5 Años de Vícaro
Que os lo paséis bien.
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Vicaro
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Etiquetas: 5 años de vícaro
Fraguaron la traición en su ausencia.
Aprovecharon la oscuridad de la noche, la soledad de la casa y el frío de las sábanas para el ataque letal. Cierto era que los balances marcaban pérdidas terribles, pero de malas situaciones habían escapado otras veces. Mientras, en la distancia, se dejaba adular por los vasallos de los traidores. Entretenían sus horas y le ofrecían los mejores vinos con falsas sonrisas.
En las sombras se afilaban los cuchillos.
No pudo escuchar los gritos agonizantes del animal. Deseaban que sufriera y lo hicieron lentamente.
Se despertó sobresaltado en la madrugada, quizás en el mismo instante en el que la desgraciada criatura dejaba de respirar. Entre las tinieblas de la resaca intuyó lo que había sucedido. Llamó a sus amigos y compartió sus sospechas. Todos decían no creerle, pero algunos, los más cercanos y malvados, cruzaban miradas de duda y espanto. No se podían explicar aquel presentimiento. Tuvieron miedo de su ira.
Cuando regresó a Ítaca, consultó el libro de cuentas y en las últimas hojas, las gotas de sangre confirmaron sus temores. No vertió ni una lágrima. El cadáver nunca apareció. Lo habían enterrado en la cueva más profunda.
No esperó la celebración de los funerales y se marchó para siempre, antes de que algún amigo aprovechara la palmada en el hombro para hundirle una daga por la espalda.
Desde la distancia, volvió la vista atrás. Su vida pasada se había convertido en un páramo estéril que se alejaba cada vez más. Sonrió y siguió su camino sin olvidarse de arrojar el libro de cuentas al fondo del río que marcaba la última frontera.
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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Etiquetas: alpujarra, didgeridoo, didgewind, ritmos
Tenía cita a las diez y media y eran más de las once.
—Por eso nos llaman pacientes —pensó mientras un ratón le roía los pilares de la cordura.
No pudo reprimir una sonrisa irónica. Había cinco personas en la sala de espera que charlaban. Él se mantenía en silencio, odiaba aquellas conversaciones vanas y estúpidas. Intentó concentrarse en el libro que tenía en las manos. Consiguió leer un par de páginas, pero pronto su cabeza voló por un cielo lleno de incertidumbre. Se abrió la puerta de la consulta y salió el paciente que estaba en su interior. Luego apareció la enfermera y leyó un nombre de la lista que portaba. Alguien se levantó y la siguió. Cerró el libro definitivamente. Los minutos goteaban lentos. Casi no había dormido las últimas noches y el cansancio se le incrustaba, como un terrible replicar de campanas, en las sienes. Alguien más llegó, era una mujer joven. Se sentó en la primera silla vacía, sacó una revista de un bolso grande y se puso a leer.
—Si no me llaman pronto me voy a volver loco —acompañó el pensamiento con un suspiro profundo. Su gesto provocó la mirada desconcertada del anciano de la silla de al lado.
La puerta volvió a abrirse. Salió el paciente y tras él, la enfermera. Esta vez pronunció su nombre, recreándose en cada sílaba. Su vida se acababa de convertir en una bifurcación y él no podía elegir el camino.
Víctor Manuel Jiménez Andrada
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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Asisto, atónito, al juego de cambios que se está viendo estos días en el diminuto cosmos en el que flotamos. Parece que el que ha estado cerca del poder no quiere perder el calor que le generaba la estrella que orbitaba y busca, apagada ésta, otras que brillen, sin importarle muy bien la procedencia ni el color.
No hay escrúpulos cuando se intenta mantener, a cualquier precio, cierta posición cómoda dentro de este universo cada vez más podrido y lleno de basura. Poco importan los principios y los valores cuando se interpone una nube de intereses personales que eclipsa la mejor de las intenciones.
He visto, con espanto, como en algunos círculos se evita la crítica y la verdad, para no molestar al que está sentado en el trono y para seguir contando con las migajas de una limosna miserable.
La honestidad pasa prendida en la cola de un cometa y muy pocos son capaces de distinguirla en su vuelo rápido y fugaz por un cielo contaminado. Solo me queda el consuelo de que una masa formada por millones de asteroides venga con furia a provocar un nuevo Big-Bang, cada vez más necesario.
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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10:18 a. m.
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Hola a todos. Os dejo el cartel del festival folk de talleres que hay este sábado en Tabacalera, en Madrid. Tienen muy buena pinta y son todos gratuitos, así que si vais alguno, probablemente nos veremos allí.
Besos.
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Estaba atrapado, no podía respirar, pero poco a poco, milímetro a milímetro, se abría paso. Olía a sangre y notaba como un líquido viscoso empapaba su piel. Apenas podía mover las extremidades, pero avanzaba.
De pronto notó unas manos enormes aferradas a su cabeza. Todo ocurrió en breves segundos. Sintió como volaba y lo colgaban boca abajo. Un rápido golpe en las nalgas le hizo llorar.
—Enhorabuena, aquí está su hijo.
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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La primera vez que fue al circo tenía siete años. Uno de los trapecistas resbaló y cayó al suelo desde muy alto. Se formó un tremendo revuelo, fue espantoso. El hombre murió en el acto. Varios años después no se perdía ni una de las funciones de los circos que pasaban por la ciudad. Nunca volvió a ver un número tan sublime.
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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Etiquetas: microrrelato, victor
Tiene quince años. Rebosa vida. Sale de la ducha muy perfumado. Se viste con su ropa nueva. Ha quedado con ella. Es la primera vez. Se marcha de casa.
En un rincón de la habitación, el viejo osito Teddy llora desconsolado y grita:
—¡Adúltero!
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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¡¡¡LA LOCALIZACIÓN DEL ENCUENTRO HA CAMBIADO!!! ¡¡¡CONFIRMA LA DIRECCIÓN EN LAS INDICACIONES!!!
¡¡¡Bienvenido al Encuentro Arcoiris Crudìvoro del 29/08 al 27/09/2011!!!
La base de este encuentro es comer, sin elaboración, tal cual la madre tierra nos da, hojas, flores, semillas, nueces, raíces y frutas.... junto a hermanas y hermanos en espíritu de amor...
Tenemos un lugar bonito con muchos higos, algún que otro fruto, una casa en la finca, agua... ¡Fuego solo en la casa, por favor!
Los niños son bienvenidos. ¡Perros no, por favor!
Alimentación: Solo comida cruda recogida del suelo y frutas y verduras de cultivo ecológico. ¡Por favor, no traer pan, galletas, comida cocinada, cosas para cocinar, tabaco, alcohol y drogas! Es bueno para curarse (detoxificación) el mantener la dieta (beber solo agua) desde el inicio. Si hay interés, haremos un grupo que mantenga la dieta. En caso de que continúes con la comida cruda, casi todas tus enfermedades desaparecerán.
Actividades:
* Yoga
* Meditación
* Preparación de una Comunidad Arcoiris Crudìvora
* Colecciòn guiada de plantas comestibles
* Cómo montar un toldo para dormir
* Cómo hacer un cordón
* Esperamos que participen maestros de Yoga, Shiatsu, canto y otros.
Cosas para traer: tienda, saco de dormir, estera, linterna de bolsillo, si es posible cubiertos, instrumentos musicales, textos de canciones, velas, amor y paz.
Gastos: donativos; Sombrero Mágico.
Dirección:
- El sitio nuevo está cerca de El Raso, que está cerca de Madrigal de la Vera. Si entras por Ávila la desviación está a la derecha justo antes de Madrigal de la Vera. Si vienes del lado contrario (de Plasencia, Jarandilla o Villanueva de la Vera) la desviación queda a la izquierda justo después de Madrigal de la Vera.
- Continúa 3 kms hasta El Raso
- Gira a la izquierda en la cuarta calle
- Continúa por la calle Jimenez Busto.
- Vuelve a tercer a la izquierda justo antes de la rotonda
- Continúa 3 kms por la carretera, que posteriormente se convertirá en un camino de tierra
- Un poco después llegarás al aparcamiento.
Hay trenes para Plasencia: www.renfe.com
Autobuses de Madrid a Madrigal de la Vera: www.avanzabus.com/web/horarios/horarios-de-autobus-madrid-plasencia.html
AMOR y PAZ
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La puerta principal del Instituto se divisa desde la cafetería de la esquina. Un hombre y una mujer, mientras toman un café, observan, desde los ventanales ahumados, la salida alborotada de los alumnos.
—Es aquel de allí, el rubito —dice ella —el de la chaqueta negra.
—Dios mío... ¿Qué edad tiene?
—Catorce.
—¿Ya ha pasado tanto tiempo? —se sorprende el hombre.
—Sí —responde bajando la mirada —Luego te largaste con tu mujer.
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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Yo, PECADOR,
me confieso ante Dios, todopoderoso,
y ante vosotros, hermanos,
de que he PECADO MUCHO,
de PENSAMIENTO, PALABRA, OBRA y OMISIÓN.
Por mi CULPA, por mi CULPA, por mi GRAN CULPA.
Por eso ruego a Santa María, siempre virgen,
a los ángeles, a los santos,
y a vosotros hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro señor.
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Sonó el teléfono en el momento justo. Dudó, pero ante la insistencia, atendió la llamada.
—Le informamos de nuestra nueva oferta para conectarse a internet —la voz impersonal de la grabación se clavó en su oído.
Colgó con furia. Cuando volvió a por la cuchilla, se le habían quitado las intenciones de suicidarse.
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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Nas.
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Pablo José ha cruzado el Atlántico para tocar en el paseo marítimo una pequeña pandereta. Claro, que esa no era la idea, pero cuando el trabajo empezó a escasear no quedó más remedio que buscarse la vida de alguna forma. Su primo Arcadio toca el acordeón. No lo hace bien aunque al menos se defiende. Pablo José luce un ridículo gorro de paja que le viene pequeño e intenta bailar al ritmo de la música. Parece un viejo monito de circo. No nació para ser artista.
Frente a ellos, en la terraza acogedora de un restaurante, los turistas devoran pescado recién cocinado y se empachan de sangría. Un hombre gordo los mira con desprecio, toma la servilleta, limpia la grasa que le escurre por la barbilla, llama al camarero y le dice algo.
El empleado se acerca a Pablo José y a su primo y los invita a marcharse. Lo cierto es que están en la calle y no tienen obligación de obedecer, pero sumisos y cabizbajos se retiran a otro sitio donde continuar su labor. Parece que hoy no es su día.
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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Hoy
hace una semana que te fuiste,
y desde hace una semana
el tiempo y el espacio
vuelven a ser dolorosamente tangibles.
Hoy
hace una semana que te fuiste,
y llevo una semana
abrazando, al acostarme,
el vacío de tu ausencia.
Hoy
hace una semana que te fuiste,
y hace una semana
que solo fumo
el recuerdo de tus besos.
Hoy
hace una semana que te fuiste,
y hoy hace una semana
que únicamente
llueve
en mis sueños.
Hoy
hace una semana que te fuiste,
y hace una semana
que, después de un año,
he vuelto a escribir poesía.
Hoy
hace una semana que te fuiste.
Hoy
hace una semana
que una parte de mí
se ha ido para siempre.
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El suelo del parque se cubría de oro. Las hojas de los árboles describían, en su caída irremediable, trayectorias indefinidas al capricho de la brisa. Cada mañana, el servicio de limpieza las retiraba, pero a las pocas horas un nuevo manto reemplazaba al anterior.
Isabel paseaba despacio de vuelta a casa. Sentía bajo los pies el crujido de la alfombra vegetal. En su cabeza aún resonaba el eco de las olas de un mar muy lejano y el sabor salado de los últimos besos. Aquellos días habían transcurrido perfectos y dulcemente monótonos, pero formaban parte del anaquel de cosas pasadas. Ahora la realidad se teñía del color gris plomizo de un cielo que amenazaba lluvia. Con las primeras gotas, Isabel aceleró el paso. No le gustaba llevar paraguas.
Llegó a casa empapada. Se quitó la gabardina y la dejó caer descuidadamente al suelo. En el cuarto de baño, se secó el cabello y se vistió con ropa limpia. Luego preparó un café bien cargado y se entretuvo en el conocido paisaje que le ofrecía la ventana de su habitación. Llovía con más intensidad. Pronto sintió que las espesas nubes llamaban con fuerza a la puerta. Querían inundarla de nuevo. Esta vez no dejó que las lágrimas brotaran. Se puso en pie y se dirigió a la cocina. Sobre la mesa descansaba un cesto lleno de naranjas. Tomó una en las manos y la acarició con ternura. En ese instante, un rayo de sol cortó el cielo.
Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en narrativabreve.com
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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Etiquetas: microrrelato, victor
Consideró la nota en su buzón como una declaración de cese de hostilidades. La recibió con cierto alivio pensando que, tal vez, aquello significaba el principio del fin. Los días anteriores habían sido los más turbios de su vida. Sufría horriblemente las consecuencias de una guerra abierta y larga. Pasaba las mañanas pegado al teléfono, mantenía largas conversaciones que desembocaban en discusiones inevitables, quedaba con ella para tomar algo al salir del trabajo y se terminaba repitiendo la misma escena. Las buenas intenciones iniciales pronto se veían eclipsadas por el filo agudo y cortante de los reproches. Las noches eran penosamente largas y solitarias. Cuando conseguía dormir, un puñado de pesadillas venía a debilitar sus escasas defensas. Cada amanecer, las sábanas empapadas de sudor le recordaban fragmentos de un pasado mucho más agradable. Se preguntaba una y otra vez cómo habían llegado a ese punto después de tanto tiempo.
Añoraba los besos, pero no sus besos. Una noche de viernes, traicionó lo poco que quedaba en el cuerpo de una amante alquilada que se marchó con el primer reflejo del amanecer. Aquello solo sirvió para intensificar el dolor y para calmar, escasamente, el deseo animal que yace bajo toda piel.
El sobre en el buzón guardaba las semillas de un futuro incierto y necesario. En la nota, además de una despedida abundante en palabras y parca en contenido, le pedía varios libros, una pulsera y una fotografía, la de su graduación. Le pareció todo correcto, excepto la fotografía. Los libros pertenecían a ella, igual que la pulsera. El resto de los regalos no se devolvía, ese era el trato. Pero la foto se la quedó, no por la evocación de otros tiempos felices, sino a modo de botín de guerra.
Preparó todo en una caja decorada de cartón, la llamó y quedó con ella en una cafetería céntrica. Acordaron aquel sitio neutral y frío para su última reunión. Tomaron un café y charlaron, esta vez sin discutir. Consideraban que todo había acabado y que de nada valía escupir palabras infestadas de veneno. Las heridas estaban abiertas pero ya no fluía la sangre. Le entregó la caja, le dijo que se quedaba con la fotografía y ella torció el gesto, aunque no le contestó. Salieron de allí, charlaron un minuto más en la puerta, se besaron en la mejilla como despedida y se marcharon cada uno por un lado.
Apenas había caminado unos segundos cuando se dio la vuelta. No pudo distinguirla entre la gente que llenaba la calle a esa hora de la mañana. Sintió que la había perdido para siempre arrastrada por una corriente de vidas anónimas.
Cuando la noche cuajó el horizonte de la ciudad con su manto tupido, la soledad le golpeó con más fuerza que nunca. No le apetecía quedarse en casa ahogado en la tristeza que lo acechaba y salió a la calle. Sin pensarlo, se dirigió al viejo bar que solían frecuentar años atrás. Todo seguía igual, la misma decoración, la misma luz, la misma música y las mismas camareras. Se sentó en un taburete y pidió una copa. Recordaba, con nostalgia, las famosas noches de otros tiempos. Entonces la vio en la otra punta de la barra. Fumaba distraída con los ojos clavados en la nada. Se acercó lo suficiente para que sus miradas terminaran cruzándose. Ella sonrió y sin decir nada se lanzó a sus labios. Le respondió con el mismo calor y salieron de allí de la mano. Se prometieron que sería nada más por esa noche, pero aún hoy siguen juntos. El camión de la basura no pudo frenar a tiempo mientras cruzaban la calle.
Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en La Tribuna de Albacete (6/3/2011)
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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Alexis, el águila, se jubiló del trapecio el día que sus manos, agarrotadas por la artrosis, no pudieron con el peso de su cuerpo. Le costó resignarse y se llevó más de un susto cuando, en algún doble mortal, sus dedos no conseguían aferrarse con la firmeza de años atrás. Charles, el viejo jefe de pista y dueño del circo, percibió el problema de Alexis, pero nunca se atrevió a decirle nada. El carácter orgulloso y áspero del trapecista era un muro infranqueable para cualquiera que le llevara la contraria, aunque fuera con buena voluntad.
La vida del circo era dura y Alexis tuvo que ejercer otros oficios para subsistir. Durante una temporada se encargó de la taquilla, pero discutía constantemente con los clientes. Una calurosa tarde de junio, dejó la venta de entradas para liarse a golpes con un tipo tan violento como él. Aquello terminó con Alexis en un coche patrulla, la función arruinada y la paciencia de Charles derramada por la arena.
Nadie sabe lo que pasó por la cabeza de Alexis la noche que estuvo en el calabozo, pero a la mañana siguiente parecía otro. Habló con Charles y llegaron a un acuerdo. Tres semanas después, en la pista central, debutó con bastante éxito un nuevo payaso. Alexis saboreó con intensidad la vieja frase que todo artista de circo se sabe de memoria: “El espectáculo debe continuar”.
Víctor Manuel Jiménez Andrada
publicado en Un Rato para un Relato. Rumor Visual, Cáceres 2010
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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8:58 a. m.
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Etiquetas: microrrelato, victor
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Etiquetas: consciencia, crudívoro, didgewind, rainbow, raw food
"Un día quiero dejar el mundo entero por ti,
la misma noche me aburro y no eres para mí.
¡Cómo quisiera tenerlo tan claro como lo tienes tú!"
Reza la canción del grupo español.
La dicotomía es mi sino. Podéis aplicarme su connotación lingüística, su acepción astronómica...
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Madi
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9:08 p. m.
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Etiquetas: comunidades, didgewind, lenguaje
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Etiquetas: didgewind, discriminación
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Etiquetas: consciencia, didgewind, tiempo
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6:21 p. m.
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Me gustaría preguntar a la gente que utiliza eso de "Hola a todos y todas", "bienvenidos compañeros y compañeras" qué palabra emplean oralmente cuando quieren designar a TODOS y porqué quieren separar a mujeres y hombres en lugar de unir personas.
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Lupa
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6:00 p. m.
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Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado.
Buda
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Lupa
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11:34 a. m.
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Etiquetas: merteuil
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3:37 p. m.
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- ¿Dónde estás ahora?
- En Creta, estamos en Creta.
- ¿En Creta? ¿Y habéis probado ya las cocretas? Ya sabes, las cocretas de Creta...
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didgewind
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10:34 a. m.
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Etiquetas: didgewind
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1:38 p. m.
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Etiquetas: consciencia, didgewind
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4:17 p. m.
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Madi
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12:39 a. m.
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Etiquetas: Cosas que me hacen feliz. Madi
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