miércoles, mayo 23, 2007

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- ¡Hola a todos!

Como ya esperaba, nadie respondió. Ni Joaquín ni Miralles habían vuelto aún a casa. ‘No sé de qué me quejo’, pensó, ‘si hay gente que llega a casa más tarde que yo’.

Bueno, probablemente no tardaran mucho en llegar, faltaban quince minutos para las diez, y ninguno de los dos solía salir tan tarde como él, aunque últimamente Miralles se pegaba unas buenas tundas. ‘Porque le han cambiado de departamento’, recordó. ‘Ahora está en ¿inversiones? ¿riesgos? Vete a saber’. A Miguel no le interesaban los bancos, le parecían una forma más de engañar a la gente y mantener el sistema, pero Miralles estaba contento, y eso era lo que importaba.

En dos minutos se puso ropa de estar por casa, se sentó en el sofá del salón y encendió el televisor. Era martes por la noche, estarían echando cualquier serie española. El Comisario, Cuéntame, o cualquier gilipollez como Los Serrano. De todas formas, a esas horas solía tragarse lo que fuera, más después de fumarse un canuto. Tampoco le sorprendió encontrarse con anuncios en el primer canal que eligió. Hizo un poco de zapping, pero no hubo suerte: anuncios en todas las cadenas. Seguro que se ponían de acuerdo para emitirlos al mismo tiempo.

- Lo justo para rularme el peta, hasta que empiece algo.

Se acercó a la mesa y de una pequeña caja de madera extrajo el papel, mechero, tabaco, y una diminuta china de hachís. ‘Ya no queda costo. Tengo que acordarme de llamar a éstos para que se pasen por Leganés a pillar’. Mientras, ya estaba quemando la mitad de la piedra. ‘La otra mitad, para la pareja feliz’. Joaquín y Miralles. Sonriendo, recordó a otro amigo suyo, Jorge, quién decía que Joaquín y Miralles debían ser considerados una única entidad, porque siempre andaban juntos, y se les debía llamar Joaquínmiralles. ‘Hola, ¿has visto a Joaquínmiralles?’ ‘Va a venir Joaquínmiralles’. La verdad es que Jorge llevaba razón, en parte. No es verdad que siempre estuvieran juntos, lo que sucedía es que cuando coincidían con Jorge solía ser en fiestas o para tomar una copa. E, invariablemente, si aparecía Joaquín, aparecía también Miralles. Miguel era un caso aparte, ya que Jorge era amigo suyo de antes, y posteriormente se lo presentó a los otros dos. Aunque, desde que vivían en el mismo piso, los tres hacían más cosas juntos. Así que a lo mejor en poco tiempo la unidad ya no sería Joaquínmiralles, sino Joaquínmiguelmiralles. O Jomimi, para abreviar.

Después de quemar el costo, separó la punta del cigarrillo y mezcló el resto del tabaco. Cogió el papel, lo colocó boca abajo sobre su palma izquierda tapando la mezcla, juntó ambas manos y le dio la vuelta. Luego prensó un poco el resultado, le añadió la boquilla obtenida previamente y, tras pasar suavemente su lengua por la pega del papel, terminó de rular el peta.

- Joder, qué fácil resulta ahora. Anda que no me ha costado, años y años de práctica hasta conseguir que salieran canutos decentes. Los de antes parecían caramelos.

Los Miguelpetas, los llamaban sus amigos. Él no se lo tomaba a mal, porque de todas formas era el único que sabía hacerlos, o de los pocos. Y además, sus colegas eran buena gente.

Encendió el mechero, se acercó el porro a los labios, le prendió fuego, aspiró y cerró los ojos, deleitándose en la sensación del humo, y en el olor y el sabor del hachís, impregnándose en sus pulmones. La primera calada solía ser la mejor.

En la pantalla aparecía ahora una familia sentada a la mesa, desayunando. El padre leyendo el periódico, los niños con el tazón de cereales, la madre pasando un pequeño paño por la encimera. Alguien debería hacer alguna vez un estudio (si es que no se ha hecho ya) sobre los anuncios costumbristas en televisión. Tanto luchar por la igualdad, pero en la tele, cada vez que sale una familia los roles asignados a sus miembros son siempre los mismos. Batería de preguntas sobre anuncios (de respuesta fácil):

1 – Una familia va en el coche. La madre, el padre, y los dos hijos. ¿Quién conduce?

2 – Reunión de directivos, el presidente, ¿es hombre o mujer? En la junta directiva, ¿hay más hombres que mujeres, o viceversa?

3 – El nuevo detergente quita las manchas sin dejar huella. El anunciante ensalza las excelencias del producto, dirigiéndose a un posible comprador, de género...

Se concentró de nuevo en la imagen. Más basura. A veces se preguntaba cómo sería vivir sin tele. De hecho, un día conoció a un chaval, amigo de Joaquín, que al parecer no tenía televisión en su casa.

- Pero, ¿qué es lo que haces, entonces, al llegar a casa? ¿O por las noches?

- Pues, yo qué sé, leo algo, me pongo con el ordenador, voy a casa de algún amigo... En verdad, desde que estamos sin tele me siento más libre, tengo mucho más tiempo, para hacer cosas. Además, muchas veces hay alguien en casa, así que no me aburro. Antes, volvía de la calle y automáticamente encendía la tele, me liaba un porro y se me pasaban las horas muertas. Ahora estoy mucho más activo, y encima, fumo menos, porque si fumo no tengo ganas de hacer nada, o hago las cosas mucho más despacio, y ahora sin televisión ya no tengo excusa para estar tirado en el sillón perdiendo el tiempo.

Miguel sonrió mentalmente, porque eso mismo era lo que hacía él todas las noches cuando llegaba a casa. Él, Joaquín y Miralles, o Joaquínmiralles. Y mucha gente que conocía. Desde luego, la televisión era una tentación, pero la combinación televisión + porros era lo peor. Quizás deberían vender la tele. O dejar los porros.

En esas estaba cuando oyó un click en la puerta. Siguió mirando la tele, y fumando, como aparentando no haber oído nada, o no darle suficiente importancia. A él no le gustaba asomarse a una habitación y sentir unos ojos fijos en él, expectantes por ver quién era, y luego una sombra de desilusión, imperceptible por lo demás, pero suficiente para hacer tambalearse su autoestima. Y, si era él el que se encontraba del otro lado, fijar sus ojos sobre el marco de la puerta antes de que apareciera alguien solía delatar su inseguridad, una dependencia de algo que era reconocido de forma inconsciente por los demás como una debilidad, o peor aún, como una desconsideración hacia su interlocutor, si es que en ese momento se encontraba hablando con alguien. Naturalmente, estando solo en la habitación, y siendo Joaquín o Miralles el que iba a entrar, tampoco tenía mucha importancia. Pero el hábito hace la costumbre, automatizamos nuestros gestos, nuestros movimientos, mediante su repetición incluso en situaciones en las que no son necesarias. Como ésta en la que se encontraba Miguel. Por lo demás, en ese momento captó su atención un anuncio bastante interesante (de los pocos que había, aunque los había), por lo que la indiferencia pasó a ser realmente involuntaria.

- Qué hay, chaval

Joaquín se asomaba a través de la puerta, sonriendo, como casi siempre.

- Buenas. Qué te cuentas, pareces cansado.

- Sí, ¿no? Nada, que llevo media hora intentando aparcar, y se me han ido poniendo delante 3 ó 4 que también buscaban sitio y justo han cogido, y es cabreante. Pero nada más.

- Pues llegas justo a tiempo, dijo Miguel, tendiendo su mano hacia Joaquín, y ofreciéndole algo más de la mitad del porro.

- Gracias, tío.

- Nos hemos quedado ya sin hachís.

- Lo vi esta mañana. Ya hablé con Miralles, él iba a pillar.

- ¿A dónde, a Leganés?

- Nop, al Petas.

Un nombre muy apropiado para un bareto de apariencia típica, una tasca, en la que además de una birra o un refresco podías pillar algo de grifa, cuando tenías prisa. Y no era de mala calidad, no tan buena como en Leganés, pero no era mala.

- ¿Qué estás viendo?

- Ni idea. Llevan más de 15 minutos con anuncios.

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