El pescador y el turista
Basado en hechos reales.
Había una vez un pescador que vivía en El Chocó. Todas las mañanas se levantaba temprano, iba a la orilla del mar, lanzaba su caña, pescaba un pez, se iba a su casa, lo cocinaba y se lo comía. Al día siguiente hacía lo mismo: se levantaba temprano, iba a la orilla del mar, lanzaba su caña, atrapaba un pez, volvía a su casa, lo cocinaba y se lo comía. Y así todos los días. Un día llegó un turista (cosa rara, ya que pocos turistas se ven por El Chocó, pero al ser éste un cuento, no vamos a ser nosotros quienes cuestionemos este hecho) y observó al pescador. Vio que todos los días éste se levantaba temprano, se iba al mar, lanzaba su caña, pescaba un pez, lo cocinaba en su casa y luego se lo comía. Más de un día compartió con él el mismo pez que había pescado por la mañana. Hasta que un día, el turista le dijo:
¿Por qué no, en vez de lanzar su caña una vez, pescar un pez, volver a su casa y comérselo, lanza su caña tres veces y así atrapa tres peces?
Y el pescador respondió: Bueno, ¿y después, qué?
A lo que el turista contestó: Pues, después, se va su casa con los tres peces, uno lo cocina y se lo come, los otros dos los vende, y así se compra una caña mejor. Luego al día siguiente puede volver a la orilla del mar, arrojar la caña otras tres veces, y como es una caña mejor, pescará nueve peces.
De nuevo el pescador preguntó: Bueno, ¿y después, qué?
Pues, esos nueve peces, se los lleva a su casa, se come uno, los otros ocho los vende, y con el dinero se compra una red; a la mañana siguiente vuelve al mar, tira la red tres veces y atrapará treinta peces.
¿Y después, qué?
Pues, con los treinta peces, se vuelve a casa, uno se lo come, los otros veintinueve los vende, compra una barca, y al día siguiente vuelve al mar, tira la red desde la barca, y atrapará cien peces.
¿Y después, qué?
Pues se vuelve a su casa, se come un pez, y los otros noventa y nueve los vende, y así se compra una barca más grande; de esa manera, al día siguiente puede volver al mar con la barca, arrojar la red y atrapar trescientos peces.
¿Y después, qué?
Pues uno de los peces se lo lleva a casa y se lo come; los otros doscientos noventa y nueve los vende, y con el dinero se compra un barco; con ese barco, al día siguiente, arrojando la red varias veces, seguro que captura, por lo menos, quinientos peces.
¿Y después, qué?
Pues se vuelve a casa, se come uno de los peces, y los otros cuatrocientos noventa y nueve los vende, para poder pagarle a alguien que le acompañe al día siguiente en su barca; de esa manera, tras echar varias veces las redes, y con la ayuda de su empleado, podrá atrapar como mínimo, mil peces.
Bueno, ¿y después, qué?
Pues se vuelve a casa, se lleva los mil peces, uno se lo come, los otros novecientos noventa y nueve los vende, y así podrá comprar otro barco; y con el tiempo y siguiendo este proceso, al final tendrá una flota de pesqueros, cada uno con un capitán que salga todas las mañanas a pescar para usted.
¿Y después, qué?
Pues después, como ya tiene a gente trabajando para usted y consiguiendo mucho dinero, ya puede dedicarse a quedarse en casa y descansar todo el día.
Pero, ¡si eso ya lo hago!, respondió el pescador.
1 comentario:
Bonita historia. A veces no nos conformamos con lo que tenemos cuando lo que poseemos es más que suficiente. Tenemos que aprender del pescador.
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