martes, junio 05, 2012

Unos vecinos intolerantes

Tengo unos vecinos que no aguantan nada. Entiendo que si montáramos escándalos constantemente, estuvieran mosqueados, pero lo que no entra en mi cabeza es que las tres veces en un año –siempre en sábado- que he tenido visita en casa, me hayan llamado la atención en cuanto el reloj ha pasado de las doce de la noche. Como pueden imaginar, no es que en mi casa pongamos la música alta, o contratemos a algún grupo de percusionistas, o nos juntemos cincuenta personas bailando en el salón, ni mucho menos. Me refiero al ruido que pueden hacer dos familias con niños tranquilamente reunidas. Lo curioso del tema es que de estos vecinos me separan dos plantas. Pero todavía me puedo dar por conforme, porque llegaron a denunciar en su día al del cuarto (ellos viven en el primero) por un perro que ladraba de vez en cuando. Les he oído muchas veces protestar por los llantos del bebé que vive en frente, por los niños que juegan en el patio, por la verja exterior cuando alguien entra o sale del edificio, por el sonido de pasos en las escaleras e incluso porque la gente de ducha por la mañana temprano. Es algo fuera de toda lógica. Su intolerancia es terrible y son un grano infestado dentro de la convivencia normal de una comunidad de vecinos.
Creo –y cualquier día se lo digo- que se han confundido de vivienda. Para ser felices, tenían que irse a una cabaña en mitad del monte, muy alejados de cualquier núcleo de población y de cualquier contacto humano. Y pueden dar gracias que vivimos en un barrio relativamente tranquilo. No sé que hubiera sido de ellos si estuvieran en otras zonas más conflictivas de la ciudad.
Cuando cuento estas cosas, recuerdo la vieja historia de aquel señor que estaba dormido. Su sobrino, para gastarle una broma, le untó el bigote con un trozo de queso apestoso. Cuando se despertó, renegó de todo el mundo porque decía que olía mal donde quiera que iba y se enojaba con el que se cruzaba en su camino, sin saber que el problema estaba en él mismo.
La próxima vez que vea a mis vecinos del primero, les recomendaré que se laven el bigote con bien de agua y jabón, a ver si acaso.

2 comentarios:

Ricardo dijo...

Creo recordar que Didge y yo compartimos un piso en el que el vecino de arriba era del mismo tipo. Nos llamaba la atención porque decía que las puertas (todas las de la casa) había que cerrarlas girando el pomo y llevando la puerta hasta el final, luego soltanto el pomo, de manera que no hiciésemos ningún ruido. Afortunadamente, mi capacidad para ignorar al personal por aquel entonces estaba muy desarrollada. Ánimo.

Anónimo dijo...

Puede ser reacción a la gran ciudad... El caso es que hay gente que se dedica a estar pendiente de los demás: siempre conviví con algún vecino problemático y jamás hubo queja por mi parte: todos somos libres, hasta donde empieza la libertad del otro.
Por otro lado, nadie ha considerado el dineral que se ahorran las constructoras en los muros y aislantes...¡ahí está la cuestión!