jueves, septiembre 09, 2010

Vivir paseando. Pasear viviendo.

Caminaba perdida por las calles, o perdida caminaba, mientras se preguntaba qué haría en las próximas horas. No tenía porqué quedarse si no quería y no tenía porqué marcharse tampoco. No sabía qué hacer y por eso paseaba al ritmo del corazón, al trote, porque el miedo a elegir se le estaba empezando a agarrar al pecho - Decida lo que decida estará bien…caminos diferentes que van formando mi vida...nunca se sabe a dónde van a dar - Pero las palabras no le daban suficiente claridad, esta vez no. Patear siempre daba mejor resultado aunque hoy ya llevaba unas horas sin parar y la cabeza le seguía dando vueltas al círculo de preguntas sin respuestas, al de problemas y soluciones – Joerse, qué no hay preguntas ni problemas! Por eso no hay que buscar respuestas ni soluciones- El ritmo de sus pasos iba más lento que el de sus palabras así que aceleró aún más.

Ya le ocurría desde muy pequeña. La felicidad futura le ponía tan nerviosa que siempre pensaba que se iba a morir antes de disfrutarla.

- Te has lavado los pies? - Le preguntaba siempre su abuela antes de meterse en la cama con ella.

- Sí abuela, hoy de verdad que sí.

Empezaba el verano y al día siguiente iban al pueblo, no quería hacerla de rabiar, no sólo para que no se enfadara con ella en vísperas de la salida, si no porque estaba tan emocionada que no tenía ganas de reñir con nadie. Ni siquiera para defender, una vez más, la felicidad que da andar descalza ante la felicidad que dan unas sábanas más limpias. Una vez metidas en la cama revisaban mentalmente el equipaje, el bocata… Pensaban en quién iban a ir a visitar primero, en quién estaría ya en el pueblo y en quién no… Zade nunca podía dormirse esa noche, así que tiraba a su abuela de la lengua hasta muy tarde. En la oscuridad, escuchando los ronquidos de su abuelo en la cama de al lado y la respiración asmática de la abuela que dormía plácidamente junto a ella, empezaba a imaginar que igual tenían un accidente con el autocar y se moriría antes de llegar al pueblo. En el autobús, los nervios le atacaban todo el cuerpo y a veces se mareaba. Sus abuelos siempre le contaban las mismas historias sobre los sitios por los que pasaban y así, tras años de oírles, calculaba cuánto quedaba para llegar. La historia del piojo que vivía en aquel castillo tan pequeño significaba que estaban muy cerca de Madrid todavía, la del marido de Inés que no sabía atarse los zapatos y se tropezaba con los cordones cayendo por las cuestas de aquella ladera, pillaba a mitad de camino. La del dragón Zamparrón que se comía la merienda de sus primos significaba que ya estaban llegando. Qué alegría!

- Abuela mira, han venido también Marta y José Manuel a buscarnos! - Gritaba mirando por la ventanilla, ya a salvo.

Con los años fue aprendiendo a no tenerle tanto miedo al autobús de línea porque al final siempre llegaban bien. Observó además que en el viaje de regreso a Madrid nunca pensaba en que se iba a morir. Miraba el paisaje y revivía lo que había ocurrido en esos dos meses de verano. Una gran sonrisa y alguna que otra lagrimilla de final de verano. Tampoco escuchaba en el camino de vuelta a sus abuelos pero es que ellos tampoco contaban ninguna historia entonces.

Con el tiempo el miedo a la muerte se transformó en miedo al amor. Cuando salía con Lucas todo iba tan bien, todo era tan fácil, que tenía miedo de que se acabara y empezó a soñarse que él se iba con otra. Sin darse cuenta desarrolló unos celos que curiosamente la llevaron a liarse con otro.

- Tenemos que hablar Lu… Ayer…ayer…ayer me lié con un amigo…un amigo mío…que…

- Ah,… Ah,… sí? Y…

- Bueno, será mejor que lo dejemos…yo…

- Sí, bueno…yo, ah…es que…te llamo mañana…

Zade seguía caminando al trote, viajando por el agujero fractal del tiempo pasado que te atrapa en una realidad que no existe, que sólo lleva a un infinito que no llega nunca. Para salir, coger el desvío al tiempo Zero, sentarse y sentir que el infinito ya ES.

Cruzando el Puente Segovia le vino otra vez a la cabeza el sueño de la noche anterior. Hacía mucho que no soñaba que se moría. Otra vez se repetía el sueño de salir lanzada de un puerto de carretera, siempre en la subida, hacia el precipicio, pero anoche no conducía ella…Y en el momento del vértigo no tenía miedo, tenía curiosidad, como otras veces, y se decía: Ahora voy a saber de verdad lo que es la muerte, esta vez sí que no es un sueño, me voy a morir…Los ojos muy abiertos para no perderse nada…Y entonces, claro, se despertaba. - La última vez fue muy diferente - recordaba- esa en la que unos terroristas ponían una bomba en el parque y una enorme luz blanca, como una explosión nuclear, se acercaba lentamente hacia donde estaba… pero pensé que no quería morirme, que no tenía ganas de sentir esa sensación otra vez, que quería seguir viviendo…y el sueño continuó… No se había dado cuenta hasta entonces de que la muerte era eso, estar despierta. De que Vivir sin soñar era estar muerto.

Una voz le sacó de su soliloquio:

- Camina con la cara alta! A mí me pareces muy bonita!

Un hombre en pantalón corto de deporte que venía en dirección contraria, la miraba dulcemente. Iba corriendo con una sonrisa. Zade levantó la cabeza dándose cuenta de que iba una vez más mirando al suelo y hablando sola. Le sonrió muy contenta. Qué majo! Estaré tan bonita de verdad?...Claro! el tono de su voz era sincero y feliz. Observó que ahora seguía hablando sola pero al menos llevaba puesta una sonrisa y la cabeza alta.

Estaba cerca del parque de Las Tetas, el atardecer le esperaría allí, qué bien! - Sólo se habla del amor cuando nace o muere, su transcurso no parece importarle a nadie, las parejas cambian de equipo constantemente. El amor se aburre. Pobres hombres! Pobres mujeres! Siglos de mentiras, guerras y violaciones…Herencia de siglos que sigue con nosotros en cada latido… Estamos locos! Deberíamos estar liberándonos a cada paso de ella…

El atardecer le esperaba en el parque de las tetas. Sentada en su Teta preferida, los naranjas, rosas y morados jugaban con las nubes enfrente. Se marchaba! Esa misma noche cogería la mochila y se iría a la estación de Atocha. Seguro que la iría a recoger. Zade sonrió porque el tren nunca le había dado miedo. Dormiría plácidamente, sin soñarse con accidentes. El paseo le había devuelto la sensación de que la felicidad presente es la única que existe.

1 comentario:

madi dijo...

Me ha encantado tu relato.

Últimamente me encuentro en la misma encrucijada que tú. Antes tenía motivaciones y ahora no las tengo, ésa es la cuestión.

Tengo claras muchas cosas, pero también soy muy práctica y comprendo que ahora no es el momento de tomar decisiones drásticas respecto a mi vida (hay infinitas cosas que cambiaría).

A lo mejor es momento de que descanses, te encuentres a ti misma entre tus raíces y la respuesta dentro de ti. Bienvenido sea el camino mientras, ¿no?

Un beso, suerte y disfruta de esta etapa.