Día de pesca
De niño solía pescar, junto a mis amigos, en un pequeño regato. Nuestros aparejos consistían en un anzuelo, un palo, una boya diminuta, un plomo y un trozo de sedal. En muchas ocasiones no usábamos cebos. Los pececillos, atraídos por el brillo metálico del anzuelo en el agua, se dejaban atrapar. Pronto teníamos un cubo lleno.
Un día nos cruzamos con un pastor y nos dijo que a esos peces pequeños les llamaban pardillas. Un buen nombre para animalitos tan ingenuos.
El regato ya se secó, pero las pardillas —y pardillos— aún viven y se reproducen por todos lados.