué coño hacía yo con una bolsita de buena farlopa en mi monedero? A saber de cuándo sería, pero la hierba no me dejaba pensar bien. Jugamos varias manos. Los porros seguían pasando, a veces fumaba, a veces no. Nos hicimos una cuantas (zarpa, farlopa, perico, coca) rayas más. Estaba perdiendo, pero tranquilamente.

- Dame otros 15.

No se puede jugar al póker fumando. Pero bueno, no se trata de ganar. Me lo estaba pasando bien.

- ¿Me dejas el teléfono para hacer una llamada?

Me volví para encontrarme unos ojos azul intenso mirándome inquisitivamente. Era la chica del principio, la de la expresión burlona.

- Sí, claro, acerté a contestar.

- Toma, te lo cambio por un porro.

La chica cogió el móvil. Marcó un número y se fue para otra habitación.

- Oye, ¿vas o no vas?

- ¿Perdona?

- Que si vas.

Intenté concentrarme. Lo importante es no dar la sensación de que no te enteras, pero a mí me resulta complicado. Mis gestos, mis movimientos, me delatan. Soy como un libro abierto.

- Voy, voy. ¿Cuánto hay que poner?

- Dos fichas, dijo sonriendo. Un libro abierto.

- Nosotras nos vamos, hasta luego.

- Chao.

Seguimos jugando y lo perdí todo.

- ¿Quieres más fichas?

- No, gracias, creo que me voy para casa.

Me levanté para recoger mis cosas. Faltaban el móvil y las llaves del coche. Estaba super fumado y no me atrevía a preguntar.

- Oye, la chica ésta, ¿ha dejado mi móvil por algún sitio?, le pregunté al que repartía fichas.

- Yo qué sé, tío, tú sabrás a quién le dejas las cosas.

- Es que también me faltan las llaves del coche.

- El coche está atrás, lo hemos movido. Ven por aquí.

Fui con él por un pasillo largo y oscuro. Estaba algo asustado. Me abrió una puerta que daba a la calle, del otro lado de donde había entrado.

- Vuelve cuando quieras, me dijo, sonriendo. Y cerró.

La puerta no tenía asa, ni timbre al que llamar. Me di la vuelta y salí balanceándome a la calle. El coche no estaba por ninguna parte. Paré un taxi, me monté y me fui para casa.

Así que de una tacada me quedé sin móvil, sin coche y sin pasta. Y sin la poca autoestima que me quedaba.

viernes, agosto 10, 2007

Babel

Hoy es mi último día en Cambridge. Ya tengo mi certificado de que he completado mi curso de inglés. Tenía miedo de que el viaje me decepcionara. Hasta ahora sólo había viajado por España y Portugal. Este era un salto grande con respecto a mi vida cotidiana.
En absoluto me ha decepcionado. Cambridge es una ciudad magnífica y Reino Unido es un país realmente precioso.
Además de mejorar un poco (más bien poco) mi nivel de Inglés que no sale del Upper Intermediate, he aprendido varias cosas realmente significativas.
La más importante de todas está relacionada con la falsedad de los tópicos. Para empezar ha hecho bastante calor y no ha llovido ningún día, ya que el este parece bastante más seco que el resto.
La gente es simpática, educada y agradable, bastante más que lo que yo conozco del lugar de España en que vivo.
A diferencia de lo que ocurre en España, los telediarios no parecen estar tan llenos de malas noticias, y no se nota un miedo especial en la gente al terrorismo o a las desgracias. La gente parece muy feliz. En cualquier tienda te tratan especialmente bien si les pides que sean compresivos con tu nivel de inglés. Hay millones de inmigrantes, perfectamente integrados, pero sin renunciar a su cultura. Mujeres árabes completamente cubiertas comprando cosas realmente caras en Harrods, aunténticas princesas de cuento, con ojos profundos soberbiamente envueltas en magníficas telas. Mujeres indias vestidas con su tradicional estilo. Darse una vuelta por el barrio de Candem Market es acercarse a un mundo underground donde tiene cabida toda raza urbana. En fin, que no es como en España, que la gente de raza negra está vendiendo pañuelos en un semáforo, aquí puedes verlos ejerciendo de abogados o policías. Lo poco que he visto de Inglaterra ha cambiado cualquier percepción que tuviera de este país. Pese a los tópicos de lo cerrados que son los ingleses, yo he descubierto un paraiso de gentes de diversas culturas que parecen entenderse bastante bien.
Cierto es que siempre hay un garbanzo malo en toda olla. Pero afortunadamente yo no lo he encontrado.
Gente de los cinco continentes caminando unida sin entorpecerse o renunciar a su cultura pero respetándose.
Me voy para España sólo con ganas de comer un buen cocido o una buena paella. Me voy para España con la seguridad de que este viaje me ha enseñado a ser mejor persona y a ser mucho más crítica con mi propio país, que indudablemente tiene muchísimo que aprender sobre convivencia y respeto.

jueves, agosto 09, 2007

Piojos púbicos

Una vez tuve una erupción debajo del ombligo. Era una erupción molesta, aunque no demasiado, pero como pasaban los días y no desaparecía llamé a mi padre (es médico) para que me aconsejara. Me recomendó una especie de polvos de talco antierupciones (talquistina, creo que se llamaba) que me aliviaron algo, aunque las molestias no desaparecían. Así que fui a ver a un amigo médico. Me hizo desnudarme, le echó un vistazo y luego observó con una lupa.

- ¿Y qué dices que te estás echando?

- Talquistina. Me lo recomendó mi padre.

- ¿Y has notado mejora?

- Algo, pero no mucha.

- No me extraña. Lo que tienes ahí no es una erupción. Son ladillas.

- ¿Ladillas?, repetí, incrédulo.

- Sí, ladillas. O piojos púbicos, como se les conoce más formalmente. ¿Has estado con muchas mujeres últimamente?

- Pues... no. Y siempre he usado preservativos. ¿Estás seguro de que son ladillas?

- Segurísimo. Y lo de usar preservativo no tiene nada que ver, no evita el contagio. Pero no te preocupes, no es grave y se cura fácil. Yo también las tuve en su momento, son más comunes de lo que la gente piensa. ¿Sabes quién te las ha pegado?

- Creo que sí. ¿Cuanto tiempo hace falta para que se desarrollen?

- Pues depende de muchos factores. Las hembras ponen huevos que tardan de cinco a siete días en eclosionar, y luego otros cinco en desarrollarse. Si no te pegaron individuos, sino sólo los huevos, pues algo más.

- Sólo he estado con una chica en los dos últimos meses.

- Pues entonces ya lo sabes.

Salí de la consulta perplejo. ¿Ladillas? ¿Piojos púbicos? Aún no salía de mi asombro, aunque la tranquilidad de mi amigo y el saber que él también las había tenido me tranquilizó a mi vez. Lo primero que hice fue avisar a la niña con la que había estado. Lo segundo, entrar en una farmacia. Había dos chicas detrás del mostrador.

- Buenos días. Quería algo para los piojos púbicos.

- ¿Dónde los tienes?, preguntó una.

- Ha dicho piojos púbicos, le aclaró la otra.

- Ah, perdona. No te había oído.

Se acercó a la estantería y cogió un bote pequeño.

- Toma esto. Es muy bueno.

Pagué y me fui para casa. Leí el prospecto y busqué información en internet. Al parecer es conveniente utilizar un producto adecuado, a continuación pasar un peine fino para desprender los huevos que estén pegados, y repetir el proceso una semana después, por si ha eclosionado algún huevo remanente. Y conviene también lavar toda la ropa y las sábanas que hayan estado en contacto con la zona, ya que aunque los individuos no sobreviven más de 24 horas fuera del cuerpo que los acoge, siempre conviene tomar precauciones extra. Hablando de precauciones, efectivamente el uso de preservativos no los detiene. La única protección posible es la abstinencia sexual, y ni eso, ya que también se contagian si usas ropa contaminada de otra persona o durmiendo en sus sábanas. Ahora que lo pienso, mucha gente duerme en mi cama, así que igual se me pegó de esa manera, ya que mi pareja en ese tiempo nunca llegó a tenerlas, ni tampoco se las pegué yo. Y, efectivamente, son más comunes de lo que la gente cree.

De esta historia saqué como mínimo tres conclusiones. Una, que cualquier cosa puede pasar en cualquier momento, y normalmente en el menos oportuno. Dos, que el conocimiento que podamos tener de algo, por muy imbuido que esté en nuestro cerebro y en nuestra piel, puede cambiar completamente en cuanto nos informemos un poco. Y tres, que es muy arbitrario el juzgar a la gente. Antes de esto relacionaba las ladillas con falta de higiene e irresponsabilidad. Ahora lo que creo es que, si me ha pasado a mí, le puede suceder a cualquiera.

martes, agosto 07, 2007

Mañana (del musical Annie)

domingo, agosto 05, 2007

El tipo del pub.

Estoy en el Pub que hay cerca de la residencia Varsity House, a un par de manzanas de Newstreet. Llevan cocinando el cordero que he pedido por lo menos una hora. Casi he terminado mi lemonade, que es algo así como un vasito de casera con sabor a limón...
Por fin, aquí está el cordero. No sabría describir el aspecto de todo lo que hay en el plato, pero huele muy bien.
Esta pub es muy agradable, la gente habla bajito, la música es fantástica y la conexion wireless hace el servicio aunque no sea muy rápida.
Frente a mi mesa hay dos tipos sentados. Uno de ellos es un dios. Los ojos claros y los dientes de perlas. Una sonrisa preciosa y una voz masculina que llega a mis oidos filtrada por la música y el ruido de la máquina de café. Nos hemos mirado un par de veces. No creo que hablemos. Pero mientras como algo será un visión excelente. Está claro que todo en Cambridge es absolutamente bello. Incluso las personas.

Honestidad

Os dejo una historia, de las que van navegando por estos mares de internet, sobre el valor de la honestidad.

Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó: "¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura" Y la hija respondió: "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz"

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China"

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones, etc. El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella. Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención.

Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el príncipe explicó: "Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles"

sábado, agosto 04, 2007

Belleza efímera. Concepto eterno


Eclipse de mar


miércoles, agosto 01, 2007

La casa vieja

La casa está vacía. Durante años estuvo habitada, pero ahora, duerme en la calle con un eterno y descolorido cartel de “se vende” colgando, con descuidados alambres, de uno de sus balcones. Su estado deja mucho que desear. Sus muros, antes de blanca cal ahora están sucios y descascarillados. Las tejas aparecen invadidas de hierbajos y restos mugrientos acumulados con el paso de las estaciones (hojas de varios otoños yacen en el mismo sepulcro). El canalón, que recorre de parte a parte la fachada, en peligroso equilibrio, amenaza con caer. Las ventanas del piso superior, con los cristales rotos y los marcos desencajados muestran su abandono más vergonzoso. La puerta principal, de madera basta, deja ver, sin escrúpulos, las diversas capas de pintura recibida a lo largo de los años, y las barandillas y el resto de elementos metálicos se deshacen lentamente en óxido áspero y rojizo. En el interior, las sombras reinan por todos los rincones y la humedad, en un acto de crueldad, trepa por las paredes hinchadas y agrietadas. El moho brota por las hendiduras, como heridas abiertas, sangrando un verdeazulado néctar de vida que es muerte.

La imagino hace cincuenta años, o quizás muchos menos, cuando llena de vida, rebosaba luz. Niños correteando por pasillos largos, el olor a puchero en la cocina -guisos antiguos- donde el barro y el fuego hacían todo el trabajo. Una mujer afanada en limpiar y en hacer la comida y en mantener cada rincón con una pulcritud exquisita. Cierro los ojos y veo el calor de la chimenea en los inviernos largos y las eternas tardes de siesta, en las partes más fresca y sombrías, en los veranos cálidos. Sonido, ruido, color, luz y vida, sobre todo vida.

Desde la fachada no se ve, pero hay en el interior un patio, no muy grande, pero sí generoso de vegetación. Ahora está en pleno abandono, ocupado por malas hierbas que ahogan las últimas ramitas de lo que fue un jardincillo cuidado. En el centro, un naranjo, que ahora sin podar, sigue dando su fruta a imaginarios habitantes. Las naranjas que caen se pudren, hasta la inexistencia, perdidas en un mar de desechos y olvido.

Me pregunto cuándo salió su último habitante. Supongo a un anciano o anciana, último morador, sumido en las sombras, viendo cómo el tiempo lento, se le va a cada segundo, y sintiendo, como la vida, se escapa deprisa, aun con la agónica monotonía de los días grises.

Luego, el último de los heredero, sin ganas de hacer resurgir el antiguo esplendor de la casa, se la deja ir, y la venderá al mejor postor, a quién deseé volver a hacerla renacer o a quién la quiera solamente por el solar que ocupa. Entonces, cualquier constructora la comprará, para derribarla y hacer en su lugar algún feo edificio que desentone insultantemente con el resto de la calle, con el resto de las casas, que aunque viejas, conservan la vida en su interior más íntimo.

Dejará de existir y con los últimos escombros, se desvanecerá la propia historia, la ilusión desmedida de los primeros habitantes, las alegrías y los nacimientos, las enfermedades, la muerte, el abandono, la esperanza y , por supuesto, la vida.


Víctor M.
agosto 2007