miércoles, agosto 26, 2009

Edgar de Ribeiro

Las cosas en Bangkok funcionan muy diferentes. Esperando a la xina me sigo dejando llevar, haciendo lo que me apetece, sin prisas. La gente de la calle no habla inglés, así que por ejemplo, para coger un taxi es mejor tener apuntado en un papel a dónde quieres ir y enseñárselo al conductor, y a veces ni por ésas. Y luego siempre están intentando tangarte, el taxi que me trajo desde el aeropuerto marcaba 430, y el tío me pedía 500. 'Pero por qué 500, si ahí pone 430', decía yo, y el taxista, en un inglés super primitivo (es más fácil entender a mi amigo Rafa el califa con su acento de Montilla) diciendo '50 extras y 20 de propina'. Luego resulta que los 50 extras son normativos por venir desde el aeropuerto, pero claro, yo con mis paranoias. Y hoy me ha pasado lo mismo viniendo a la embajada de Portugal. Busqué la dirección en internet (¡bendito google!), la apunté en una tarjeta de masajes en los pies con peces que se comen tu piel muerta y salí a la calle. Que te pare un taxi en Bangkok es lo más fácil del mundo: te plantas al lado de la acera, miras a tu alrededor con aire despistado, y te paran. Además dos o tres, uno detrás del otro, para que elijas. Me monté en el primero y no conocía la dirección, así que me monté en otro y lo mismo, y todos dando la vuelta a la tarjeta y mirando lo del masaje de peces, y yo '¡Ne, ne, la otra!' Al final di con uno algo más espabilado que preguntó por el walki, luego avanzó unos metros, se bajó del taxi, le preguntó a otro tío que paró por la calle, se volvió a subir, volvió a repetir la misma operacion y finalmente anunció con aire de triunfo que ya sabía a dónde íbamos. Cuando llegamos el taxímetro marcaba 120 bath, pero él me pedía 200. Le di 150 y le dije que lo sentía mucho, pero que yo era pobre y 50 bath son 50 bath. En realidad no es nada, algo más de 1 euro, pero tengo la impresión de que en Australia me he gastado demasiada pasta y necesito estar un tiempo con economía de guerra. Patrones mentales de comportamiento, que también pueden ser autoinducidos.

Lo de venir a la embajada de Portugal arranca de cuando aún estaba en New Zealand. Volvía de Auckland a Wellington para el concierto de Joe y antes paré en Raumati South para visitar a Erin. Esperándola en un café al lado de su casa con el didgeridoo y la mochila se me acercó una viejecita muy simpática que me preguntó si yo también tocaba en el evento, le contesté que iba a tocar un par de días más tarde en Wellington y que de qué evento me estaba hablando. Al parecer estaban presentando un libro de poemas de distintos autores que habían declamado en aquel garito (una vez al mes tenían una tarde de poesía), y me regaló un ejemplar. Seguimos conversando y cuando le dije que era de Badajoz y que mi ciudad está a dos kilómetros de Portugal, me dijo 'Ah, fíjate tú, que yo tengo un amigo brasileño, Edgar de Ribeiro, que trabaja en la embajada portuguesa en Bangkok'. Entonces fue mi turno de decirle que en un par de meses yo iba a estar en Bangkok, y que si quería me leía el libro y cuando llegara a Tahilandia se lo llevaba de su parte a su amigo. '¡Oh, that would be wonderful!', y tras dedicarle el ejemplar a su amigo me dio dos besos y se despidió.

Y dos meses después ya estaba yo a punto de completar la misión que May me había encomendado. Atravesé el portal de entrada de la embajada y el guarda de seguridad me interpeló, 'Wachi wachi tai tai'. Le entregué mi pasaporte y me lo devolvió junto con un id de visitante. Con éste me fui a recepción a preguntar por Edgar de Ribeiro, pero no le conocían. Salió un señor de un despacho, me dirigieron a él y le conté toda la historia en mi portugués chapurrero. 'Lo siento, Edgar de Ribeiro no trabaja aquí'. 'Es brasileño', le comenté, 'Ajá, pues si es brasileño probablemente trabaje en la embajada de Brasil, en el edificio Lumpini'. '¿Está muy lejos la embajada brasileña?'. 'No, qué va, 20 minutos en taxi'. 'Ah, perfecto, oubrigadinho. Otra cosa, me podría escribir la dirección en un papel para el taxista?'.

Y con mi dirección de la embajada brasileira escrita en thai (qué nivelón) paré a otro taxi, que enseguida exclamó '¡Ah, brazil embassy!', y me llevó directo al edificio Lumpini. Éste no me quiso tangar, así que le di los 60 bath de propina que no le di al otro, por majo. Y me subí a la planta 34, a la embajada brasileña, con mis chanclas, mis pantalones thai desteñidos y mi camiseta sin mangas del Alcatraz swimming team llena de churretones negros del trekking de tres días que nos hicimos en Katherine Gorge (que la hemos lavado pero va a haber que echarle lejía para que empiece a ser blanca de nuevo). Me dirijo a recepción y pregunto por Edgar de Ribeiro. '¿Quién pregunta por él?'. Parece que le conocen. 'Dígale que soy un amigo de May, de Nueva Zelanda'. '¿Tiene usted cita?', 'No, no tengo cita'. 'El señor embajador está muy ocupado, pero apunte su nombre y se lo transmito'. ¿Eins? ¿Señor embajador? Qué cosas. Cojo un papel y apunto 'Didgewind, amigo de May, de Raumati South, New Zealand'. 'Espere un momento'. Me siento 5 minutos y aparece otra secretaria. 'El señor embajador tiene mucho trabajo, pero si espera en 20 minutos podrá atenderle. Venga conmigo'. Me lleva a una habitación con unas vistas de Bangkok impresionantes. '¿Le puedo traer un café o un té mientras espera?'. Al rato vuelve a aparecer. 'Disculpe por la espera, pero el señor embajador está muy ocupado'. 'No se preocupe, no tengo prisa'. Y por fin aparece Edgar de Ribeiro, un tío muy campechano que me sonríe al tiempo que me da la mano y me dice '¡Hola! Perdona que te ,haya hecho esperar. ¿Eres amigo de May?'. 'Mäs o menos', respondo, 'No sabías que eras el embajador'. 'Nada, éste es un trabajo que tengo para poder pagar a mis ex-mujeres. ¿Tú eres escritor también?'. Y le cuento mi historia a medias, porque como buen diplomático no para de hablar y hablar y no me deja meter baza. Me recomienda lugares para visitar en Bangkok, Thailandia y el sudeste asiático y me da una tarjeta con su email y su número de teléfono por si necesito algo o doy alguna actuación con el didgeridoo por aquí cerca, que le avise. Tras regalarme unas guías de la zona ('Ésto te lo dan en cualquier oficina de turismo') nos despedimos con un abrazo. 'Me ha encantado conocerte', me dice, 'ahora mismo escribo a May y le cuento'. 'Dale recuerdos de mi parte', contesto. Me monto en el ascensor y me marcho.

No soy director de banco como quería mi madre. Pero hoy me he hecho 'medio amigo' del embajador de Brasil en Bangkok.

5 comentarios:

JAL dijo...

¡¡ Tío, ¿qué tal? !!

Veo que sigues entretenido, hace tiempo que no coincidimos para que me cuentes algo.

Un abrazo.

Lupa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Flordlotto dijo...

Que grande la historia!!!

MUAKS!!!

Flordlotto dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
JTô dijo...

Chavalote, eres único!

Con esto sí que puedes "fardar" en Badajoz - tú, o tu familia... allí estas cosas les encantan, ¿no? Aunque creo que tú estás más lejos -y no hablo de distancia física- de todo aquello aún que yo...

En fin, y yo que quería haberte visitado en NZ. Ya se pasó la ocasión, ¿eh?