jueves, diciembre 21, 2006

El geranio inmortal

{Escrito para el nº 13 de http://www.vicaro.com}

Aquel día salíamos de “El final” después de tomarnos quince o veinte té’s. El té era nuestro, lo llevábamos en un bote y nos echábamos cucharadas en vasos de agua caliente que Pepa nos cobraba de vez en cuando. Los clientes del bar miraban el bote con curiosidad. Debían pensar que aquella hierba del bote era alguna droga que consumíamos con regularidad.

En la puerta, todavía con cachos de hierbajos de té pegados entre los dientes, Vicente soltó una reflexión de esas que sólo un genio como él es capaz de soltar, y que el intelecto de uno tarda años en asimilar. Si es que lo hace alguna vez.

Dijo Vicente: “Tío, con los avances de la clonación, en el futuro será posible hacer un clon de ti mismo y así evitar la muerte. Si tienes una enfermedad, sólo necesitas crear un clon tuyo sin ella y si tú te mueres queda tu clon. Seremos inmortales.”

Yo, desde mi ignorancia le contesté: “Amigo, tu clon será igual que tú, pero no serás tú. Será una copia de ti, pero lo que tú eres es intransferible. Si la pinchas, lo único que tienes garantizado es que habrá otro tío igual que tú, pero no podrás continuar tu vida en él.”

Vicente, al escuchar esto, se quedó serio durante unos segundos. En aquel momento pensé que se había dado cuenta de que su reflexión era estúpida. Pero ahora, mirándolo con perspectiva, tengo mis dudas. Quizás estaba triste porque yo no había comprendido con profundidad el sentido de su reflexión :-)

Hoy creo entenderlo mejor, aunque seguramente necesite unos cuantos años mas para comprenderlo por completo.

Me di cuenta el otro día.

Resulta que hace un año, en un viaje a Sevilla, cogimos un trozo de un geranio y lo plantamos en casa. Y brotó.

Llevo un tiempo pensando en cortar otro trozo del geranio, para plantarlo en otra maceta y tener así otro ejemplar, digamos que una copia de seguridad. No me gustaría que se secara y quedarme sin él.

Este pensamiento hizo que me asaltara una duda existencial: si corto un trozo del geranio, lo transplanto y crece, y en un futuro se muere el brote de geranio que traje de Sevilla, ¿se habrá muerto “el geranio de Sevilla”?

Estaba ahí, con el comecome de mi duda, y pensé que debía compartirla con alguien. Así que pregunté a Natalia: “Natalia, si cortamos un trozo del geranio de Sevilla, lo plantamos en otra maceta y agarra, y después se muere el geranio original… ¿dirías que se ha muerto el geranio de Sevilla?”

Su respuesta fue contundente: No.

Yo también creía que no.

Entonces me di cuenta de que ni siquiera estaba seguro de que el geranio sevillano del que cogí mi brote inicial fuera el geranio original. Tal vez era una copia de una copia, un brote de un brote de otro brote. Puede que el original muriera ya hace años, y puede que ni siquiera fuera de Sevilla.

Lo mismo el original era de Murcia y había otro en su casa trasplantándolo de un lado a otro para que “el geranio de Murcia” no se le muriera. Este sinsentido me hizo darme cuenta de que el geranio de Sevilla era inmortal porque nunca nació ni existió en realidad, más allá de en mi necesidad de darle un nombre.

Y entonces creí entender algo, de manera difusa, subliminal. Y después volví a no entender nada.

Puede que te parezca una locura, pero tengo la sensación de que me queda mucho que aprender de ese geranio. Si lo hago te lo contaré desde este lugar mágico y entrañable que nos conecta hace tiempo,

Con cariño,
Carlos

http://www.carlosrebate.com

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues yo estoy deacuerdo con tu postura inicial. Quizá como a una planta no le asociemos alma, espíritu, karma, X es más fácil pensar que el geranio del que hablas es siempre el mismo. Pero, si ejemplo, un día llamase a tu puerta Natalia, pero no es Natalia, es Eva, que es genéticamente igual a Natalia; no creo que sintieras lo mismo por Eva que por Natalia. Lo que vengo a decir es, parafraseando a Ortega y Gasset, "Yo soy yo y mi circunstancia" por lo que dos personas, aunque idénticas genéticamente, al no vivir exactamente lo mismo, no serán iguales.

Saludos!

Carlos Rebate dijo...

Hola Noé, muchas gracias por tu comentario. El tema es que la planta (y la persona)emergen de la interacción con ellas, pero en sí mismas no son nada. Ni siquiera el observador es nada. Lo que nace (el mundo o lo que sea) surge de una fusión, de una mutua interrelación.

Un fuerte abrazo.

didgewind dijo...

Es exáctamente eso. Si tú coges a dos gemelos, ¿son la misma persona? Por supuesto, nacieron en momentos diferentes, pero si retrocedemos al momento de su concepción, eran uno solo, que posteriormente se dividieron. De la misma manera, si seguimos retrocediendo temporalmente, llegaremos a los primeros homínidos, los primeros primates, los primeros seres terrestres, los primeros peces, la primera célula, la formación de la tierra, y así hasta el punto anterior al bigbang, donde no había tiempo ni espacio y todo era uno. Como ahora. Los hindús y budistas dicen que el universo es dios en constante movimiento, y según la ciencia todos venimos del mismo punto, de la misma materia-antimateria, que se separó y evolucionó de distinta manera. Igualmente, cuando muramos no moriremos, simplemente continuaremos el mismo ciclo que venimos repitiendo desde el comienzo de los tiempos. En realidad sí que somos inmortales.

Carlos Rebate dijo...

Totalmente de acuerdo, aunque me preocupa algo estar de acuerdo contigo jeje :-)

Besos

Ricardo dijo...

Se me ocurre que tal vez depende de lo que consideres como objeto de tu estudio.

Nos podemos referir a los seres vivos y cada uno de nosotros puede considerarse inmortal en cuanto forma parte de ese "ser" que es inmortal.

Puedes considerar a la especie humana y no seremos realmente inmortales, puesto que la especie humana tiene un principio y tendrá un fin. Pero cada uno de nosotros formamos parte de ella.

Pero como yo soy una persona, excepto para comeduras de olla filosofales, prefiero la postura de noé. Lo que hace que tú seas tú es tu manera de pensar, sentir... y eso es único de cada persona. Si quieres pensar que además formas parte de algo más grande, perfecto.