lunes, junio 25, 2012

Un Nuevo Mundo

Salgo de la ciudad, panel de abejas sin miel ni abejas, donde he permanecido seis días rastreando el latido sordo de mi conciencia agnóstica. Un poco de busking, un poco de programación, mucho de ansia por salir de allí y frustración por buscar lo que viene y no aceptar el momento presente. Me dirijo al campo, a Warburton, parada intermedia de tres días  antes de entrar a servir en un centro Vipassana en Woori Yallock.

No se puede decir que no tenga expectativas. Voy a un pueblo en medio del bosque, de couchsurfer a casa de una chica de mi edad madre de dos niños preadolescentes. Mi ideal son unos alrededores frondosos, con vegetación abundante por donde dar largos paseos y sosegar el alma; una casa de madera acogedora donde descansar y leer tranquilamente sorbiendo una taza de té junto al fuego; y un ama de casa comprensiva y cariñosa a la que poder amar estos días. Y a la que regresar cuando termine el curso, y pasar quizás unas cuantas semanas mientras espero a la nena y encamino un trabajo de desarrollo que voy a hacer a medias con Mikel.

Descendiendo un escalón del ideal soñado, y siendo más realistas, encontrar una madre amorosa con quien compartir arrullos y cama, aunque no quimérico, si es bastante utópico, pero al menos los alrededores bucólicos y la casa acogedora serían muy bienvenidos por mi parte, y aunque sólo los alrededores me inspiraran paz ya me daría por satisfecho. Si no, pues lo que ya me ha sucedido muchas veces, si te quejas no disfrutas lo bueno que hay, cuando se cierra una puerta se abren otras diez, y no llores cuando se oculte el sol porque tus lágrimas te impedirán ver las estrellas.

Así que a ver qué pasa.

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