Jungle, jungle... ¿jungle?
El jueves pasado estaba preparado para mi primera experiencia con el jungle madrileño: tenía el sitio (el Twist, en la calle Santa Engracia), la hora (sobre las 00:00h, después de pasarme por el bar de un amigo en Malasaña) e incluso dónde conseguir flyers para entrar gratis antes de las 02:00h (en cualquier tienda de la calle Fuencarral o en Tribunal a partir de las 22:30h). Y la verdad es que la experiencia resultó... cómo lo diría... cómo podría decirlo... pues, sinceramente, quizás podría intentar explicarla si la hubiera experimentado. Pero no hubo experiencia. Al final me lie, surgieron planes alternativos, y no fui. Os cuento. Como os habréis dado cuenta, lo tenía todo bastante preparado. Incluso había llamado a mogollón de gente, de los que al final no venía ninguno, por supuesto. Pero yo erre que erre, iría solo, pero iría, porque me apetece y porque sí. A las 5, después de la siesta, llamé a un profe de yoga para ver a qué hora era la clase (me voy a apuntar a yoga, por si no os lo había dicho), y ese día no había clase de yoga. Mejor, porque la clase era de 10 a 11, y luego igual era tarde para alguno XD de los que me acompañarían a bailar. Y en esto sonó el teléfono. Resulta que una amiga muy querida había vuelto de vacaciones de Navidad, y quería verme para charlar un rato. Bueno, son sólo las 17,30h, pensé yo, ingenuo de mí. Hasta las diez o pahí, anda que no queda tiempo. Así que me fui a su casa y entre té y té, qué has hecho estas navidades, jijijí, jajajá, llegó su compañero de piso. Son las siete, ¿nos tomamos unas cañas? Yo iba a trabajar un rato, pero bueno, me bajo y luego me pongo. Así que vamos al Floro, que está cerrado, y nos metemos en el de al lado. Tintos para los hombres y clara para ella. Segunda ronda. Yo ya no quiero más, Venga, mujer, y así pago yo la tercera. Mensaje al móvil de otra amiga, Dónde andas, cuándo vamos a tener sesión de guitarra, Pues ahora vamos para casa, vente si quieres, Vale, en un rato voy para allá. ¿Queréis que vayamos a casa? Tengo diez litros de Ribera en una garrafa. A mí no me apetece beber más, pero tengo hambre. Yo me voy a subir a casa, que tengo que trabajar. Salimos a la calle y al final el chaval también se viene, porque si se iba para casa era para trabajar, y después de los tres vinos no iba a trabajar ni nada. Así que nos vamos los tres a casa, sacamos la guitarra, llegó la smsera, hicimos pasta con verduras y algo de cus-cus, y como a las doce y media se fueron todos. Y ya no me apetecía salir.
Pero estoy contento, porque la intención está ahí, y sé que, más tarde o más temprano (en principio el jueves que viene, después de la clase de yoga :o) terminaré en el Twist y podré contaros sobre la experiencia jungle. Y mientras a disfrutar, porque si fuera que lo que se quería era ir, y no se fue porque no se pudo, pues chungo, pero como no se fue porque no se quiso, pues guay. Ya que ojalá que todos los problemas se redujeran a una cuestión de no saber qué opción elegir de entre un grupo de éstas, y además a cuál más atractiva.
1 comentario:
bueno, supongo que siempre existen alternativas incluso para las alternativas... encontramos tiempo para lo que realmente queremos hacer y nunca surgen imprevistos, al menos a mi me pasa (siempre tengo tiempo para tomar una cerveza y no hay nada que lo pueda impedir...). de todos modos es bueno que estés contento, es bueno tener intención, es bueno tener opciones...
gran abrazo
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