jueves, julio 31, 2008

Fuego

Las paredes negras y las cortinas de negro terciopelo grueso contrastaban con la palidez de su cuerpo desnudo, de manera que parecía emanar luz de cada poro de su piel. Su sonrisa preciosa, casi infantil, contenía en cambio la dulzura de una maldad deliciosa. Sus ojos, sin embargo, no disimulaban, que su color miel no era más que la antesala de un infierno de fuego.

Alargó la mano hacia mí y me dejé llevar. Acercó sus labios a mi oído y susurro algo parecido a un hechizo, del que recuerdo las palabras amor, tentación, lujuria, dolor y profundidad. Luego mis ojos solo fueron para ella. El fuego llegaba a cada rincón escondido de su cuerpo. Puñales candentes se clavaban en mi alma, y me sentía desposeído de todo pasado.



Tomó mi mano y me dejé guiar entre las cortinas. Llegamos a una sala un poco más grande, de color negro, iluminada por hachones que dibujaban sombras alargadas por todos lados, que se movían como espíritus de otros tiempos, quebrados por terribles tormentos, por el peso de pecados no confesados. Allí encontramos a Magdalena, la maestra del círculo del principio y el fin, en su eterno altar, tan pálida como la luna, tan bella como la mar, tan mágica como la propia vida. Abrió sus brazos hacia nosotros y sus ojos verdes y transparentes nos llamaron hacia ella sin que de su boca entreabierta saliera palabra alguna.

Fundimos nuestros cuerpos en un abrazo tierno, cálido, suave y eterno. Entonces, nuestras almas se evaporaron y subieron a lo más alto, entremezclándose como el humo de tres volcanes.

8/dic/2007
v.m.j.a.

viernes, julio 25, 2008

Su presencia

Ha llovido mucho desde aquella primavera pero hoy me he despertado sintiendo de nuevo su presencia. Me miraba desde arriba, mientras mi cuerpo se desvanecía en los brazos de Morfeo. Sentí su aliento fresco cuando sus labios se aproximaron a los míos y mis ojos se confundieron en el mar embravecido de su mirada. Al día de hoy, ni siquiera sé si vive o ha muerto, pero su alma vuela libre muchas noches por mis sueños. (noviembre 2005)

Optimismo siempre

Comparto con vosotros algo que encontré por la red hace tiempo y que rebuscando entre archivos antiguos me ha aparecido:

En una dinámica de grupo para trabajar en una empresa multinacional, se hizo la siguiente pregunta a tres candidatos: ¿Qué le gustaría que dijesen de usted en su velatorio?
El primer candidato dijo: - Que fui un gran médico y un muy buen padre de familia.
El segundo candiato respondió:- Que fui un hombre maravilloso, excelente padre de familia, y un profesor de gran influencia en el futuro de la juventud.
Pero el tercer candidato arrasó: -Me gustaría que dijesen... ¡¡¡Mira, se está moviendo!!!

ESO ES OPTIMISMO. Claro, fue contratado.

jueves, julio 24, 2008

PODREDUMBRE

El alma rota se me escapa entre los jirones de piel de mi cuerpo descosido. La aguja que debería coserlos se me ha perdido o más bien la he dejado perderse. Nunca he sabido cuidar de las cosas importantes. Tirada en la acera observo cómo los borbotones de amor van haciendo regueros en el suelo como un estuario rojo que va a parar al mar de la alcantarilla. Si el suelo fuera plano tendría un lago bajo mi cuerpo; no me hubiera gustado pudrirme en un charco. He tenido suerte de caer sobre una pendiente, era más probable de todas formas, siempre intentando alcanzar la cumbre sin disfrutar de la ladera. Con el alma resbalando quedaré primero bien seca por dentro, sin un hálito de vida, lentamente la iré perdiendo y mis ganas de ella en cada gota. Lo prefiero así, el olor será menos y no llamaré la atención de nadie, me pudriré sola sin que nadie tenga que respirar el hedor de mi inmundicia.

Las horas pasan, quizás los días, y a veces me viene la idea de recomponerme, de hacerme parches con ilusión rescatada de algún bolsillo...mas la alegría de vivir no existe ya en mi cuerpo. Si sus manos quisieran coserme todo sería distinto, pero sé que esas manos están muy lejos de pasar ya por aquí. También se me perdieron, o más bien las dejé perderse. Nunca he sabido cuidar de las cosas importantes.

Pesadillas

Algunas mañanas, el tirano sonido del despertador, suena como música celestial, que me saca de las pesadillas y fantasmas de la noche. Poco importa que aún no haya amanecido, que mi boca esté seca y mi cuerpo empapado en sudor frío, el bip-bip metálico me transporta a una realidad deseada. No importa las horas de sueño descontinuadas, nada profundas y quebradizas, el cansancio se paga sin pensarlo, por ver la luz del día romper el horizonte de una noche amarga. No importan las ojeras, el sabor de boca amarga, el dolor de cabeza o que sea lunes; todo se agradece por salir del laberinto de sueños terribles.

El violinista

Toca y vuelve a tocar. Las manos, seguramente agrietadas del frío, siguen arrancando melodías hermosas al violín. A sus pies, la funda abierta del instrumento, sirve de improvisado recogedor de fortunas (más bien con escaso éxito). Pongo una moneda, él me sonrie agradecido. Pero el que tiene que agradecer soy yo, por llenar con su música, el hueco infernal que deja la ruidosa multitud anónima que surca la calle.

Desgraciadamente, otras veces, paso a su lado y ni siquiera lo intuyo. Demasiadas cosas en la cabeza, mucha prisa y escaso tiempo para sentir, aunque sea por un momento, los pequeños placeres que la vida nos da. Me convierto entonces en parte de esa multitud, en una gota más de agua, que se deja arrastrar por una corriente, que nos lleva a la nada.

martes, julio 22, 2008

Chambao y Diego el Cigala en Badasom 2008

A falta de posts, que la imagen tome la palabra.







lunes, julio 21, 2008

La noche antes

La mirada perdida en el horizonte delataba su tristeza. Sentado en las escaleras del ayuntamiento, con un vaso de plástico en las manos, daba pequeños sorbos al amargo néctar que como fuego recorría su garganta, deshaciendo un poco la angustia que le ahogaba. En la otra mano un cigarrillo casi consumido elevaba al aire el humo como una forma fantasmal.

La tarde dominical se desvanecía con insultante color del cielo. El rojo del sol se mezclaba en alegre orgía con el gris azulado de las nubes otoñales, entrecortándose entre las torres y las murallas, que como añejos centinelas, contemplaban el paso fugaz y efímero de la vida a sus pies.

Hoy las torres tenían algo más que contar con el transcurrir de los años: La desesperación de Carlos, su mirada ausente y su cabeza quebrada de pensamientos imposibles.

La noche antes, en el mismo escenario, era todo muy distinto. Ahora la plaza se veía desierta. Solamente en por los portales de la izquierda, algunos viejos paseaban lentamente, y algún turista despistado miraba hacia los balcones más alto, apuntando con su cámara de fotos, con el peligro de dar un traspiés en el irregular firme de la calle. Todo era silencio, solo quebrado por el paso aislado de algún coche que bajaba la Gran Vía a una velocidad imprudente.

* * * *

La noche antes...

No sabía muy bien qué ocurrió. Fue todo tan rápido... que cuando quiso correr hacia del alboroto que se originó en la calle, él ya yacía tumbado boca arriba. Sus ojos estaban muy abiertos y en blanco y de su boca corría un hilillo de sangre. Una llamada y la ambulancia no tardó en llegar. Los sanitarios se bajaron rápidamente, apartando a la gente, que como moscas a la miel se habían congregado. Llegó un coche de la policía nacional. Intentaron disolver el tumulto formado alrededor del herido, a voces...

- ¡Venga esto ya se ha acabado...!
- ¡Despejen por favor!¡ Dejen sitio para respirar!.

Carlos se quedó muy quieto, dejó caer de su mano la copa que aún tenía, observando una realidad que le parecía imposible. Ahí mismo, en el sucio asfalto de la calle, a su amigo le llenaban de tubos... Marián, chillaba desesperada y se abrazaba a Sandra, que pálida e inerte miraba el cuadro que se le presentaba. Nando aporreaba la pared cercana con sus puños y lloraba a viva voz, presintiendo lo que todos temían.

Lo subieron en la ambulancia. El personal sanitario corría de un lado para otro coordinadamente y la policía se abría paso entre la multitud que se amontonaba alrededor. Las sirenas comenzaron su canto lastimero, rompiendo el aire de aquella madrugada.

Carlos aún no se explicaba cómo había podido acelerar tanto en tan poco espacio. Una breve despedida, un “hasta mañana, me largo que tengo que levantarme temprano...” Aquel chirriar de neumáticos y luego el golpe seco.

La moto aparecía destrozada. El carenado totalmente arrancado era la prueba del violento golpe. La aceleración, el ligero frenazo y luego el estruendo contra el bordillo, los contenedores de basura y la señal de tráfico... Ese sábado por la noche la fiesta había terminado.

* * * *

En el hospital, todo tomó una faz más siniestra. La fría sala de espera de urgencias aparecía en penumbra y casi en silencio. La ausencia de noticias a lo largo de los minutos que tan lentamente pasaban angustiaban la espera. La llamada a la familia, en mitad de la madrugada fue otro trago de hiel, tan doloroso como necesario.

Nervios, llantos y oraciones ahogadas en los que aún creían en un dios que esa noche les había abandonado.

Ya despuntaba un triste amanecer por las ventanas de la sala de espera de urgencias cuando un médico con la cara larga, huesuda y con la mirada vidriosa se dirigió a ellos.

- ¿Algún familiar, por favor?

Una madre y un padre destrozados, puestos en pie ante el llamamiento del doctor. Se apartaron un poco del grupo. En susurros el médico habló con ellos en un rincón de la maldita sala de espera...

Un grito desesperado, les hizo comprender, sin palabras que todo había acabado para su amigo.

* * * *

Ahora Carlos recordaba cada momento vivido con su amigo como si se hubiera grabado a fuego en su mente para siempre. Se puso en pié y cogió el teléfono de su mochila para llamar al resto de los amigos. Se necesitaban todos más que nunca. El funeral sería al día siguiente, y las horas venideras serían largas y duras, muy duras.




Víctor m.j.a.
28 julio 2005

viernes, julio 11, 2008

No soy ni hombre ni mujer, sólo soy una persona

Está atardeciendo, llevo muchos kilómetros en el cuerpo y busco un sitio donde poder aparcar la furgoneta. Un sitio tranquilo puesto que voy a pasar la noche en ella, en mi casita azul. Como la ley de costas está hecha para los ricos, para los que pagan por construir sus chaletes en primera línea, para los que conocen a la policía y permiten a sus amigotes que aparquen sus lujosas caravanas en medio de la playa, y no para los jipis, tengo que buscar minuciosamente el sitio del que no me puedan echar, aunque ahora ya pueden largarte de cualquier sitio si quieren, no se puede dormir en la playa, ni en la calle, ni dentro de tu coche. La otra noche en una playita la guardia civil echó a una parejita que estaba al final de la playa en su furgoneta, en un rinconcito en el que no molestaban a nadie. Pero no dijeron nada a dos pedazo de caravanas que estaban dentro de la playa, en todo el medio, ocupando todo el sitio que querían con sendos territorios a modo de jardín que se habían agenciado. Cosas del sistema.

Así que cuando veo una callecita que está en primera línea de playa, un lujo legal donde aparcar, esbozo una sonrisa triunfal y allí que me planto. Me hago mi cena y me siento en la acera, apoyada en la pared de lo que viene a ser un tremendo chalete, donde celebran un cumpleaños a lo grande. Yo estoy bajo la farola, con mi Lady Chatterley´s lover y mis cereales con leche. Los invitados pasan por mi lado y me miran de soslayo, me desprecian con la mirada. Tras unas páginas de lectura el niño del cumple sale con el porsche que le acaban de regalar a dar una vuelta. Pasan a mi lado, la mujer que va con él me mira sonriéndose; se piensa que siento envidia.

Ya por la mañana me despierto prontito, cuando la luz entra por las cortinillas de la furgoneta. Miro al techo y no recuerdo dónde estoy...Miro a mi derecha y mi chikulin no está a mi lado, recuerdo entonces que está a miles de kilómetros de distancia. No voy a llorar, yo elegí la soledad de la carretera. Salgo a mirar el mar, a pisar la arena de la playa, a darme un baño de vida, con las olas que me despierten el cuerpo y me alegren el alma, con la intención de disfrutar del presente. Como no estoy en lo que la gente llama zona naturista no me puedo bañar desnuda, la policía suele llamarte la atención en este tipo de sitios por escándalo público. A mi lo que me parece un escándalo es que no se tomen el desnudo con más naturalidad. Bueno, pues me baño con mi tanga amarillo, ya ves que diferencia, así no pasa nada, es decente porque no se me ve el sexo. El agua me activa, me siento viva. Cuando salgo, las miradas masculinas se posan en mi cuerpo, el dueño del chalete que ayer me ignoraba ahora me mira los pezones y hasta me saluda. El niño pijo del porsche pone su toalla muy cerca de la mía y al cabo de un rato se me acerca. Qué si tengo hora!! me dice el pipiolo...y luego que si quiero me lleva al pueblo a la noche a tomar unos cubatas. Ya ves, soy la misma de ayer, pero con los atributos físicos al aire el trato que recibo es muy diferente. Se qué tengo suerte de ser blanca, joven y de buen ver, por lo menos en lo que respecta a poder estar en la calle leyendo si quiero. De lo malo me pueden mirar mal, pero si llego a ser negra, Rumana o un viejo barbudo podrían incluso llamar a la policía. Es muy fuerte lo que determina nuestras vidas y nuestra libertad, el color y el cuerpo con el que hemos nacido. Pero ser joven, femenina y de buen ver me complica también la vida. En este viaje furgonetero me estoy encontrado mucho tío que se cree con derecho de venir a molestarme con sus groserías sólo porque estoy sola. Se me acercan con cualquier estúpido pretesto, se permiten mirarme lascivamente, se creen con derecho a todo, me ven como al ñu cojo; indefensa fuera de la manada.

Una caravana con matrícula portuguesa se ha puesto cerca de la mía, un digamos jipi con su perro ha llegado a la playa. Durante todo el día nos observamos sin molestarnos. Cuando está cayendo la noche me acerco y le digo que tenga cuidado porqué donde está aparcado pueden echarle. Me sonríe, es granadino y ya sabe cómo está el percal. Empezamos a charlar, me dice que no se ha acercado a mí antes porque no le va el rollo de acercarse a una tía y que se piense que quiere ligar; se lo agradezco. La conversación fluye espontánea, pasamos unas buenas horas juntos, nos entendemos muy bien. El tabaco se acaba y tiene que irse al pueblo a comprar, luego seguirá viaje. Nos despedimos deseándonos suerte. Le veo alejarse y me siento muy agradecida de haber disfrutado de su compañía, me deja ver que hay mucha gente que merece la pena, que aunque haya una gran mayoría de mete pollas también hay desconocidos con los que se puede charlar muy tranquilamente. Me vuelvo a mi hueco en la acera, bajo la farola continuo leyendo...