PRISA MATA
Estoy de pie en la acera, esperando civilizadamente en un semáforo para cruzar, mirando los árboles de mi derecha; sus hojas brillan acariciadas por el sol, como yo. La gente de a mi alrededor comienza a moverse con rapidez y me doy cuenta de que hace un microsegundo que se ha iluminado el hombrecito verde. Me detengo a mirar a todas esas personitas que tienen tanta prisa, cargadas de bolsas, de maletines o hablando por el móvil. Yo, que todo sea dicho de paso, venía de fumarme unos porritos en el retiro, me quedo sin cruzar la calle detenida por mis pensamientos. Después de un par de hombrecitos rojos y verdes comienzo a caminar lentamente y vuelvo a mirar el verde intenso que desprenden los árboles.
Me viene a la cabeza un fragmento de un libro que me estoy leyendo sobre la Guerra Civil. Un niño, hijo de una lavandera que lava la ropa de los militares en el Manzanares, relata cómo cada verano se va con sus tíos al pueblo. Cogen una tartana de autobús lleno de gente que saca la merienda en cuanto comienza el viaje. Uno comparte su tortilla, otro la bota de vino y una mujer ofrece pan con chocolate. Charlan y se cuentan sus historias durante las 4 horas que dura el viaje. Van a Navalcarnero, un pueblo de Madrid al lado de Móstoles al que sin atascos (Utopía), se tarda ahora unos 20 minutos en llegar.
Nos hemos olvidado de disfrutar del camino que nos lleva a nuestros destinos. Ahora lo que se lleva es ir a monstruosos aeropuertos, facturar, embarcar, abrocharse el cinturón, procurar tener el mínimo contacto con las personas que viajan a nuestro lado, aterrizar y esperar a que nuestra maleta sea la primera en aparecer por la cinta transportadora para poder coger el siguiente medio de transporte que nos lleve al final de nuestro viaje.
Cada vez cojo menos el metro, prefiero pasear. No quiero sentirme bajo tierra. Quiero ir caminando por la calle y observar la vida que me rodea. Sentir el sol y el cielo sobre mi cabeza y el suelo bajo mis pies. Yo soy de las que anda a ritmo de caza, parece que tengo prisa, pero no la tengo, simplemente noto que la vida camina unos pasos por delante de mí y quiero alcanzarla. Me pongo música y entonces soy capaz de llegar a ella volando. Disfruto recorriendo el camino sin ponerme a pensar en cual es mi destino y pienso “La felicidad, el amor...son posibles...la música es necesaria.”Sonrío y sigo caminando a paso rápido... pero sin prisa.
5 comentarios:
¿No era kundera el que hablaba de la diferencia entre caminos y carreteras en términos parecidos? Veo que intentas ser consciente en todo momento de quién eres, y eso me alegra, pequeña saltamontes.
Cuando te has puesto a hablar de la tortilla de patatas, me ha entrado un hambre... (ya sólo me queda un día y algo ;-) )
Me ha encantado esto, nos enseña a ver la vida de una forma diferente, gracias por tan hermoso regalo...
pues si, mola un montón
http://www.elpais.com/articulo/madrid/Peatones/carrera/elpepuespmad/20070503elpmad_12/Tes
Querida amiga: Me encantan tus palabras, pues a veces me permito ver la vida de esa misma forma.
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