hace poco, el viejo anónimo garcía me contó una historia, singular y traviesa. como las que le gusta saborear, con su vaso de callos del día, como él llama al güisqui de la tarde.
le conté mis cosas, enredadas con un viejo socio de viajar para acá y para allá, y de que no me atrevía a dar cualquier paso, que nos llevará a las manos, o la pérdida de una relación de años.
anónimo, con su mano grandota y esos ojos marrones abiertos, iguales a esas lagunas cerradas, que dejan pasar la noche no más que lo justo, cogió su puro y el mechero que le regaló su padre en la habana.. y me habló.
un hombre bebía con su amigo a altas horas de la noche. entre suspiro y suspiro de alcohol, el amigo le dijo al hombre que sentía la necesidad de decirle que le notaba, ya hacía tiempo distante y pensativo.
el hombre miró a su amigo, y aunque pudo pararse en la sonrisa que desplegaba su boca, le pedió que no preguntara.
el amigo insistió.
y el hombre, enterrando su mano en unos de sus bolsillos, saco el puño cerrado, y le dijo a su amigo.
-sí me dices que hay fuera del puño, te diré que me ocurre.
el amigo se echo a reír, y le contesto que le veía como siempre, mordaz y borracho.
entonces el hombre, se levanto, abrió el puño y dijo:
-creí que me ocurría una sola cosa, ahora veo que eran dos, y que no me ocurría sólo mí, sino a los dos. la primera, que no me conoces. la segunda, que me acuesto con tu mujer..
1 comentario:
A veces es mejor no preguntar, y no saber...
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