Caminos difíciles
Estaba atrapado, no podía respirar, pero poco a poco, milímetro a milímetro, se abría paso. Olía a sangre y notaba como un líquido viscoso empapaba su piel. Apenas podía mover las extremidades, pero avanzaba.
De pronto notó unas manos enormes aferradas a su cabeza. Todo ocurrió en breves segundos. Sintió como volaba y lo colgaban boca abajo. Un rápido golpe en las nalgas le hizo llorar.
—Enhorabuena, aquí está su hijo.