El placer de no hacer nada
Pasear. Eso es lo que llevo haciendo desde el lunes. En Alicante, en el Dragon, y ahora aquí, en Granada. Es muy fácil acostumbrarse a esta vida. Voy con el didgeridoo, por si se tercia tocar en algún sitio, o con gente, y una mochilita con algo de ropa, un libro, y el cuaderno de notas. Suficiente. ¿Para qué más?
Acabo de entrar en una tetería que me ha recomendado un chaval, al lado del Mirador de San Nicolás. El dueño ha dejado un té Brisa de Oriente en mi mesa, y tienen argilas. Igual me pido una, igual no. Igual sigo paseando, como algo, o igual no. Igual tiro mañana para el Raw Food Gathering, Healing Rainbow, en Nerja, o igual tiro para Madrid directamente.
Qué más da ahora. No tengo ninguna prisa. Qué sencilla es la vida cuando no es necesario decidir.