Martes por la mañana, paseo por la Gran Vía de Madrid dejándome envolver por el ambiente que le da la luz del día, tan diferente del que le da la oscuridad de la noche; tan vitales e interesantes ambos. He quedado para comer con una amiga que está como loca porque se casa en unos meses y quiere presentarme a su futuro marido. Es curioso que me haya invitado a la boda cuando apenas si la he visto en los últimos años y ni siquiera conozco a su chico. Por lo visto son inseparables y a ella ya no le apetece quedar con nadie que no sea él. A menudo la gente comete el error de dejar a sus amigos a un lado para dedicarse a tiempo completo a sus parejas, y luego, cuando la relación se rompe, se encuentran con que se han quedado solos. En fin, camino por la calle Montera, observo a las putas y a sus presuntos clientes. Parece que trabajen 24horas. La luz del día hace su trabajo más duro, bajo las sombras de la noche les debe resultar más fácil.
Tengo ganas de ver a Susana, de charlar con ella como hacíamos antes de que se echara novio, pero sé que el tema de conversación durante toda la comida se centrará en su vestido blanco que ahora no la convencerá, en sentar o no a fulanito en la misma mesa que a menganita, en si el menú es el adecuado...Me invade un tremendo hastío de pensar en la pérdida de tiempo de preparar un bodorrio, de charlar sobre algo que me interesa tan poco, con la de temas interesantes de los que podríamos disfrutar durante la comida, ¿o será que ya no nos quedan y por eso la vida nos ha separado tanto? Puff, necesito coger energías antes. Decido ir al Skalaria un rato, tomar un buen té, fumar un porrito y leer la revista que publican cada mes. El Skalaria, tan concurrido y ruidoso por la noche, es un bar tranquilo por las mañanas donde apenas si somos cuatro personas ensimismadas en nuestras lecturas. Entro por la puerta y me dirijo a mi mesa preferida, la del rincón al lado del ventanal. Ya estoy saboreando mi momento cuando veo que un chico va en la misma dirección Mierda, me va a quitar la mesa Acelero el paso pero está visto que él llega antes. Se da la vuelta para mirarme.
- ¿Te ibas a sentar aquí?
- Eh,...sí, pero no pasa nada, me siento en esta de al lado
- A mí me da igual una que otra...
- Ah, pues si te da igual acepto la oferta...es que es mi mesa preferida en este bar
- Siéntate tú entonces, yo me siento en la otra, me estoy terminando un libro y es de eso que estoy tan metido dentro que me voy a olvidar al instante de donde estoy sentado
- Gracias.
Mientras nos sentamos, me pongo a mirar de reojo el libro que está leyendo “Primavera con una esquina rota“. Vaya, que buen libro.
El camarero se puso en medio de los dos y me preguntó que quería.
- Un té moro y un trozo de tarta de chocolate.
Noto que el chico me mira por detrás del cuerpo del camarero mientras pido. Es su turno y le oigo pedir:
- Un té moro y un trozo de tarta de chocolate.
Sus ojos son negros, profundos, interesantes...No dejan de mirarme.
-No es que me hayas dado envidia, es que es lo que suelo pedir siempre.
Me sonríe, tiene un colmillo que sobresale por el resto de los otros dientes y queda mordisqueando ligeramente el labio de abajo. Qué chico más atractivo. La coincidencia pica mi curiosidad y le comento:
-Primero la mesa, luego el té y la tarta...y además me he leído “Primavera con una esquina rota“ la semana pasada...parece que tenemos gustos parecidos...
Se mete la mano en el bolso, saca una cajita de madera y la abre para enseñarme lo que lleva dentro: marihuana, papelillo y mechero. Me echo a reír.
-Toma, hazte uno...que seguro que era con lo que ibas a acompañar el menú...
Su voz suena muy masculina y dulce, combinación perfecta. Nos reímos y charlamos un rato mientras nos deleitamos con la trilogía de sabores. El cuarto placer, su risa, me hace flotar en el Skalaria.
-Voy a tener que ir al baño. Decimos los dos a la vez, y nos echamos a reír. Estamos fumados, embriagados por la magia del humo que aparece reflejado por el sol. Nos levantamos y bajamos las escaleras hacia los servicios. Giro el pomo del de chicas pero está cerrado.
-Ups, tengo que subir a pedir la llave.
-Entra en el de tíos si quieres, te espero.
Entro a mear, me siento muy bien. Decididamente me encantan las mañanas de los martes. Salgo y sonrío a mi desconocido compañero de la mañana. Está apoyado en el lavabo, hay poco espacio para pasar entre él y la pared así que nuestros cuerpos se rozan. Él posa ligeramente su mano sobre mi cintura mientras paso y mi cadera nota el volumen en reposo de su entrepierna. Nos miramos y me dice:
-También ahora te apetece hacer lo mismo que a mí.
-Sí .Respondo sin pensar.
Me pasa una mano por la nuca, con la otra me rodea toda la cintura y me da un tierno y jugoso beso. La atracción y la química llenan el ambiente al instante. El volumen de su rabo había aumentado y lo noto a la altura de mi ombligo, mi tanga se está humedeciendo a cada movimiento de nuestros cuerpos. Sus manos bajan por mi culo y llegan a mis muslos, las siento subir ahora por debajo de mi vestido. Van avanzando por su cara interior muy despacio hasta detenerse en la tela del tanga. Con la otra mano me saca una teta por encima del sujetador y comienza a chuparla. Retira el tanga a un lado y me roza con sus dedos. Ahh! Se resbalan por todo mi clítoris, juguetean con él, hasta bajar y meterse dentro de mi sexo. No puedo dejar de besarle, de agarrarle el culo con fuerza, de lamerle los pezones. Le quito los pantalones, le manoseo la polla por encima del calzoncillo mientras sus dedos no dejan de buscar y acariciar mi entrepierna. Me baja el tanga arrodillándose un poco y mordisqueando mi tripa. Me arrincona contra la pared, me levanta y abrazo su cintura con mis piernas. Es alto, fuerte, muy moreno, me resulta muy atractivo. Coloca la punta de su polla en mi clítoris y moviéndola muy suavemente la mete un poco dentro de mí. Paramos por un momento de besarnos, chuparnos y tocarnos, nos miramos a los ojos. Cojo mi bolso y saco un condón, al contrario que quitarme el rollo, la interrupción me pone más cachonda, la idea de sentirle dentro en unos instantes me hace desearle más. Muerdo la envoltura mirándole llena de deseo, le cojo la polla y comienzo a meneársela suavemente, le enrollo el preservativo y recorro toda su longitud. Tiene una buena polla. Nos besamos de nuevo, me siento encima de la mesa de mármol del lavabo, coloca su cuerpo entre mis piernas, coge mi cara con una mano, desliza su dedo pulgar hacia mi boca, acaricia mis labios, le cojo el dedo con mi lengua y se lo empiezo a comer ansiosa. Se agarra el miembro con la otra mano y lo deja justo en mi sexo para luego, cogiéndome de los hombros, empujarlo hacia dentro lentamente y sentir cómo entra; grande y duro. Los suaves movimientos de nuestros cuerpos comienzan a ser más rápidos, mis pies hacen fuerza contra la pared y mis manos se agarran al borde del mármol. La violencia de nuestros movimientos, de nuestros sexos golpeándose uno dentro de otro, hace que la mesa se tambalee. Paramos. Me incorporo y noto como su polla se sale. Ahh. Me giro rozando mi culo con su cuerpo, con su miembro erguido. Me inclino sobre el lavabo, mi cara frente al espejo, la suya también, y le muestro mi culo, mi sexo pidiéndole ser penetrado. Siento de nuevo su polla dentro de mí y gemimos los dos de placer. Alarga una mano para deslizar sus dedos en mi clítoris. Miro sus ojos a través del espejo que siguen el movimiento de mi teta saliendo por fuera del sujetador. La intensidad que precede el orgasmo aparece, cierro los ojos, se escucha el golpetear de mi colgante contra el espejo, el golpeteo rítmico de nuestros sexos chocando, ese sonido hueco acompañado por el de la mezcla de fluidos. Abro los ojos, nuestras caras están llenas de placer, de deseo. Una pequeña convulsión me agita, me voy a correr. Gimo más intensamente mientras él se muerde el labio con su colmillo, mira mi espalda, mi cintura estrecha que se ensancha en unas grandes caderas; su movimiento. Pongo mi mano sobre la suya que sigue acariciando mi clítoris con rápidos movimientos, la aprieto un poco, acelero el ritmo de mis caderas y me corro, aprieto fuertemente las piernas mientras sigo moviéndome cada vez más rápido, oigo su voz, distingo los gemidos precedentes a la salida del semen. Se dobla sobre mí, me abraza por el pecho y me da un beso en la espalda mientras las convulsiones orgásmicas agitan nuestros cuerpos. Permanecemos así unos segundos, y entonces alguien intenta abrir la puerta del baño. Mi desconocido amante cierra rápidamente.
-Un momento. Grita.
Me incorporo, su miembro relajado sale de mi interior. Busco mi tanga mientras él se viste. Nos damos un beso. Un espasmo orgásmico me recorre el cuerpo y aprieto las piernas. Me mira y sonríe. Me sube el vestido, se arrodilla con su cara a la altura de mi coño, retira el tanga con un dedo y siento la punta de su lengua en mi clítoris empapado, Me lo lame increíblemente bien unos segundos y me corro en sus labios, en su colmillo tan sexy. Le cojo la cabeza entre las manos y le levanto. Nos damos un beso con el sabor de mi sexo. Nos abrazamos y golpean en la puerta.
-Ya va. Dice con su voz tan dulce y tan masculina. Oye, yo voy a entrar a mear, que al final me has entretenido y...¿Me esperas arriba?
Salgo del baño sonriéndole. El chico que llama a la puerta me mira y me da la risa, estoy fumada y muy satisfecha.
Una vez arriba los dos, sentados en la misma mesa (en mi favorita), charlamos y reímos durante un buen rato. Miro la hora y veo que tengo que irme a comer con mi amiga y su futuro marido.
-Bueno, tengo que irme, he quedado para comer....no sé, si eso nos vemos otro día por aquí.
-Me podías dar tu teléfono y quedamos.
-No sé... casi prefiero dejarlo así...ha estado muy bien, no vayamos a estropearlo...si nos volvemos a ver estupendo, pero lo de darnos los teléfonos y quedar...no sé...
-Mira que eres rara... Ha sido un polvo de puta madre...y antes de eso nos hemos reído mucho...
-Sí, ha sido una buena mañana... Yo que sé, no me mires así, acabo de echar un polvo con un desconocido en el cuarto de baño y creo que prefiero que sigas siendo un desconocido...no quiero saber ni tu nombre, ni a que te dedicas, ni ninguna otra cosa poco interesante de tu vida que cambie la magia de este día...
-Está bien...bueno, espero que nos volvamos a encontrar un día de estos...
-Seguro.
Nos damos un abrazo y un pico, nos sonreímos. Salgo del bar y los pitidos de los coches me devuelven a la realidad. Camino hasta el restaurante pensando en que igual he sido una gilipollas por no haberle dado el teléfono, a lo mejor era un tío de puta madre. En fin, ya estaba dicho...y hecho. Mi sonrisa debe ser grande porque la gente me mira. Sí, acabo de echar un polvazo. Entro en el restaurante con un humor excelente, ahora si que tengo energías para aguantar el tema menú de bodas. Susana ya estaba allí.
-¡Qué sonriente vienes! ¿Qué tal estás?
-Muy bien y ¿tú? Si te cuento lo que me ha pasado...pero mejor luego, ahora la que tiene que contar eres tú, ¿estás muy enamorada o qué?
-Sí, la verdad es que sí. Es un tío de puta madre...Estoy histérica con la boda, no veas los preparativos que hay que hacer, no tengo tiempo de nada...
Estoy preparada para pasar una comida escuchando y asintiendo con la cabeza, además, se ve a Susana tan emocionada que da gusto escucharla. Pedimos vino y brindamos. Miro por los cristales a la calle, hace un día estupendo. Susana saluda a alguien con la mano.
-Mira, ya está Borja aquí. Ya verás, te va a caer fenomenal.
Me giro para recibir al susodicho con mi mejor sonrisa y allí está Borja, el mismo con el que acabo de follar en el cuarto de baño. No sé a quién de los dos se le descompone antes la sonrisa. Nos damos dos castos besos. Increíble, menudo capullo. Susana le abrazaba tiernamente. Ésta si que va a ser una comida tensa. Susana no para de hablar toda sonrisa, su cara iluminada por el amor. Borja y yo apenas pronunciamos síes y noes. Me imagino su rabo duro penetrándome, mezcla de excitación y asco. Con lo contenta que me hubiera ido a casa sin haber vuelto a saber nada de él, imaginando que había follado con un tío perfecto, la idea romántica me hubiera acompañado algún tiempo durante ensoñaciones y masturbaciones. Ahora sólo quería gritar lo hijo de puta que me resultaba por haberme implicado en una infidelidad con una amiga. ¿Cómo iba a ocultárselo a ella? ¿Cómo decírselo? Mi tanga todavía estaba mojado. Mi sexo todavía tenía pequeñas convulsiones. Llegó el momento en que el vino hizo sus estragos y Susana nos dejó solos para ir al servicio.
-Ves cómo era mejor ser unos desconocidos...tienes un nombre espantoso. Intenté bromear.
-Oye, no puedes decirle nada a Susana, nos vamos a casar...y yo la quiero...
-No me vengas con rollos, o se lo cuentas tú o lo hago yo...elige.
Puso su mano sobre la mía, la misma que me había llevado al orgasmo, la misma que acababa de pasar por la cara de mi amiga. Me miró con sus preciosos ojos negros, acercó la rodilla por debajo de la mesa a mi entrepierna.
-Por favor, es mejor que no se entere...
Una parte de mí deseaba restregarse contra su rodilla, otra me hacía odiarle por lo que le había hecho a Susana. Bebí de un trago mi copa casi llena y la volví a rellenar. Corté por lo sano.
-Me voy, te dejo con tu chica y espero que se lo cuentes...de otra manera se lo contaré yo y será peor...
Me desprendo de su mano que intenta agarrarme, y me levanto sin mirarle. Salgo del restaurante con ganas de reír y llorar al mismo tiempo. ¿Qué hubiera pasado si le hubiera dado mi teléfono cuando aún era un desconocido y no le hubiera visto hasta el día de la boda? ¿Hubiéramos sido amantes hasta ese día?
Paseé sin parar hasta que se hizo de noche, pensando en la de cosas que pueden pasar un martes por la mañana y cambiar la vida de alguien. Pensando porqué la felicidad de unos se convierte a veces en la desdicha de otros. En cómo un buen polvo con un desconocido pasa a ser una infidelidad. En la libertad de actos de estar soltera. En la responsabilidad que conlleva tener pareja... Pienso, en fin, en mi vida y en la de Susana. Y en medio de mis pensamientos no puedo dejar de ver el colmillo de Borja clavándose sobre su labio, humedecido por mi sexo.