La importancia de un abrazo
Desde siempre he sido muy tímido cuando estoy en grupo. Suelo intervenir poco en la conversación, y cuando lo hago suele ser con miedo, con un hilo de voz o tan poca convicción en lo que digo que la gente, o no me hace caso, o pregunta a su vez: ‘¿Cómo dices?’. O a lo mejor cuando tengo algo que aportar no encuentro el momento apropiado, y cuando lo encuentro la conversación ha tomado otro rumbo y ya no tiene mucho sentido mi aporte intelectual.
- ¿De verdad que te pasa eso? Pues conmigo no te pasa.
- Claro, porque tú y yo no somos un grupo. Individualmente no tengo problemas, pero colectivamente me corto mucho. A veces estoy con gente, y si viene algún amigo tengo ganas de darle un abrazo, pero no me atrevo. Me da miedo que me diga ‘¡Pero tú qué haces!’, y me rechace.
- ¡Pues menuda tontería! A mí me encanta que me den abrazos. Tú no te cortes, verás cómo la gente responde. Así que espero que la próxima vez que me veas por ahí me des un abrazo.
Desde entonces lo he puesto en práctica, y la cosa funciona mejor de lo que esperaba. Al año siguiente de tener esta conversación, estando en Inglaterra, la gente venía al piso cuando se encontraba mal, a que les diera un abrazo.
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- Hola.
- ¡Hola! ¡Qué casualidad! ¿Vas también para Wellington?
- Sí, qué cosas, ¿no?
Pues sí, qué cosas. Nos habíamos visto dos días antes en un backpackers de Picton, yo estaba calentando agua para el té y ella cogió la tetera para rellenarla.
- No, no hace falta, la estoy calentando.
- Ah, perdona, es que no hay ninguna luz ni nada que lo indique.
- No worries. ¿Qué tal todo?
- Bien, bien en general, aunque llevo unos días regular, creo que es gripe, y físicamente no me encuentro muy allá.
- Entiendo. Escucha, ¿quieres que te de energía?
- ¿Darme energía?
- Sí, con las manos. Mira.
Coloqué mis manos sobre su espalda unos segundos.
- Gracias.
- De nada, mujer. Si esta tarde te sientes mejor, abrimos un negocio.
- Entonces, mejor que no me tome esto, sonrió señalando su vaso, porque no sabremos si es por la medicina o por la energía que me has dado.
- Mejor tómatelo, que todo ayuda.
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- ¿Cómo andas de la gripe?
- Igual, más o menos. ¿Y tú con tu energía?
- Como siempre.
Estuvimos hablando de todo un poco. De su trabajo, de que llevaba seis meses en Nueva Zelanda, de cómo cuanto más profundizo en el concepto de energía más me sorprendo, y más se sorprende la gente.
- ¿A qué te refieres?
- Pues que es asombroso cómo, gente que no cree en nada de esto, pongo mis manos sobre ellos, pero de forma natural, en medio de la conversación, y al rato me dicen, oye, qué me has hecho, que ya no me duele la espalda, o la muñeca. Y que sienten la energía, o lo que sea, fluyendo. ¿Tú sentiste algo?
- La verdad es que sí. Cuando me ofreciste darme energía mi primera reacción fue que no, porque un problema que puedes tener dando energía a la gente es que se acostumbren a recibirla siempre de otros en vez de buscar otras fuentes. Lo puedes ver normalmente en un grupo, que siempre hay alguien que coge energía de los demás. En mi caso ya te digo que mi primera reacción fue que no, pero luego dije, bueno, ha sido él quien me la ha ofrecido, a ver qué pasa, como un experimento.
- ¿Y qué pasó?
- Pues que sí sentí un montón de activación energética, claro que también pude ser yo que ante la situación provoqué esa sensación de forma inconsciente. De todas formas no utilicé esa energía porque no era mía. Pero si quieres podemos probar ahora, dijo tendiéndome la mano.
Seguimos hablando un rato, con su mano entre las mías, esta vez de cómo me sentía yo últimamente, de mi decepción con Golden Bay y Nelson, decepción provocada en último término por mis expectativas, de cómo parecía que el viento me empujaba hacia la isla norte, y de cómo sin embargo, en Picton, las cosas habían empezado a cambiar.
- De hecho, lo primero que me sucedió nada más llegar al backpackers fue encontrarme a un alemán y un italiano que compartieron su cena conmigo y me hablaron de las maravillas de Hopewell... ¿te encuentras bien?
- No mucho, la verdad, es extraño porque yo nunca me había mareado en un barco hasta que llegué al hemisferio sur, y aquí, cada vez que cojo un barco, me mareo.
- Bueno, pues te voy a dar de nuevo energía, a ver si ayuda.
Esta vez posé una de mis manos sobre las suyas y la derecha sobre su hombro. Seguimos hablando y al rato subí mi mano desde su hombro a su cuello.
- Anoche sin ir más lejos me puse a hablar con una chica inglesa, la que me había recomendado la ruta de por la mañana, y lo primero que me dijo fue que iba para Christchurch para cortar con su novio. Así que compramos una botella de vino y estuvimos hablando de la vida, las relaciones de pareja, de la evolución del concepto de relación a lo largo de la historia. Ella decía que quería llegar a los 60 con hijos y una familia, y que no quería arrepentirse en el futuro de haber tomado una decisión equivocada, porque de hecho su novio quería casarse y tener hijos, y aunque no fuera una relación perfecta, en realidad las relaciones perfectas no existían, y a lo mejor lo que había que hacer era perseverar y trabajar en la relación. Yo le decía que en última instancia la decisión que tomara no era importante, que lo realmente importante era que una vez que la tomara fuera consecuente con ella y no se arrepintiera pasase lo que pasase, porque de todas formas su vida posterior iba a estar llena de momentos buenos y momentos malos independientemente de esa decisión, y que todo dependía de la percepción de cada momento, no de decisiones pasadas.
- ¿Y qué pasó al final?
- Pues cuando terminamos la botella de vino me dijo que después de hablar conmigo se reafirmaba aún más en su decisión de cortar con su novio. Cosa de la cuál me alegro, no de que corte con él, por supuesto, sino de que haga lo que haga lo haga con convicción. Y por mi parte, pues me siento bien por ser útil.
Callamos un momento y aproveché para quitar mi mano de su cuello, pues no quería que se sintiera incómoda.
- No, no la quites, me siento mucho mejor si está ahí.
Estábamos llegando ya a Wellington. El ferry comenzó a reducir su marcha.
- ¿Y no te cansa estar dando continuamente energía, como anoche a esa chica o ahora a mí?
- Bueno, en realidad no estoy dando energía de forma continua, de hecho una de las cosas que me faltan mucho en este viaje es el intercambio de energía y conocimientos, y por otra parte, yo me veo más como un canalizador de energía que como un donador. Aunque un poco fatigado sí que termino. Lo que sí que hago luego es pedir un abrazo, si a la gente le apetece, y así me vuelvo a recargar.
- Ajá, y así a tu vez cierras el círculo.
- Supongo.
Así que nos abrazamos. Y cerramos el círculo. Y fue como volver a casa. El olor de su piel me recordó a las praderas fragantes de mi no-Extremadura. A las balas de paja amontonadas en otoño. A la tahona del pueblo de mi padre por las mañanas temprano, al olor del pan recién hecho.
- ¡Wow! ¡Gracias!
- Gracias a ti. ¿Me das otro abrazo?
- ¡Claro!
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Ahora Heike y yo estamos viajando juntos por la isla norte. Wellington, Raumati South, Napier, Rotorua, Coromandel... Nuevos lugares donde darnos nuevos abrazos.
2 comentarios:
Creo que el mundo sería mejor si más gente relagara abrazos, que al fin y al cabo es como regalar amor...personalmente he perdido algunos amigos "gracias" a mis abrazos, aunque he encontrado muchos otros mejores, y lo que es mejor me he encontrado a mí misma.
Como sabéis, somos energía, formados por la misma materia del Universo e interactuamos, como ésta. Por mi parte, me siento muy unida a la tierra y me ofrece muchas sensaciones. De las personas, recibo también otras tantas, unas mejores y deseables y otras simplemente de las que aprender más. Estoy convencida de que la vida actual nos ha hecho perder esta forma de contacto, por llamarlo de alguna manera, pero hay mucho por explotar, sobre todo el poder de la mente. Todo, científicamente probado. Así es que, disfrutad de lo que la madre naturaleza nos ha dado. CARPE DIEM!
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