domingo, marzo 25, 2007

El sótano. Fragmento

El angosto pasillo terminaba en una puerta de chapa. El suelo, gris y negro. A la izquierda, en el hueco de las escaleras unos muebles destrozados se dejaban pudrir por el paso del tiempo, los insectos y gusanos. Astillas húmedas que un día fueron un conjunto firme y sólido descansaban para siempre abandonadas en el patético rincón. Telas de araña cubrían buena parte de los restos, en ellas pegados gordos moscones secos cuyas entrañas fueron engullidas por peludas arañas negras que acechaban en la oscuridad. Olía a orín rancio de rata.

La puerta de chapa estaba cerrada . Su mano temblorosa sacó del bolsillo una llave roñosa y áspera, la introdujo en la cerradura y giró. Con un chirrido estridente la puerta se abrió hacia adentro. Pequeños fragmentos de pintura saltada y óxido cayeron al suelo. Otro pasillo aún más húmedo y sucio. Ahora el techo había bajado hasta casi rozar la cabeza al caminar. Una gotera se abría a la derecha con su incansable sangrar, hasta formar un charco embarrado en el suelo. La luz, una pequeña bombilla de pocos vatios y muchos años que colgaba triste de un cable casi machacado por los dientes de atrevidos roedores. El olor a humedad, intenso, penetraba a través de los muros como un invisible velo, y el frío del subsuelo se empezaba a sentir.

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