Un año más
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La gárgola rie insolente,
con su boca desdentada,
mira desde su altura ,
con desprecio y arrogancia.
Sus ojos guardan los secretos,
de los que por debajo pasan,
y escupe algunas veces,
gotas sucias de agua.
Su corazón de piedra no sabe,
que mientras el tiempo arrasa,
su piel esculpida se deshace,
en granos de arena blanca.
Ella sigue riendo,
con la ignorancia cegándole el alma.
v.m.j.a.
2001
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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Lucas 2,1-14.
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".
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En consonancia con este artículo, ahora mismo (en este momento) pienso que, si alguna vez tengo hijos, me gustaría que tuvieran nombres neutros, es decir, que por su nombre no se sepa si son chico o chica. Y solicito vuestra ayuda pues se me ocurren muy pocos, y entre los pocos que se me ocurren hay pocos que me gustan. Entre ellos están Mica, Valle, Andrea, Cris, como veis, nombres que se pueden aplicar tanto a chica como a chico. Espero sugerencias, gracias.
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Miro a mi corazón
y en el más oscuro rincón,
siempre veo tu nombre.
Miro al cielo azul,
y las nubes caprichosas,
dibujan tu nombre.
Abro mis brazos al viento
un viento que sopla veloz,
y en un susurro dice tu nombre.
Olor a limpio y tierra mojada
aspiro en mi alma,
y en el centro de todo, tu nombre.
Las paredes ya ocres,
y llenas de manchas oscuras,
en la ciudad gris y negra
con su manto de humos densos,
con su agobiante calor sucio
y su tristeza de cemento.
Camino por sus calles
en el silencio que es la vida
y solo salgo del laberinto
cuando recuerdo tu nombre.
v.m.j.a. 2001
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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Permanezco despierto, aunque sé que esta noche tampoco vendrá. Mi sirena se encuentra varada en alguna playa lejana, imaginando que la arena bajo su piel es mi piel, las olas que la mecen mi vaivén acunándola en mis brazos y la brisa marina palabras de amor que susurro en sus oídos. Nunca nos hemos encontrado (¿o tal vez sí?) pero yo sé que existe, al igual que yo existo, y que cada lágrima que derramo por cada instante que no paso con ella se convierte en fuego interior que resplandecerá la noche que consumemos nuestro amor. Mientras tanto abrazo la fría almohada pensando en ella y rezo para que el sueño me transporte rápidamente con la esperanza de que el nuevo día nos acerque un poco más.
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Muros grises que guardan el claustro,
qué secreto esconden de las miradas,
quién fue amante, y quién amada,
quién fue la oscuridad y quién astro.
Alma de piedra y alabastro,
por el paso del tiempo dorada,
en el eco del silencio, callada,
a tus pies mi soledad arrastro
por el frío suelo de camposanto.
Corazón de olvidado convento,
desde tu austeridad has visto tanto...
Verdad que un día fue lamento,
y murió sobre la piedra en llanto,
con el paso del tiempo firme y lento.
v.m.j.a. (abril 2000)
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Eso es lo que al menos van diciendo por ahí, en plan apocalíptico, quienes ven acercarse época de vacas flacas tras muchos años de abusos y tiranía.
A lo largo de la historia ha existido siempre la cultura. Música, literatura, pintura... cada artista vivía como podía y "vendía" según sus posibilidades. Pero luego vinieron las grandes empresas, los monstruos que todo lo engullían y que todo lo querían para sí. Muchos abusos durante años les ha llevado a esto. Su tiempo ha terminado. Ahora seguramente la cultura será más cultura. Ya no solo veremos divulgado aquellos que ellos consideren (filtro al que hemos estado sometido). Cualquiera que tenga algo que contar podrá hacerlo (como se puede comprobar en este nuestro blog) y aquel que destaque hará de ello su medio de vida. La cultura no perderá nunca. Ganará, pues más personas podrán "exponer" su obra a través de la tecnología y la cultura será libre y accesible para todos. Vayan pues, los mostruos que han vivido del abuso, buscando otros negocios más éticos y menos lucrativos.
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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¿Por qué evadirse? ¿No es mejor tocar el didgeridoo?
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didgewind
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Cuando me vaya a morir, quiero ser consciente del momento. Aunque duela. O, al menos, que me pregunten si prefiero ser consciente con dolor o atiborrarme de sedantes y estar atontado. Porque ya que van a ser mis últimos momentos, prefiero enterarme, si es posible. No creo que el dolor sea entonces tan importante.
Por supuesto, quiero que me digan que me estoy muriendo. Nada de ocultarme la verdad para que no lo pase mal. Es un derecho que creo que me asiste, y por la misma razón que antes. Si me voy a morir, quiero ser consciente de mis últimos momentos, y de que son mis últimos momentos.
También me gustaría morir en casa, o, en su defecto, en casa de algún amigo (porque al paso que voy, lo sorprendente sería tener casa propia), nada de hospitales. En ese momento para mí va a ser importante estar a gusto, y en el hospital no hay ni comodidad, ni intimidad. Suficientes cosas voy a tener en la cabeza como para estar jodido en un entorno que no es el mío.
El velatorio no está mal. Antes no era de esta opinión, pero ahora me he dado cuenta de que la gente necesita llorar junta a un ser querido. No es obligatorio ir, por supuesto, pero entiendo que habrá gente que lo necesite. Si mis familiares no quieren ir que no vayan. Yo ya estaré muerto. Ahora lo importante son ellos.
Y ya que estamos, más que un velatorio podría ser una reunión social, con comida, bebida y canto, como los velatorios italianos o irlandeses. Yo no quiero que la gente que me quiere esté triste, al contrario, la muerte es simplemente un cambio de estado. Pero esto lo dejo a su elección, quien quiera venir, que venga, quien quiera llorar, que llore, y quien quiera cantar, que cante. Lo importante es ser feliz.
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Porque mi último amor verdadero me dijo que, si tuviera un espejo en mi habitación, entonces no se iría nunca.
Al final sí que se fue.
Pero ahora, al menos, tengo un espejo.
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didgewind
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10:34 p. m.
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Ayer hice un examen de una posición de Agrícolas. De risa! Preguntas estúpidas que se encontraban a años luz del espacio finito que ocupaban nuestros miles de apuntes. Desde mi punto de vista una falta de respeto hacia todos los que han estudiado durante meses, dedicando todo su tiempo libre (después de horas de curro) y todas sus vacaciones a ello. Casi todos están trabajando de interinos y por este maldito examen les echarán a la calle. A una chica le dió un ataque de ansiedad al acabar de hacerlo, cayó redonda al suelo y comenzó a gritar con los ojos abiertos de par en par que no podía ver nada mientras le daban espasmos. Qué tensión! En fin, que no entiendo muy bien que jueguen de esta manera con la gente. Coño, pon un examen difícil si quieres, pero que sea acorde con el temario propio de Ingenieros Técnicos Agrícolas, de tal forma que apruebe el que más sepa o haya estudiado y no el que más suerte tenga. Porque quién va a saber cómo llaman a los alojamientos para el ganado, aperos y demás en Tomelloso más que los que vivan allí? (respuestas: Caseta, Casilla, Bombo, Eufrasia...de chiste)
Aquí os dejo una pregunta del examen, de las pocas que había fáciles y entre las muchas que había absurdas. Dedicada a los que os guste el arroz con conejo...JE!
¿Cuál de los siguientes animales es coprófago?
- Gallina
- Cerda
X Conejo
- Cordero
Así que una de las diferencias entre un conejo y un opositor es que el conejo se come su propia mierda y el opositor la de los Honorabilísimos Miembros del Tribunal.
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Lupa
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En fin, el caso es que me ha picado la curiosidad (¿de verdad sólo existen dos tipos de seres humanos del género masculino ante el fenómeno Rocky?) y me ha entrado el miedo (¿¿de verdad!!??). Y al final resulta que tengo más en común con Rocky de lo que me pienso, porque yo también siento ahora la bestia interior, esa que es imprescindible para ganar porque te hace pelear también con el corazón, y me uno a su grito de guerra “Figthers fight” (con su voz cavernosa impresiona más) y soy una figther que va a pelear hasta encontrar al tercer hombre! Tiene que existir! Y comienza el combate, ya oigo la música: Ti ro tiii, ti ro tiii... ti ro tii ti ro tii.
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Lupa
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Queridos amigos y amigas de Vicaro, creo que no os he invitado aún a pasar por mi blog, papirowebxia, que anda por estos mares desde septiembre de 2005. Os dejo la dirección : http://victormaji.blogspot.com/
Os espero.
Víctor.-
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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Nas a todos. Como el título indica, abro aquí un hilo sobre cosas que se complican cuando estás fumado. Es decir, que si no lo estás te resulta sencillo, pero al fumar se complican bastante. Y quien dice fumado dice en algún otro estado alterado de consciencia (inducido por el alcohol, los hongos, la respiración abdominal en ocho partes...).
En mi caso, el otro día estaba intentando doblar una sábana, y recordé que siempre se me complica mucho la cosa cuando he fumado una marihuana decente. Además me di cuenta de que hay muchas cosas que recuerdo sólo cuando estoy fumado, precisamente porque sólo me suceden en ese momento, y como se me ocurrió que sería un buen tema para el blog, afiancé el recuerdo y aquí está. Así que ya sabéis: cuando fumo me cuesta mucho doblar sábanas, mantas y elementos parecidos. Es que no soy capaz de encontrar las puntas, y cuando las encuentro no corresponden a aquellas que tengo en la mano, sino que son las de la esquina opuesta, y luego cuando intento doblarla por segunda vez pierdo la referencia del otro lado... bueno, un follón. Me hace mucha gracia en el momento porque sé que es algo simple que se complica al alterar mi percepción, como muchas otras cosas.
¿Cuáles son las vuestras?
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didgewind
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Y Dios creó el mundo. Y le pareció bien. Y creó peces, animales y plantas. Y le pareció mejor. Y creó al Hombre para reinar y dominar sobre el resto de la creación. Y le pareció magnífico... durante un rato. Al tiempo, Dios se dio cuenta de que el Hombre no era tan magnífico como le había parecido. Por una parte, tenía muy poca iniciativa. Le gustaba mucho dormir, y si era necesario hacer algo (buscar un refugio contra la lluvia, cazar o pescar, recoger fruta para alimentarse...) siempre lo postergaba para más tarde. En resumen, el Hombre era un procrastinador (‘procrastinador’, pensó Dios, ‘vaya, qué palabra más maja se me ha ocurrido. Soy tan sabio que a veces me sorprendo a mí mismo’) que siempre que tenía la ocasión, y cuando no también, buscaba una sombra en la que quedarse tirado tocándose los huevos (‘¿Y para qué habré creado al Hombre con huevos? ¿Será para que se los rasque mientras vaguea? No lo recuerdo muy bien, debo estar haciéndome viejo’) (N. del A.: todos sabemos que eso no es cierto, Dios es atemporal, lo que viene a decir que siempre ha existido y siempre existirá, por lo que los términos joven o viejo no le son aplicables. Lo que sí podemos deducir de sus palabras es que es un tío muy modesto). Por otra, el Hombre se dejaba llevar mucho por sus instintos: si tenía sueño, dormía. Si tenía hambre, cazaba o recolectaba fruta. Claro que muchas de las veces sus instintos entraban en conflicto con su falta de iniciativa, pero eso no era mayor problema y normalmente optaba por lo segundo, que era lo que requería menos esfuerzo. El caso es que Dios ya no estaba tan seguro de haber acertado. ‘¿Para qué le he dotado de inteligencia’, se preguntaba, ‘si es lo que menos utiliza?’.
Así que Dios, aprendiendo de sus no-errores (todos sabemos que Dios no puede errar) creó a un ser aún más perfecto: la Mujer. La Mujer era responsable, no evitaba sus obligaciones, antes de dejarse llevar por sus impulsos razonaba lógicamente... Parecía que Dios había acertado de pleno. Y se retiró a descansar.
Pero he aquí que un día la Mujer llamó a Dios: quería hablar con él. Dios se acercó a donde se encontraba ella (¿hemos dicho ya que Dios es muy humilde?) y le preguntó qué sucedía. La Mujer dijo que se aburría. Que todo era muy fácil. Cazar, recolectar alimentos, construir refugios para la lluvia... Que lo único que le seguía interesando era el sexo, pero que el Hombre se había cansado ya de satisfacerla, teniendo todo el sexo que quería cuando quería, y encima cuando a él le apetecía no duraba ni un minuto, y se cansaba enseguida porque no hacía nada más, aparte de dormir, y no tenía forma física. Que ella a veces se hacía un dedo pero también de eso había terminado muy aburrida. En resumen, lo que la Mujer le pedía a Dios era algo de estímulo para que todo no pareciera tan monótono y aburrido.
Dios se retiró a meditar. Por una parte, si le quitaba algo a la mujer para hacerla menos perfecta y que le costara más hacer las cosas sería reconocer que se había equivocado al crearla así, y eso no podía ser porque Dios es infalible; por otra parte, crear a alguien más perfecto para incentivar a la Mujer tampoco era posible, ya que la Mujer ya era perfecta. Finalmente llegó a un consenso consigo mismo. Llamó a la Mujer a su presencia y le habló de esta forma:
- Mujer, creo que he encontrado una solución a tu problema, y por ende, al del hombre
- Menos mal, Dios, ya empezaba a desesperarme. ¿En qué consiste esa solución?
- Pues es algo que voy a darte, ya que no puedo quitarte nada, pero que hará tu vida más interesante: las Hormonas.
- ¿Las qué?, preguntó la mujer.
- Hormonas. Es algo que alterará tu vida de forma diaria. Habrá veces que tengas ganas de reír, o de llorar, o de jugar, sin motivo aparente; habrá días en que ames a tu pareja con todas tus fuerzas, y te parecerá el ser más maravilloso del Universo, mientras que al día siguiente tendrás ganas de matarlo. De esta manera pondrás a prueba tu resistencia y tu inteligencia, al tener que enfrentarte a las mismas situaciones desde diferentes estados de ánimo. Necesitarás la compañía de otras mujeres para hablar de problemas y situaciones tan complejas que el hombre no será capaz de entenderlos. Con esto conseguiremos darle diversidad a tu existencia. Y además, no tendrás tantas ganas de sexo ni te sentirás atraída por el hombre continuamente (al oír esto la Mujer torció el gesto, pues no era de su agrado), lo que obligará a éste a poner un poco de su esfuerzo, tener más iniciativa y valorar más lo que es la intimidad con una Mujer. ¿Te parece bien?
- Hombre, no es que sea para tirar cohetes, pero si tú crees que va a funcionar...
- Funcionará. No olvides que Dios es infalible.
Y, desde entonces, así son las cosas.
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didgewind
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Por aquellos días de primavera, la adolescencia hervía en mi en todo su esplendor. Quizás no tuviera más de trece años, muchas fantasías en la cabeza y terribles historias de amor no correspondido.
Los juegos de otros tiempos habían quedado olvidados, enterrados y desterrado por siempre. Los amigos seguían siendo los mismos, pero la forma de pasar el tiempo era muy distinta.
Tras la primavera, llegó el primer verano de mi etapa "adulta" o el último verano de mi niñez, según el prisma con el que se mire. Las sensaciones eran incómodas y en mi estaban ya bien despiertos los instintos naturales. Mi tiempo transcurría entre partidas eternas de Monpoly, penosos conciertos con un pequeño teclado Casio, y largas, larguísimas charlas con los amigos. Por entonces descubrí también la música. Los programas de radio comenzaban a tener sentido y empezamos a comprar alguna cinta que otra y también vinilos que aún hoy conservo con cariño. Aquellas desoladoras tardes mis pensamientos volaban entre notas musicales.
No arreglábamos el mundo en nuestras eternas conversaciones, para eso habría tiempo algunos años más adelante. De hecho, no creo tener consciencia entonces de los problemas que siempre nos rodean. Nuestras charlas distaban mucho de ser filosóficas, científicas o en algún modo útiles para otros fines que no fueran aplacar el fuego de nuestras hormonas.
Sí, hablábamos de chicas. Hasta hacía poco tiempo, las niñas eran seres extraños, que tenían sus juegos, su forma de ser tan distinta a la nuestra, sus cosas... Ahora las líneas, antes paralelas, comenzaban a tomar ángulos, comenzaban a buscarse irremediablemente en el espacio y en el tiempo.
Aquel verano, hubiera sido el novio de cualquier niña que me lo hubiera propuesto (yo era entonces demasiado tímido para proponer algo). Entendiendo el concepto de novios, el mero hecho de aceptarse mutuamente como tal. Lejos estaba entonces cualquier acercamiento de otro tipo. De hecho, recuerdo el "escándalo" montado por uno de nuestros amigos cuando besó en los labios a una chica. Aquello era lo máximo, lo inalcanzable, lo platónico, lo nunca visto. Nuestro amigo, tuvo que relatarnos muchas veces cómo lo hizo, como sabía su boca (seguramente a chicle de fresa), y qué sintió. Mi amigo se deshacía en el relato de un beso que no llegó a tres segundos, lo alargaba hasta el aburrimiento, lo estiraba como una goma, sintiéndose envidiado protagonista .
No sé si fueron años inocentes, pero eso me da igual. Fue lo que me tocó vivir y no me he planteado nunca nada al respecto.
Recuerdo perfectamente aquel verano. A parte de mi Casio PT20 y el Monopoly, por las mañanas jugábamos al baloncesto en la pista cercana de la Parroquia. Sudábamos de tal forma que terminábamos metiendo la cabeza bajo el chorro de agua, nada fría, de una fuente de hierro cercana. Algunas tardes las pasábamos en la piscina, mirando los cuerpos de toda fémina, como buitres hambrientos. De vuelta, alargábamos la tarde hasta entrada la noche, charlando, como siempre, en los alrededores de nuestra casa, en un lugar que llamábamos el muro. Allí nos sentábamos, como pájaros posados en un alambre, y allí pasaban las horas perezosas, hasta que alguien era llamado para irse a dormir.
A principios de septiembre de ese caluroso verano se celebraron las fiestas de la Parroquia, verbena incluida. Recuerdo con mucha ternura aquella noche del siete de septiembre. La música sonaba, nos habíamos puesto guapos para la ocasión, y fue quizás la primera vez que nos acercamos directamente a las niñas de nuestro barrio.
Aún conservo en el corazón aquel beso de presentación de Inma. Sus cabellos largos y rubios, ligeramente rizados. Su talle fino, casi espigado y sus ojos color miel. Su voz tierna y acaramelada. Inma estaba sudando ligeramente, como lo estábamos todos, y la leve humedad de su rostro al contacto con el mío despertó mis sentidos. Quizás fuera la primera "mujer" que me presentaran "formalmente". Mis manos se movían nerviosas como independientes del resto de mi cuerpo y mi boca solo balbuceó un tímido y ahogado "hola" que no escuchó ni el cuello de mi camiseta. Sonaba la canción de Suzanne, y siempre asociaré este tema a aquel encuentro.
La vida no fue justa con Inma, era una auténtica muñequita, que perdió la inocencia quizás demasiado pronto. No tardamos en verla convertida en una mujer, madre, y despreciada por un marido mayor que ella que el único mérito que tuvo fue quedarla preñada antes de cumplir los dieciocho. Hace años que no sé de ella. Hace años que quedó perdida en esos días que solo existen en la memoria.
Por aquellos entonces llegó Lola a mi vida. Mi dulce y tierna Lola. Nunca tuve un amor platónico más doloroso, duradero y horrible que el de Lola. Me pasaba las noches sin dormir pensando en ella, en su piel pálida, en su cabello corto y negro, en sus ojos profundamente oscuros. Escribía largas cartas de amor, que por supuesto jamás le entregaba, y fue la musa de mis primeros poemas. Leía a Becquer hasta aprenderme de memoria cada verso, escuchaba baladas tristes y ahogadas que me hacía sufrir, y ese sufrimiento me ensalzaba más aún, me hacía más fuerte en mi propósito de conseguir que Lola se fijara en mi. La perseguía por la calle y hacía cómplices de mis movimientos a mis amigos.
Fue una batalla perdida. Nunca hubo correspondencia. Estuve más de un año anhelando una respuesta que no llegó jamás, y cuando lo hizo, fue una negativa tajante.
Tras aquel verano empecé el Bachillerato, y dejé definitivamente mi vida anterior atrás. Una tarde de domingo, cambiamos sin planearlo la reunión en la sala de juegos por una cerveza, la primera, en un bar de la Plaza Mayor. No olvidaré nunca aquel sitio, que luego frecuentamos cientos de veces; ni aquella cerveza, que sin tomar más que la mitad, llegó a producirme cierta resaca a la mañana siguiente. La sensación de haber hecho algo que no debía, me llenó a la vez de arrepentimiento y libertad. Comenzaba a jugar a ser adulto.
Durante ese curso la discoteca New People nos marcó a todos de alguna manera. Comenzamos a ir a las fiestas que por la tarde de viernes y sábado se organizaban. Allí nos juntábamos toda una generación. Mi generación. Allí esperábamos pacientemente a que la música cambiara a ritmo de lentas para sacar a bailar a la chica de turno. Allí sentí baladas como Still Loving You de Scorpions, Last Christmas de George Michael o Cruz de Navajas de Mecano. Allí recibí negativas firmes y tajantes cuando me atrevía a pedir algún baile y allí bailé por primera vez con una chica, que era la prima de uno de mis amigos, unos años mayor que yo. Entonces no vi en ella el gesto de compasión y piedad que seguramente tuvo.
Poco tardó luego la vida en curtirme y en hacerme más firme y decidido. Como cazador de amores imposibles fallé varios blancos, pero la experiencia me sirvió para afinar la puntería hasta tal extremo que en la primavera terminé saliendo con una chica, la primera, pasando por encima de otros rivales, que además de rivales eran amigos.
Mi corcho de inocencia estaba totalmente perdido y mi perspectiva de las cosas era muy diferente. No es que hubiese madurado, ni mucho menos, pero la pequeña crisálida que habitaba en mi, había salido ya transformada de su letargo, pero eso es otra historia.
v.m.j.a.
31 julio 2006
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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1:31 p. m.
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Espera...¿qué hora es? Las 13:30h. Buff, mierda de resaca. Hacía tiempo que no me cogía una así... ¿Dónde acabamos? Ni idea, a saber. ¿La Fontana de Oro, tal vez? No recuerdo. El caso es que tampoco bebí demasiado. Bueno, sí, entre el vino de la cena, los licores, los Cutty con cola, y los sorbos de los vasos de los demás, a saber. Y además, los porros. Y encima, como siempre, sin comerme un rosco. Soy patético.
Joder, qué dolor de cabeza. ¿Es que no me bebí los tres vasos de agua correspondientes? No lo recuerdo bien, así que supongo que no. Estos martillazos en la sien... Bueno, me lo pasé bien. Nos lo pasamos bien. Aunque ya no estoy para muchos trotes como éstos, qué mierda. A ver si desayunando algo... uff, mi estómago. Mejor me ducho primero, así me quito de la piel toda la mierda que llevo encima: sudor, olor a tabaco, y semen. Siempre igual, al final llego solo a casa, totalmente fumado, totalmente bebido, o ambos, y con unas ganas de sexo, como si no hubiera follado en años. Y hala, a hacerme una paja. Que está muy bien y es muy sano, pero me deja una sensación de culpabilidad... supongo que la educación religiosa. Bah, es una gilipollez, a ver si de una puta vez supero mis traumas.
Ligar, siempre ligar. ¿Por qué los tíos le daremos siempre tanta importancia al sexo? También la educación, supongo. Las niñas, cuando salen, salen principalmente a divertirse. Los tíos, principalmente a ligar. Claro que ellas lo tienen mucho más fácil, si necesitan compañía hay un montón de tíos dispuestos a dársela. Deberíamos cambiar el mundo, equilibrarlo. La compañía nocturna es agradable, el cariño siempre es reconfortante. Te hace sentirte mejor. Seríamos mucho más felices, mucho más seguros, si no tuviéramos tanto miedo de expresar nuestro cariño. Y menos agresivos.
- Buenos días.
Miralles entró en la cocina. Con el pijama puesto y sin gafas, parecía un científico loco, con el cabello de punta y sin peinar.
- Buenos días. ¿Quieres un café?
- No, gracias, voy a tomar un zumo. ¿Quieres tú uno?
- Sí, gran idea. Tengo la cabeza que me va a reventar.
- No me lo creo.
Los dos sonrieron. Ambos compartían esa complicidad que se suele dar entre personas que tienen un mismo sentido del humor.
- ¿Dónde terminamos anoche? Estoy intentando recordar, pero no soy capaz.
- En la calle.
- Vale, me refiero a antes de venir para casa.
- En la calle. ¿No te acuerdas que nos echaron de un taxi, y nos quedamos tirados en la calle como dos gilipollas?
Joder, era verdad. Al salir del último bar, Miralles y yo fuimos a coger un taxi con dos chicas que habíamos conocido dentro. Todo parecía muy normal, hasta que al entrar en el coche una de ellas me dio un empujón que me hizo caer al suelo, encima de Miralles. Los dos contemplamos el taxi mientras desaparecía por las venas de la noche. Luego nos miramos y estallamos en risas, tirados por el suelo como unos diez minutos. Hasta que Joaquín salió del bar, nos hicimos un porro y nos vinimos para casa.
- ¿De qué os reís?
Joaquín acababa de entrar. Recordando la escena habíamos vuelto a empezar a reír, sólo que esta vez sin tirarnos por el suelo.
- De cómo nos dejaron tirados las dos pivas de anoche.
- ¿Y cómo fue?
- Te lo contamos anoche, antes de volver.
- Hicisteis como que me lo contabais. Estabais tan borrachos que no hacíais más que balbucear.
- Pues, que cuando salimos...
Miralles describió la escena. Se le da mejor contar historias que a mí. En general no se me da bien contar historias. Mis amigos se terminan aburriendo cuando les cuento algo que dura más de dos minutos.
Entre los tres reconstruimos la velada. Habíamos cenado en ‘Viento del Sur’, un restaurante de comidas del mundo, muy barato, que además destinaba parte de sus ingresos a distintas ONGs. Allí disfrutamos de la comida, el buen vino y la grata compañía de dos amigas de Joaquín, muy guapas y muy simpáticas, por cierto. Joaquín suele ir siempre bien acompañado, aunque no tiene pareja estable. Un alma solitaria, supongo. Como la de casi todos. Después, ya bastante contentos, comenzamos el desfile por los bares de la calle La Palma: La Vaca que Ríe Cuando da Leche, el Ombú, la Vía Láctea, el Tupperware... en alguno de ellos, las chicas nos abandonaron. Y entonces, comenzó la cacería. Bueno, exagero. Hace ya tiempo que descubrimos que si buscas ligue, lo más probable es que no lo encuentres y además te acuestes amargado, así que intentamos salir a divertirnos, sin pensar demasiado en el sexo contrario. Pero una cama solitaria es una cama muy fría, cargada con el peso de las noches que no fueron y las noches que no serán, así que siempre te acercas a alguna chica que te parece atractiva, con la esperanza de que será tu alma gemela, al menos hasta que despunte el alba. Kundera escribió que hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos cosas distintas; la primera es deseo, la segunda es amor. Estoy seguro de que muchos hombres de treinta para arriba, cuando salen ‘a ligar’, lo que buscan es lo segundo, pero están tan condicionados por el estereotipo de masculinidad que se centran toda la noche en conseguir lo primero. Como dije antes, el cariño siempre reconforta.
- Al final terminamos en La Palma de Oro, y vosotros ibais tan borrachos que Miralles, antes de entrar, tiró un porro recién hecho después de darle dos caladas. Y tú, Miguel, ni siquiera protestaste. Por cierto, muy buena música y muy buenas chicas. ¿No te acuerdas que estuviste hablando con una bastante tiempo? Se os veía bastante a gusto. ¿Qué pasó?
Intenté recordar esa parte de la noche. Entre brumas me vino a la memoria la imagen de una chica alta, de espalda ancha, con trenzas reggae y un piercing en la nariz. No recuerdo su nombre, no recuerdo la conversación que mantuvimos. Sólo recuerdo sus ojos, azules y verdes al mismo tiempo, limpios como el cielo de Menorca en un atardecer de septiembre, y de una tristeza profunda, melancólica y solitaria.
- No lo sé, sólo sé que estábamos hablando y de repente desapareció.
- Pues es una pena, porque parecía una tía interesante. ¿Qué hacemos hoy de comer?
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didgewind
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Esta semana la locura ha ganado su batalla. Y ha sido una victoria justa. He estado encerrada, envuelta en legañas de sueños, ensetada de fiebre, empapada en el sudor de mi soledad. La mirada fija en el techo. La mirada fija en la pared. En la otra pared. En el suelo. Esquizófrenicos pensamientos que me hacían despertar con el miedo agarrado al corazón. El miedo al miedo. Vivo o sueño, no sé muy bien. No sé si han pasado horas o días desde que noté está agonía pensándome en el cuerpo; sacos de desamor oprimiéndome el alma. Eludiendo su presencia en mis ratos de lucidez tratando de leer, de comprender. No sé si es sueño o es realidad. Esta desidia ha tejido su hilo tan fino, aprovechándose de mi debilidad, que esta mañana ya no puedo salir de esta madeja, de esta tela de araña que me tiene en su interior de burbuja. Alzo una mano para intentar traspasarla, los sedosos y pegajosos hilos me cogen del brazo en cuanto las yemas de mis dedos empiezan a asomar por fuera. Lo retiro con las pocas fuerzas que me quedan y lo repliego contra mi cuerpo. Cierro los ojos con fuerza y pienso en él. En sus ojos negros, en su piel morena, en su negro y canoso pelo. En las veces que trepa a mi balcón y me araña la piel con sus caricias, me muerde los pezones hasta el placer-dolor, me penetra acompasadamente mientras sus escasos besos llegan a mi boca. Luego baja sigiloso por donde ha subido y desaparece en los albores del amanecer. Por las mañanas, envuelta en mi manta de esperanzas, me asomo al balcón con mi mejor sonrisa, por si me está viendo desde algún tejado, por si vuelve para robarme un último beso. Pero nunca sé cuando volverá. Una bola de fuego se enciende en mi sexo al recuerdo de su cuerpo desnudo encima del mío. Abro los ojos y creo divisar una sombra. Su sombra.
-¿Estás ahí?
-Sí, estoy aquí.
-Dame la mano.
Alargo mi mano para sentir la suya pero no llego a tocarla. Maldita tela de araña. Estallo en un grito que inunda de un fuerte eco mi jaula-burbuja. Salto, alzo los brazos y rompo la tela. Miro a mi alrededor buscándole pero la habitación esta vacía. Otra mala pasada de mi esquizofrenia. Me asomo al balcón.
-¿Estás ahí?
Una sonora carcajada por encima de mi cabeza.
-No, tú no. Vete, déjame sola.
La veo venir flotando en el aire, con su bello cuerpo desnudo, la cabellera le nace roja como el fuego y se le atornilla en tirabuzones de oro que caen sobre sus senos; su pubis níveo y sin vello. Sus ojos verdes, centelleantes por el éxtasis, me atrapan una vez más. No quiero mirarla, se que no debo mirar esos ojos, pero me atraen mágica, diabólicamente, y una vez más sé que es inútil resistirse. Me tiende la mano y se la agarro sin vacilar. Me alza en el aire, me sube bien arriba y con sus dedos bajo mi barbilla pone mis ojos a la altura de los suyos para apoderarse completamente de mi alma. Yo dejo que se la lleve. Me muerde el cuello, los labios, las muñecas.
-Ahh! Duele.
-Es que tiene que doler.
Noto como los regueros de sangre brotan de mis venas y resbalan rojos por mi blanco cuerpo. No sé donde estoy, siento que floto, que estoy suspendida en el aire, los tejados se divisan al fondo. Vértigo, náuseas, ganas de morir, ganas de reír. Creo que voy a perder el conocimiento y entonces le veo a él, veo sus ojos negros otra vez, que me miran tiernamente al tiempo que me dicen adiós, sin dolor. Mi amor se da la vuelta y siento que se va para siempre. Le veo alejarse y miro su nuca. Empecé enamorándome de su nuca. Los ojos se me abren, no puedo soportar verle marchar, y me encuentro de nuevo con los ojos verdes, de la que no deja de reír y disfrutar con mi agonía. Noto convulsiones, punzadas en mi cuerpo. Coloca su huesuda mano bajo mi cabeza, mete su lengua, jugosa por mi sangre, en mi oído y me susurra.
-Ya eres mía... Para siempre.
-No...no...sí, sííí
Estoy ya fuera de mí, no sé lo que me está pasando aunque en realidad creo que soy perfectamente consciente de lo que me ocurre. Me da un largo beso en los labios, me los lame, me mira ardiente y deseosa, está disfrutando de lo que acaba de conseguir. Violentamente me arroja en la dirección de la fuerza de la gravedad que me engulle en su viaje al centro de la Tierra. Oigo el crujir de mis huesos contra el suelo. Por primera vez voy a morir y no voy a ver mi muerte.
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Lupa
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10:26 p. m.
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- ¡Hola kike!
- ¡Hola! ¿Alicia?
- ¡Sí, soy yo! ¿Cómo estás?
- ¡Bien, bien, como siempre! ¡Qué guay escucharte! ¿Qué tal tú, sigues por Almería?
- Sí, sigo por allí, pero ahora estoy en un curso en Toledo. Es hasta el miércoles, pero en el trabajo he dicho que es hasta el jueves, para quedarme un día más. Había pensado en acercarme a Madrid a verte.
- Claro, mujer, gran idea.
- ¿Puedo pasar la noche en tu casa?
- Por supuesto. No esperaba menos.
- Tengo muchísimas ganas de verte.
- Sí, yo también.
Llegó por la noche, así que quedamos directamente en el metro de Tirso de Molina. Alicia y yo nos habíamos conocido en un cámping en el Cabo de Gata, un par de meses antes. Yo había bajado con un amigo, ella con una amiga, plantamos la tienda, os echamos una mano, jí jí jí, já já já, yo soy kike, yo Alicia, y anduvimos juntos un par de días. No pasó nada en sí, pero hubo muy buen rollo, así que no me sorprendió mucho que me llamara estando cerca de Madrid.
- ¿Qué tal el viaje?
- Bien, gracias. Toledo está muy cerca, ¿no?
- Sí, muy cerca. Mi casa está muy cerca también, si te parece dejamos tus cosas y luego vamos a comer algo por ahí.
- De acuerdo.
Dicho y hecho. Dejamos sus cosas en casa y salimos por el barrio. Pincho en La Tomasa, mojito en el Delict, copa de vino en el Vara Vara, un rato al Marula, paso esporádico por el Contra Club. A la 1 nos fuimos a casa y nos preparamos un té con velas en el salón.
- Ali, yo me voy a acostar, he tenido una semana muy dura y mañana trabajo.
- Sí, claro, no te preocupes. ¿Dónde duermo?
- Pues, aquí en el salón hay varios colchones, elige el que quieras.
- Pero aquí en el salón, no sé... ¿no pasa gente?
- Bueno, sonreí, si quieres podemos meter uno de los colchones en mi habitación.
- ¿Tu habitación es ésa de la cama tan grande?
- Sí, la del colchón inmenso.
- Bueno, a mí no me importa que durmamos juntos.
- Pues por mí, perfecto.
Entramos a mi habitación. Me quedé en calzoncillos y me acosté. Alicia se quitó la ropa despacio, se quitó el sostén, apagó la luz y se metió en la cama. Pegó su cuerpo semidesnudo al mío y me besó. Y la noche se nos quedó corta.
A la mañana siguiente se volvió hacia mí, me miró muy seria con sus grandes ojos negros y dijo:
- Oye, tú esto... lo tenías planeado desde el principio, ¿verdad?
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didgewind
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8:12 p. m.
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Ahora mismo estoy en Camden Town, tomando un Arabian Jasmine en un restaurante fashion. La decoración es japonesa y la música muy moderna (funky drum chill, o una mezcla de ésas). Enfrente hay un grupo de unas quince personas bebiendo champagne, igual pertenecen a alguna compañía de teatro, o a alguna serie de televisión. He subido buscando un poco de tranquilidad, un asiento cómodo donde descansar y una taza de té caliente con la que recuperar fuerzas y no quedarme dormido, pues es la hora de la siesta. Me senté pero nadie vino a atenderme, miré la carta pero no había tés. Por fin pasó un chico vestido totalmente de negro, le hice una seña y se acercó. '¿Un té, por favor?'. '¿Qué clase de té?'. 'Er... no sé, cuáles tienen? He mirado en la carta y no aparecen'. '¿No? Déjeme mirar... Vaya, pues deberían'. 'Quizás en la otra, espere, sí, aquí están'. 'Disculpe, deberían aparecer en esta también'. Al final me he decidido por el Arabian Jasmine. Lo trae el mismo chico en una jarrita de cristal transparente. Me dice que si se lo permito, al té me invita él. 'Thank you very much', respondo. Cuando voy por la mitad de la jarra le llamo de nuevo. 'Disculpe, ¿podría traer algo de azúcar, por favor?'. 'Por supuesto', contesta. 'Y le voy a volver a llenar la jarra, si no va a saber muy amargo'. 'Gracias', repito de nuevo. Y cuando regresa, 'Está siendo muy amable conmigo'. 'No se preocupe, es la vida. Primero soy yo el amable, luego lo es ustéd, y así'. No sé si se referirá a algo en concreto, pero me da igual. Cuando la gente es positiva, me mola. Me ha puesto de buen humor.
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didgewind
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7:46 p. m.
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Martes por la mañana, paseo por la Gran Vía de Madrid dejándome envolver por el ambiente que le da la luz del día, tan diferente del que le da la oscuridad de la noche; tan vitales e interesantes ambos. He quedado para comer con una amiga que está como loca porque se casa en unos meses y quiere presentarme a su futuro marido. Es curioso que me haya invitado a la boda cuando apenas si la he visto en los últimos años y ni siquiera conozco a su chico. Por lo visto son inseparables y a ella ya no le apetece quedar con nadie que no sea él. A menudo la gente comete el error de dejar a sus amigos a un lado para dedicarse a tiempo completo a sus parejas, y luego, cuando la relación se rompe, se encuentran con que se han quedado solos. En fin, camino por la calle Montera, observo a las putas y a sus presuntos clientes. Parece que trabajen 24horas. La luz del día hace su trabajo más duro, bajo las sombras de la noche les debe resultar más fácil.
Tengo ganas de ver a Susana, de charlar con ella como hacíamos antes de que se echara novio, pero sé que el tema de conversación durante toda la comida se centrará en su vestido blanco que ahora no la convencerá, en sentar o no a fulanito en la misma mesa que a menganita, en si el menú es el adecuado...Me invade un tremendo hastío de pensar en la pérdida de tiempo de preparar un bodorrio, de charlar sobre algo que me interesa tan poco, con la de temas interesantes de los que podríamos disfrutar durante la comida, ¿o será que ya no nos quedan y por eso la vida nos ha separado tanto? Puff, necesito coger energías antes. Decido ir al Skalaria un rato, tomar un buen té, fumar un porrito y leer la revista que publican cada mes. El Skalaria, tan concurrido y ruidoso por la noche, es un bar tranquilo por las mañanas donde apenas si somos cuatro personas ensimismadas en nuestras lecturas. Entro por la puerta y me dirijo a mi mesa preferida, la del rincón al lado del ventanal. Ya estoy saboreando mi momento cuando veo que un chico va en la misma dirección Mierda, me va a quitar la mesa Acelero el paso pero está visto que él llega antes. Se da la vuelta para mirarme.
- ¿Te ibas a sentar aquí?
- Eh,...sí, pero no pasa nada, me siento en esta de al lado
- A mí me da igual una que otra...
- Ah, pues si te da igual acepto la oferta...es que es mi mesa preferida en este bar
- Siéntate tú entonces, yo me siento en la otra, me estoy terminando un libro y es de eso que estoy tan metido dentro que me voy a olvidar al instante de donde estoy sentado
- Gracias.
Mientras nos sentamos, me pongo a mirar de reojo el libro que está leyendo “Primavera con una esquina rota“. Vaya, que buen libro.
El camarero se puso en medio de los dos y me preguntó que quería.
- Un té moro y un trozo de tarta de chocolate.
Noto que el chico me mira por detrás del cuerpo del camarero mientras pido. Es su turno y le oigo pedir:
- Un té moro y un trozo de tarta de chocolate.
Sus ojos son negros, profundos, interesantes...No dejan de mirarme.
-No es que me hayas dado envidia, es que es lo que suelo pedir siempre.
Me sonríe, tiene un colmillo que sobresale por el resto de los otros dientes y queda mordisqueando ligeramente el labio de abajo. Qué chico más atractivo. La coincidencia pica mi curiosidad y le comento:
-Primero la mesa, luego el té y la tarta...y además me he leído “Primavera con una esquina rota“ la semana pasada...parece que tenemos gustos parecidos...
Se mete la mano en el bolso, saca una cajita de madera y la abre para enseñarme lo que lleva dentro: marihuana, papelillo y mechero. Me echo a reír.
-Toma, hazte uno...que seguro que era con lo que ibas a acompañar el menú...
Su voz suena muy masculina y dulce, combinación perfecta. Nos reímos y charlamos un rato mientras nos deleitamos con la trilogía de sabores. El cuarto placer, su risa, me hace flotar en el Skalaria.
-Voy a tener que ir al baño. Decimos los dos a la vez, y nos echamos a reír. Estamos fumados, embriagados por la magia del humo que aparece reflejado por el sol. Nos levantamos y bajamos las escaleras hacia los servicios. Giro el pomo del de chicas pero está cerrado.
-Ups, tengo que subir a pedir la llave.
-Entra en el de tíos si quieres, te espero.
Entro a mear, me siento muy bien. Decididamente me encantan las mañanas de los martes. Salgo y sonrío a mi desconocido compañero de la mañana. Está apoyado en el lavabo, hay poco espacio para pasar entre él y la pared así que nuestros cuerpos se rozan. Él posa ligeramente su mano sobre mi cintura mientras paso y mi cadera nota el volumen en reposo de su entrepierna. Nos miramos y me dice:
-También ahora te apetece hacer lo mismo que a mí.
-Sí .Respondo sin pensar.
Me pasa una mano por la nuca, con la otra me rodea toda la cintura y me da un tierno y jugoso beso. La atracción y la química llenan el ambiente al instante. El volumen de su rabo había aumentado y lo noto a la altura de mi ombligo, mi tanga se está humedeciendo a cada movimiento de nuestros cuerpos. Sus manos bajan por mi culo y llegan a mis muslos, las siento subir ahora por debajo de mi vestido. Van avanzando por su cara interior muy despacio hasta detenerse en la tela del tanga. Con la otra mano me saca una teta por encima del sujetador y comienza a chuparla. Retira el tanga a un lado y me roza con sus dedos. Ahh! Se resbalan por todo mi clítoris, juguetean con él, hasta bajar y meterse dentro de mi sexo. No puedo dejar de besarle, de agarrarle el culo con fuerza, de lamerle los pezones. Le quito los pantalones, le manoseo la polla por encima del calzoncillo mientras sus dedos no dejan de buscar y acariciar mi entrepierna. Me baja el tanga arrodillándose un poco y mordisqueando mi tripa. Me arrincona contra la pared, me levanta y abrazo su cintura con mis piernas. Es alto, fuerte, muy moreno, me resulta muy atractivo. Coloca la punta de su polla en mi clítoris y moviéndola muy suavemente la mete un poco dentro de mí. Paramos por un momento de besarnos, chuparnos y tocarnos, nos miramos a los ojos. Cojo mi bolso y saco un condón, al contrario que quitarme el rollo, la interrupción me pone más cachonda, la idea de sentirle dentro en unos instantes me hace desearle más. Muerdo la envoltura mirándole llena de deseo, le cojo la polla y comienzo a meneársela suavemente, le enrollo el preservativo y recorro toda su longitud. Tiene una buena polla. Nos besamos de nuevo, me siento encima de la mesa de mármol del lavabo, coloca su cuerpo entre mis piernas, coge mi cara con una mano, desliza su dedo pulgar hacia mi boca, acaricia mis labios, le cojo el dedo con mi lengua y se lo empiezo a comer ansiosa. Se agarra el miembro con la otra mano y lo deja justo en mi sexo para luego, cogiéndome de los hombros, empujarlo hacia dentro lentamente y sentir cómo entra; grande y duro. Los suaves movimientos de nuestros cuerpos comienzan a ser más rápidos, mis pies hacen fuerza contra la pared y mis manos se agarran al borde del mármol. La violencia de nuestros movimientos, de nuestros sexos golpeándose uno dentro de otro, hace que la mesa se tambalee. Paramos. Me incorporo y noto como su polla se sale. Ahh. Me giro rozando mi culo con su cuerpo, con su miembro erguido. Me inclino sobre el lavabo, mi cara frente al espejo, la suya también, y le muestro mi culo, mi sexo pidiéndole ser penetrado. Siento de nuevo su polla dentro de mí y gemimos los dos de placer. Alarga una mano para deslizar sus dedos en mi clítoris. Miro sus ojos a través del espejo que siguen el movimiento de mi teta saliendo por fuera del sujetador. La intensidad que precede el orgasmo aparece, cierro los ojos, se escucha el golpetear de mi colgante contra el espejo, el golpeteo rítmico de nuestros sexos chocando, ese sonido hueco acompañado por el de la mezcla de fluidos. Abro los ojos, nuestras caras están llenas de placer, de deseo. Una pequeña convulsión me agita, me voy a correr. Gimo más intensamente mientras él se muerde el labio con su colmillo, mira mi espalda, mi cintura estrecha que se ensancha en unas grandes caderas; su movimiento. Pongo mi mano sobre la suya que sigue acariciando mi clítoris con rápidos movimientos, la aprieto un poco, acelero el ritmo de mis caderas y me corro, aprieto fuertemente las piernas mientras sigo moviéndome cada vez más rápido, oigo su voz, distingo los gemidos precedentes a la salida del semen. Se dobla sobre mí, me abraza por el pecho y me da un beso en la espalda mientras las convulsiones orgásmicas agitan nuestros cuerpos. Permanecemos así unos segundos, y entonces alguien intenta abrir la puerta del baño. Mi desconocido amante cierra rápidamente.
-Un momento. Grita.
Me incorporo, su miembro relajado sale de mi interior. Busco mi tanga mientras él se viste. Nos damos un beso. Un espasmo orgásmico me recorre el cuerpo y aprieto las piernas. Me mira y sonríe. Me sube el vestido, se arrodilla con su cara a la altura de mi coño, retira el tanga con un dedo y siento la punta de su lengua en mi clítoris empapado, Me lo lame increíblemente bien unos segundos y me corro en sus labios, en su colmillo tan sexy. Le cojo la cabeza entre las manos y le levanto. Nos damos un beso con el sabor de mi sexo. Nos abrazamos y golpean en la puerta.
-Ya va. Dice con su voz tan dulce y tan masculina. Oye, yo voy a entrar a mear, que al final me has entretenido y...¿Me esperas arriba?
Salgo del baño sonriéndole. El chico que llama a la puerta me mira y me da la risa, estoy fumada y muy satisfecha.
Una vez arriba los dos, sentados en la misma mesa (en mi favorita), charlamos y reímos durante un buen rato. Miro la hora y veo que tengo que irme a comer con mi amiga y su futuro marido.
-Bueno, tengo que irme, he quedado para comer....no sé, si eso nos vemos otro día por aquí.
-Me podías dar tu teléfono y quedamos.
-No sé... casi prefiero dejarlo así...ha estado muy bien, no vayamos a estropearlo...si nos volvemos a ver estupendo, pero lo de darnos los teléfonos y quedar...no sé...
-Mira que eres rara... Ha sido un polvo de puta madre...y antes de eso nos hemos reído mucho...
-Sí, ha sido una buena mañana... Yo que sé, no me mires así, acabo de echar un polvo con un desconocido en el cuarto de baño y creo que prefiero que sigas siendo un desconocido...no quiero saber ni tu nombre, ni a que te dedicas, ni ninguna otra cosa poco interesante de tu vida que cambie la magia de este día...
-Está bien...bueno, espero que nos volvamos a encontrar un día de estos...
-Seguro.
Nos damos un abrazo y un pico, nos sonreímos. Salgo del bar y los pitidos de los coches me devuelven a la realidad. Camino hasta el restaurante pensando en que igual he sido una gilipollas por no haberle dado el teléfono, a lo mejor era un tío de puta madre. En fin, ya estaba dicho...y hecho. Mi sonrisa debe ser grande porque la gente me mira. Sí, acabo de echar un polvazo. Entro en el restaurante con un humor excelente, ahora si que tengo energías para aguantar el tema menú de bodas. Susana ya estaba allí.
-¡Qué sonriente vienes! ¿Qué tal estás?
-Muy bien y ¿tú? Si te cuento lo que me ha pasado...pero mejor luego, ahora la que tiene que contar eres tú, ¿estás muy enamorada o qué?
-Sí, la verdad es que sí. Es un tío de puta madre...Estoy histérica con la boda, no veas los preparativos que hay que hacer, no tengo tiempo de nada...
Estoy preparada para pasar una comida escuchando y asintiendo con la cabeza, además, se ve a Susana tan emocionada que da gusto escucharla. Pedimos vino y brindamos. Miro por los cristales a la calle, hace un día estupendo. Susana saluda a alguien con la mano.
-Mira, ya está Borja aquí. Ya verás, te va a caer fenomenal.
Me giro para recibir al susodicho con mi mejor sonrisa y allí está Borja, el mismo con el que acabo de follar en el cuarto de baño. No sé a quién de los dos se le descompone antes la sonrisa. Nos damos dos castos besos. Increíble, menudo capullo. Susana le abrazaba tiernamente. Ésta si que va a ser una comida tensa. Susana no para de hablar toda sonrisa, su cara iluminada por el amor. Borja y yo apenas pronunciamos síes y noes. Me imagino su rabo duro penetrándome, mezcla de excitación y asco. Con lo contenta que me hubiera ido a casa sin haber vuelto a saber nada de él, imaginando que había follado con un tío perfecto, la idea romántica me hubiera acompañado algún tiempo durante ensoñaciones y masturbaciones. Ahora sólo quería gritar lo hijo de puta que me resultaba por haberme implicado en una infidelidad con una amiga. ¿Cómo iba a ocultárselo a ella? ¿Cómo decírselo? Mi tanga todavía estaba mojado. Mi sexo todavía tenía pequeñas convulsiones. Llegó el momento en que el vino hizo sus estragos y Susana nos dejó solos para ir al servicio.
-Ves cómo era mejor ser unos desconocidos...tienes un nombre espantoso. Intenté bromear.
-Oye, no puedes decirle nada a Susana, nos vamos a casar...y yo la quiero...
-No me vengas con rollos, o se lo cuentas tú o lo hago yo...elige.
Puso su mano sobre la mía, la misma que me había llevado al orgasmo, la misma que acababa de pasar por la cara de mi amiga. Me miró con sus preciosos ojos negros, acercó la rodilla por debajo de la mesa a mi entrepierna.
-Por favor, es mejor que no se entere...
Una parte de mí deseaba restregarse contra su rodilla, otra me hacía odiarle por lo que le había hecho a Susana. Bebí de un trago mi copa casi llena y la volví a rellenar. Corté por lo sano.
-Me voy, te dejo con tu chica y espero que se lo cuentes...de otra manera se lo contaré yo y será peor...
Me desprendo de su mano que intenta agarrarme, y me levanto sin mirarle. Salgo del restaurante con ganas de reír y llorar al mismo tiempo. ¿Qué hubiera pasado si le hubiera dado mi teléfono cuando aún era un desconocido y no le hubiera visto hasta el día de la boda? ¿Hubiéramos sido amantes hasta ese día?
Paseé sin parar hasta que se hizo de noche, pensando en la de cosas que pueden pasar un martes por la mañana y cambiar la vida de alguien. Pensando porqué la felicidad de unos se convierte a veces en la desdicha de otros. En cómo un buen polvo con un desconocido pasa a ser una infidelidad. En la libertad de actos de estar soltera. En la responsabilidad que conlleva tener pareja... Pienso, en fin, en mi vida y en la de Susana. Y en medio de mis pensamientos no puedo dejar de ver el colmillo de Borja clavándose sobre su labio, humedecido por mi sexo.
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Lupa
a las
1:38 p. m.
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Y lo estoy notando. Todo empezó unas navidades de hace algunos años. Acababa de leer un libro de Francisco Umbral (creo que es el único libro suyo que me he leído, aunque me gustó mucho) titulado Mis mujeres. En él entrevistaba y reflexionaba sobre distintas mujeres conocidas de la época, y entre ellas se encontraba Ana Belén. Una Ana Belén de veinte años que leía a Proust. Fíjate, pensé, que llevo tiempo queriendo leer a este tío, y ahora leo una entrevista de hace treinta años y aparece su nombre. Así que se lo comenté a una amiga, y esas navidades Baltasar me trajo el primer volumen de la heptalogía En busca del tiempo perdido, titulado Por el camino de Swann.
Al principio fue horroroso, no había por dónde cogerlo. Por aquella época tomé la costumbre de leer varios libros al mismo tiempo, y me apliqué a dicha tarea con más ahínco aún. Es que era lentísimo. Qué digo lento, simplemente no sucedía nada. Muy aburrido. Muy contemplativo.
Afortunadamente, como he comentado, iba alternando diferentes lecturas, y a Proust le iba dando cancha de vez en cuando, encuentros breves, pero frecuentes. Aprovechaba los desplazamientos cortos, en metro o en autobús, para leer unas cuantas páginas. Me gustaba su estilo, pero me aburría mucho. Párrafos interminables sobre luces, recuerdos y sensaciones; frases que ocupaban páginas enteras... vosotros ya me entendéis. Cuando iba por la mitad del libro creí descubrir por qué no había contado nada hasta ese momento. Normalmente, una novela dedica su primera parte a describir los personajes y sus situaciones, luego viene el nudo, y finalmente el desenlace. Haciendo un cálculo subjetivo, digamos que a la descripción se le suele dedicar un 15-20% de la novela. Pues bien, más o menos a la mitad de Por el camino de Swann, Proust, creo que hablando de Gilberta Swann, comenta someramente una situación que describirá con más detalle 'en uno de los libros posteriores'. Es decir, que el tío ya sabía a priori que iba a dedicar varios volúmenes a su historia. Y haciendo un cálculo rápido y tomando por buenos los porcentajes de los que hemos hablado, como mínimo iban a ser cinco, si todo ese primer libro lo dedicaba a descripciones.
Así que me armé de paciencia y todo continuó igual hasta cierto día que cogí un cercanías para ir a Tres Cantos. Estaba leyendo un párrafo interminable sobre la luz que, a cierta hora del mediodía, se reflejaba en el campanario de Batenville, y dividiendo su esencia en distintas tonalidades, a veces anaranjadas, a veces, ocres, caía de nuevo sobre las gotas de rocío que mantenían su precario equilibrio entre las verdes hojas de los árboles a los que aún no había atacado el otoño, permitiendo a su vez que miríadas de ruidosos insectos... Insoportable. El tren paró, miré por la ventana y ahí estaba: la luz que caía en tonos anaranjados y ocres sobre las gotas de rocío que aún mantenían su precario equilibrio... Me quedé embobado. Y aún observé algo más: el contraste entre las zonas del árbol donde el sol se reflejaba de forma directa y sus sombras. Fue una revelación.
Desde entonces sigo leyendo a Proust, siempre a ratos, por supuesto. Afortunadamente, hacia el final del primer libro y en los subsiguientes tomos se hace más entretenido, en parte porque por fin suceden cosas, en parte porque las descripciones que realiza son más bien de caracteres y comportamientos. Y en este sentido Proust es un maestro, además de ser un tío muy divertido. Por otra parte, el hecho de ser tan contemplativo tiene un efecto tranquilizante sobre mí que, cuando llevo un tiempo sin experimentar, echo mucho de menos, como ahora. Así que en breve retomaré el quinto tomo, La prisionera, el cuál llevo leyendo desde hace aproximadamente un año, y me sumiré de nuevo en el ritmo pausado, el análisis psicológico de los personajes y la contemplación de las relaciones sociales en el París de finales del siglo diecinueve. Eso sí, en pequeñas dosis.
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didgewind
a las
8:25 p. m.
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Es sábado por la mañana y en la ferretería se respira un ambiente muy distinto del resto de la semana. Hoy hay poco trabajo y me dedico a ayudar al jefe de almacén a comprobar los últimos pedidos que han llegado. Así salgo también de la rutina diaria de papeles y cuentas que me encierran en la oficina durante largas horas.
Estamos ya todos los que nos toca trabajar. Los sábados hacemos turnos y viene solo la mitad de la plantilla. Bueno, todos... no. Falta Coque, pero ese va a siempre a su rollo.
Coque es el mozo de almacén y tiene diecinueve años. Es bajo, algo barrigón y un poco corto de entendederas. Va de modernillo, con sus pantalones anchos y caídos, camisetas ceñidas que acentúan su tripa, y unas zapatillas deportivas de gran tamaño que lleva siempre desatadas. Su pelo, castigado por mil productos del todo a cien, de dudosa procedencia, está cortado de forma extravagante, con puntas en rubio platino incluidas. Está colgado por los coches y anda todo el día viendo revistas de automoción. Tiene un carro de enésima mano, pintado por él mismo en colores chillones y tuneado de baratillo, a base de piezas sobrantes que ha ido pillando en diversos desguaces, donde es muy conocido.
Pasan de las nueve y media cuando le vemos llegar en su destartalado y esperpéntico coche, con la música tan alta que retumba hasta el suelo. Algún día se quedará sordo del todo. Aparca dando un volantazo a escasos centímetros del flamante Fort Focus recién comprado del jefe de almacén, que al verlo sale alarmado, pegando unos chillidos tremendos:
- ¡Coque, estás gilipollas! ¡Casi le das a mi coche!....
Coque mira a través de sus gafas de sol, con cara de estar ajeno a los espavientos del jefe de almacén. Se baja tambaleándose un poco y balbucea unos buenos días casi inaudibles. Me hace mucha gracia ver el panorama.
Coque entra en el almacén y se sienta en las escaleras de la derecha. Emana vapores de alcohol por todos sitios. Se quita las gafas de sol y deja al descubierto unos ojillos pequeños y enrojecidos. Huele a tabaco, a garito de mala muerte y a vómito. Antes de hablar pega un sonoro eructo...
- Joe, que marcha...
- Lo primero es dar los “buenos días” - le digo conteniendo la risa que me provoca la situación – y lo segundo es que llegas media hora tarde. Seguro que ni has dormido.
- No, pero estoy bien, de verdad....
- Claro, y casi te cargas el coche nuevo de Luis.
- Tíos – nos dice, pasando de mi reprimenda mientras se pone en pie – Ayer ligué con una tía que está buenísima y por eso he llegado más tarde. La he acompañado a casa y “to”.
- Coño, el Coque con una tía, no me lo puedo creer – Ironiza Carlos, que estaba observando todo desde el mostrador.
- Sí.... ¡y tiene unas tetas enormes!
- Vaya, ¿eso es lo único que te importa de una tía?- le reprime – ¿Sólo quieres que tenga unas tetas grandes?. Es que no te importa que sea simpática, agradable, buena persona.... no sé, que tenga buenos temas de conversación...
Coque, le mira muy extrañado y sentencia:
- Es que ésta habla y “to”.
Me imagino la moza en cuestión. Para estar con Coque debe tener unas anchísimas tragaderas o estar desesperada, cosa que pongo en duda en un chica joven. Además me hago una idea de la situación en la que se produjo el acercamiento y concluyo que o bien la chica estaba en un estado de embriaguez cercano al coma etílico o su coeficiente intelectual está muy por debajo del coeficiente del Coque, que ya es tirar por lo bajo.
Mando a Coque que monte unas estanterías y sigo comprobando el pedido con Luis, que aún no ha superado el susto de ver como el zarrioso coche de Coque casi se empotra contra el suyo.
Va pasando la mañana muy tranquila. Voy a buscar a Coque donde lo dejé con la diez-once en la mano. Me lo encuentro tirado en el suelo, y me asusto al principio. Pero al acercarme veo que está dormido como un angelito. Las cuatro baldas que ha montado en la estantería están visiblemente torcidas. Llamo a Luis y a Carlos para que vean el panorama.
Luis no se anda con contemplaciones y lo despierta de un puntapié... Coque se espabila y se incorpora, y sin decir nada, se pone en pie y sigue con el trabajo.
v.m.j.a.
Publicado por
Victor Manuel Jiménez Andrada
a las
6:51 p. m.
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“¿Veis como está todo?. El silencio reina en cada rincón. Solamente el viento se atreve, tímido, a soplar brevemente en susurros. Es la canción de la muerte... ¡Mirad el cielo!. Está cubierto de nubes espesas y grises, que amenazan una lluvia que no termina de brotar. ¡Quiero que la lluvia lo llene todo para que limpie tanta sangre seca esparcida!. Pero el capricho de la naturaleza no atiende mis deseos. El amanecer sin embargo, ha sido tan limpio y tan claro...
Permitidme un momento que descubra mi cabeza. El casco me está dando un calor infernal. Tengo la cara sucia y el pello es todo de sudor y polvo.
¡Aquí está mi espada! , ya lo veis, compañera de tanta lucha, asesina infatigable ¿Cuánta sangre ha corrido hoy por este macabro filo?. La voy a limpiar con un poco de hierba fresca. ¿Podéis oler la sangre? Es un olor de una crudeza atroz. Si dejara que se secara más en el filo, llevaría consigo el perfume inconfundible de la muerte.
¡Mirad de nuevo alrededor!. Me estremezco por el terrible paisaje de desolación y muerte que se extiende a mis pies. Pero la verdad, es que en este momento, la calma más profunda relaja mis músculos. Todo está ya hecho. La tranquilidad serena mi alma y mi conciencia no se hace preguntas. ¿Para qué sirve ahora cuestionarse algo?. Se ha consumado, todo se ha cumplido. Ya no hay vuelta atrás y la muerte y el dolor se ha extendido para siempre. Pensaréis, como yo, que para el muerto ya no hay más remedio ni caridad que el de no dejar que su cadáver sea consumido por las alimañas, enterrándolo, en un acto de piedad sin mucho sentido. ¿Cuántas vidas se han segado en una sola mañana?. El número no tiene importancia, como tampoco lo tienen los motivos que han llegado a desencadenar los acontecimientos.
Detrás mi podéis ver mi bandera, hecha jirones, pero aún firme en la lanza que se sirve de mástil clavada en este suelo extranjero y hostil. Creo haber cumplido con mi obligación y quedo firmemente convencido que lo he hecho bien.
¡Pero no me miréis así!. Tampoco soy tan cruel. También tengo familia y sé lo que es el miedo. ¡Claro que paso miedo! ¡Mucho miedo! un miedo horroroso a morir, un miedo que me hace ser como un animal acorralado, como una bestia salvaje y me transforma en el más despiadado de los hombres. Se trata de matar o de morir. Y, sinceramente, prefiero matar a dejarme morir. ¿Qué soy un asesino?. ¿A quién le importa?. ¿Qué reglas hay cuando lo que se juega es la vida?. Mi propia vida...
24/09/2007
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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2:27 p. m.
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No soy Neige, soy Miranda. Si os interesan las historias divertidas de verdad, pasaos por el blog. Abstenerse hombres sensibles.
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Hermanos: aspiren a los dones de Dios más excelentes. Voy a mostrarles el camino mejor de todos.
Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy más que bronce que resuena o platillos que aturden. Aunque tuviera el don de profecía, penetrara todos los misterios, poseyera toda la ciencia y mi fe fuera tan grande como para cambiar de sitio las montañas, si no tengo amor, nada soy. Aunque repartiera en limosnas todos mis bienes y aunque me dejara quemar vivo, si no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no es presumido ni se envanece; no es mal educado ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor; no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, soporta sin límites.
El amor no pasará jamás.
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Eldalosse
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Queridísima Alicia:
¡Qué bien hiciste al aconsejarme que no dejara de visitar la Tate Modern! La verdad es que hay cosas interesantes, alguna pintura, alguna escultura, arte muy conceptual. En su mayor parte lo vi de pasada, aunque ya te digo que alguna sala resulta muy atractiva. Y te preguntarás entonces, ¿a qué se debe esa euforia? Pues efectivamente, no se debe a la galería en sí, sino a que en ella he conocido a Elisabeth.
Ha sido una gilipollez, como lo son todos estos encuentros fortuitos. Resulta que hay unas escaleras mecánicas para subir y bajar a las distintas plantas. Al ir a subir a la quinta, casi me choco con ella, una chiquita de pelo muy negro corto, algo pálida de piel y ojos verde almendra. ¿Recuerdas a Helga, la alemana del este? Pues es muy parecida, pero Elisabeth es más guapa. Bueno, nos hemos cedido mutuamente el paso, y luego nos hemos separado, pero más tarde hemos coincidido en una de las salas. Ya sabes que los encuentros, en realidad, nunca son fortuitos, y menos si se vuelven a repetir. Así que me he acercado a ella, he sonreído de nuevo, y le he preguntado si era la primera vez que venía al Tate, porque yo andaba algo perdido. Le he debido hacer gracia, porque se ha ofrecido a darme unas vueltas por las distintas plantas que aún me faltaban por visitar y luego nos hemos tomado un té en la cafetería de la planta cuarta (por cierto, unas vistas asombrosas de la catedral de San Pablo). Hemos hablado de cine, música y libros, y por supuesto de sexo. Tanto hemos hablado de esto último que, prácticamente sin dejarme terminar mi segundo té, y después de hacer piececitos por debajo de la mesa, me ha cogido de la mano y me ha llevado a su casa. Su habitación te encantaría. Tiene una cama con un gran espejo en el techo y otro en la pared. Mientras la desnudaba podía ver mis manos recorriendo su espalda y su trasero, así que he aprovechado y le he dado la vuelta, he besado su cuello y, observándome en el espejo, he contemplado cómo mis manos desabotonaban su blusa, acariciando sus senos sobre la tela del sujetador, primero delicadamente y luego amasándolos descaradamente, y la cara de lujuria que ponía. Ha sido una pasada, esta chica no se corta un pelo. Cuando me la estaba chupando, tirado en la cama, podía ver su espalda desnuda y su pelo cayendo sobre mi verga. Y el vibrador entrando y saliendo de ella. La de juego que pueden dar un par de espejos, recuérdame que ponga alguno en casa :). No te cuento más porque lo reservo para cuando nos veamos. Bueno, te voy a contar algo más: tiene una bañera inmensa. No te preocupes, ya le he hablado de ti y está deseando conocerte, ya sea en Madrid o aquí en Londres, y así podremos probar esa bañera los tres juntos. Por supuesto, si te apetece primero podéis jugar todo el rato que queráis las dos solas, y así catas a Elisabeth en toda su esencia. Ya sabes que a mí no me importa mirar.
En resumen, que a partir de ahora voy a seguir al pie de la letra todos tus consejos turísticos, a ver si son tan productivos como éste.
Cuídate,
kikE
P.D.: sigo en época de celo. Debe ser algo coyuntural.
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didgewind
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8:36 p. m.
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Creo que este sitio está bien. Ya no aguanto más y eso que el puto médico le hizo la receta a mi padre. Hoy solo he visto en sus ojos decepción. Le quedaba la esperanza de que saliera.Le he pedido que me haga un buen ataud de pino cuando me muera. Pareció que al asentir estaba diciendo que era lo mejor que nos podía pasar a todos, no lo niego, les he hecho daño. Lo sé y lo siento.Puta goma, se ha soltado.Me acuerdo de "El koke", la primera vez que nos fumamos un porro. Me decía: "Venga tío, que no pasa nada". Pedazo de desgraciado, ahora está chupando pollas en la cárcel.Al menos yo no he acabado todavía entre rejas. Eso sí que mataría a mi padre.Esta mañana, cuando me encontré con él iba con mi hermana pequeña. Ya tiene 14 años. Está hecha una mujercita preciosa. Ni se me acercó; noté el miedo en sus ojos. Nunca debí amenazarlos de muerte. ¿En qué estaría yo pensando? Joder, solo quería un poco de dinero.Aquel primer porro, vaya colores más vivos que era capaz de ver. Ahora ya no veo mucho, ni siquiera con esta mierda, sólo quiero que desaparezca el puto dolor.Aquí está, esta vena...Joder lo que me ha costado encontrar la puta cuchara y el puto mechero.Puto pinchazo, me ha dolido más de lo normal.Como me arrepiento de no ser más... fuerte... Sí, más fuerte... Ummm!...
Qué sensación más extraña... No es lo mismo de siempre... Nunca me había sentido tan ligero. Joder estoy alucinando, estoy volando. No alcanzo a pillar la cucharilla, me veo como en un espejo, pero ahí abajo estoy dormido. Nunca me había sentido así antes. ¿Y esa luz? Eso es nuevo. Esto es nuevo..., sí, me arrastra. Nunca me había sentido tan libre. Por fin soy libre.
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Eldalosse
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7:59 p. m.
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Últimamente sólo veo tetas y culos. En el sentido literal. Se me irían los ojos continuamente detrás de las muchachas si mi raciocinio y mi cultura no ontrolaran a mis impulsos. Esas depresiones profundas bajo los senos en camisetas algo ajustadas, esas ondulaciones en las caderas, esas curvas que proliferan en campos de pieles tersas y apetitosas... El otro día casi tengo un accidente porque una moto paró delante mía, y de paquete llevaba a una muchachita con una camiseta corta que dejaba ver los hoyuelos de su espalda. ¡Ay, los hoyuelos de la espalda! ¡Cuantos versos atormentados, cuantas canciones apasionadas, cuantas palabras lujuriosas se habrán dicho teniendo en la cabeza esos hoyuelos de mujer, tan prohibidos, tan peligrosos, tan sensuales...! Ahora mismo me regodearía en la contemplación de esos hoyuelos, en la caída de una camiseta sobre un busto firme y redondeado, en el pequeño valle que forman la unión de la cadera de una mujer con su cintura...
Y ahora es cuando tendría que hablar del control de las emociones, y de cómo la cultura, el raciocinio y el autocontrol de los instintos es lo que distingue a (algunas) personas de (algunos) animales. Pero eso os lo dejo a vosotros. Mi mensaje hoy, mujeres de todo el mundo, es que en estos momentos soy un chico fácil. Hasta cierto punto.
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didgewind
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9:16 a. m.
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Me gusta tu aroma cuando no estás, pero prefiero tener tu presencia. En la soledad del alba, me despierto sin ti, entre una maraña de sábanas blancas. No me invade la tristeza porque tu recuerdo es suficiente para deshacer la angustia y el nudo en la garganta. Ahora me queda buscarte por los pasillos ocres de la mañana.
El sol ya se derrama a través de las vidrieras y camino buscando en cada sombra. Cada cuadro de la pared y cada escultura invitan a una reflexión. Pienso en las manos de los creadores, en el padre de cada obra, pienso en sus pensamientos y analizo a base de hipótesis infundadas sentimientos que un día quedaron plasmados para ser admirados. Sin embargo, en lo más profundo e interior, ¿quién asegura el verdadero significado de la realidad tangible?
Llego a la biblioteca y entro. La gran sala está vacía. Solo los libros en sus estantes descansan en su letargo calmado, tranquilo y paciente. Son miles. Paso mis ojos al azar por alguno de los lomos. Letras oscuras sobre fondo claro, letras claras sobre fondos oscuros, títulos dorados, plateados y grabados, holandesa piel, rústica, cartoné... formas y colores que no son nada comparados con la esencia que guarda. El olor inconfundible a papel viejo lo invade todo, lo llena todo y lo impregna todo. No tomo ninguno en mis manos. Prefiero imaginarlos desde la distancia de los estantes y hago juego de palabras mezclando los títulos de los unos con los otros, buscando la originalidad y la chispa de genio perdida.
Me asomo por la ventana que da al campo abierto. La mañana ha reventado en todo su esplendor. La luz llena todo. Al fondo las montañas, delante un valle verde por las primeras lluvias tímidas y árboles altos. Matices otoñales, colores ocres, marrones, verdes, grises fundiéndose en la claridad del día y en el azul de un cielo raso. Aire fresco que llena mis pulmones, y cierto olor a tierra mojada. Pronto el frío lo llenará todo y la nieve cubrirá cada rincón, pero de momento, la estampa guarda la esencia cálida del color.
Vuelvo al interior y sigo por los pasillos. Al fondo te veo. Menuda, desnuda, perfecta. Te acercas con pisadas felinas de tus descalzos pies sobre el frío mármol. Sonríes y tus labios me invitan a desayunar besos húmedos. Te tomo por cintura y te atraigo hacia mi. Siento tu piel y tus curvas, te abrazo y te aprieto. Fundo tu cara dulce en mi pecho, hundo mis dedos en tu pelo, aspiro cada gota de aroma que emana de tu cuerpo y suavemente, muerdo tu blanco cuello. Bebo el néctar del deseo, a sorbos pequeños, lleno mi boca de un sabor intenso y me dejo arrastrar hasta el infierno, para luego, en vertical vuelo, subir al cielo de tu universo.
(v.m.j.a.)
17/9/2007
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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10:40 a. m.
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Tenemos la mala costumbre de vender la piel del oso antes de cazarlo, costumbre por cierto muy de nuestra tierra. Hace apenas un par de horas, antes de la final de baloncesto, en todas las emisoras daban como favorita a España, sin ninguna duda. Es más, hubo un comentarista que dijo algo así como: "no digamos que somos tan buenos..." a lo que otro respondió rápidamente... "¡Es que lo somos!". Todo era casi un desprecio al contrario y un encumbrar lo nuestro. Siempre caemos en la misma piedra. Por entonces ya estaba sospechando lo que podía pasar (no soy gafe, pero veía venir que tanta euforia y tanta celebración anticipada no era buena). Tras el partido, mis temores se confirmaron. En fin, todos somos humanos y todos podemos tener un mal día. Eso es comprensible. Espero que la cura de humildad nos sirva y que de esto saquemos una lección para aplicar en todos los campos de nuestro día a día. Por cierto, desde siempre he oido que... "No hay enemigo pequeño" . Moraleja: Más respeto al prójimo y más humildad.
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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12:09 a. m.
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Excelente texto, sí señor! Ha dado en el clavo y no es políticamente correcto! UFS
"Pues porque las hacen pseudointelectuales para otros pseudointelectuales intolerantes que opinan que ver cine americano de acción es incultura. O inkultura, como se dice ahora.Es algo que me fastidia cantidad. Encontrarme al típico tío (o tía), que entre calada y calada se hace una paja mental sobre el último bodrio sexual que ha visto poniendo cara de asco si le cuentas que acabas de ver "La Jungla 4.0". Luego vienen los antipiratas que abogan por el canon y el cine español subvencionado y es entonces cuando yo, que gracias a Dios tengo cultura sin necesidad de pajearme el cerebro, me parto el pecho. Ahí andan los personajes que hace la Bebe y el Bolas, foll** en las pelis, eso sí, intelectualmente.Por fortuna son cuatro gatos los que ven esas mierdecillas y con suerte, ese tipo de cine rastrero, trasnochado con sabor a telediario y gran hermano se hunde definitivamente y surgen buenos artistas no politizados que nos alegren la vida en este valle de lágrimas."
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Eldalosse
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8:05 p. m.
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De pequeña me daba por pensar que si alguna vez me iba muy mal en la vida, siempre podría ir a un convento, llamar a la puerta y pedir que me acogieran. Quizá por oír siempre a mi tía decirle a mi prima que se metiera a monja y así no tendría nunca ningún problema.
De adolescente pensaba que si alguna vez no tuviera dinero para pagar ni el alquiler, podría cometer algún delito para que me encerraran una temporada en la cárcel a pensión completa.
Al final, me fue mal en la vida y no elegí ninguno de los micromundos anteriores para refugiarme. Pero elegí perfectamente mi refugio. Hace dos años me presente aquí, con la cara descompuesta, las ropas desgarradas, gritando que no soportaba más vivir en el desquiciado mundo que me rodeaba, que necesitaba paz, sinceridad, solidaridad, confianza, amor. Me ofrecieron una habitación “sólo estarás aquí unos días, hasta que te calmes”. Unos días hacen ahora 731. Vivo en el manicomio de Carabanchel y la gente es muy amable conmigo. Aquí no soy invisible como ahí fuera, donde nadie me sonreía nunca, donde nadie me necesitaba, donde nadie me quería. Ese mundo que durante 33 años me ha mostrado una vida cruel, triste, sin sentido; de locos.
Hoy una enfermera me ha dicho que con un poco de suerte saldré pronto pero yo no quiero salir. Hay fuera están todos más locos que aquí. Por lo visto la cosa no ha cambiado desde que lo abandoné: egoísmo, hipocresía, odio, falta de respeto, cerebros huecos, almas grises. Además allí fuera nadie me espera, no tengo nada que hacer. Aquí ayudo a las enfermeras, hablo con mis compañeros de las habitaciones contiguas durante horas, nos escapamos por las noches para fumar y comer lo que hemos ido robando durante el día. Los locos llaman a mi puerta buscando mi compañía y yo llamo a la de ellos cuando requiero de la suya. Hace poco me pusieron a trabajar en la biblioteca “A ver si así se recupera” dijeron los médicos. Y vaya si me he recuperado, tanto que no quiero salir de aquí.
Hace poco leí un microrrelato de Chuan Tzu: “Soñó que era una mariposa y al despertar no supo si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que estaba soñando ser un hombre”. Y yo no sé si soy una persona cuerda fingiendo estar loca o una loca fingiendo estar cuerda. Lo que sé es que soy más feliz aquí dentro, en el micromundo de los locos cuerdos, que ahí fuera, en el macromundo de los cuerdos locos.
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Lupa
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1:17 a. m.
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Se están portando bien. No puedo decir lo contrario. Me han ofrecido para cenar lo que quiera. Por un momento se me ha pasado por la cabeza pedir tallarines a la boloñesa, mi comida favorita. Un gran plato de jugosos tallarines, con su tomate y su abundante carne, regado todo ello por un vino tinto suave. Inmediatamente viene a la cabeza la figura de mi madre, su sonrisa bondadosa, su cariño... y no puedo soportarlo. En esos momentos lo que menos quiero en mi mente y en mi corazón es el recuerdo de los míos, y menos, mucho menos de mis padres. Quiero que esas horas previas al desenlace sean aséptica, sin recuerdos, sin historia y por supuesto sin los fantasmas del pasado que en las últimas semanas no me han dejado dormir.
Finalmente pido un par de yogures. Me insisten amablemente en que solicite cualquier cosa que me apetezca, pero en estos momentos ya no deseo nada. Mi hambre y mis ganas de seguir viviendo se evaporan entonces en el mismo instante. Suplico, con toda la educación que puedo, que respeten mi decisión, y así lo hacen. Me traen dos yogures y apenas llevo a mis labios un par de cucharadas, grandes arcadas me sobrevienen. Tengo que correr al váter, y allí vacío lo poco que queda en mi estómago. Mi boca se llena de amargos jugos, como las amargas horas que me tocan vivir. Las náuseas no cesan y el dolor de estómago se hace tan intenso que me doblo sobre mi. Entran para ayudarme. Intentan ponerme en pie, pero me siento mareado, muy mareado. La paradoja de la preocupación por mi estado de salud, me hacen reír, en mi mente, porque mi cuerpo está lo suficiente maltrecho ahora como para no demostrar ni la más irónica y escondida de las muecas.
Me tumban sobre la cama. La cabeza me sigue dando vueltas y me ofrecen un calmante ("para que pases bien la noche"). Es curioso el grado de humanidad que despierta un hecho tan inhumano como quitar una vida. Rechazo las pastillas, prefiero pasar esta noche, al menos, consciente.
No soy inocente, y nunca he sollozado suplicando perdón como lo he visto hacer a tantos otros criminales. Tengo aún dos dedos de frente para saber que solo soy merecedor de mi propia suerte, pero ahora, en este último momento, reconozco un miedo atroz. Pienso en la no existencia que me espera, en el momento de la muerte y cómo, superada la barrera de la vida, se disiparán para siempre las preocupaciones, los problemas, el dolor y la propia maldad. En realidad, creo que no debo preocuparme por nada, y sin embargo, ahora vienen a mi memoria de nuevo mis seres queridos. Los imagino fuera, en la intemperie, aguantando la lluvia de las últimas horas, mojados y muertos de frío, agarrados a una imposible esperanza. Pienso ahora que la condena no ha sido para mi sino para ellos. Mi daño, el dolor que he desatado no lo estoy pagando yo realmente. Son ellos los que arrastran su pena, son ellos los que han destrozado su vida, son ellos, los que en realidad, están pagando con su sufrimiento todo mi mal. En ese mismo instante, deja de tener sentido mi condena. ¿A quién se castiga?. ¿a mi?. Mañana a estas horas no sentiré nada absolutamente, no seré nada, no sufriré... Pero los que quedan, los que me sobrevivan y aún guarden en su corazón un trozo de mi recuerdo, seguirán llorando cuando el sol se ponga de nuevo.
* * * * * * * *
El amanecer llega lentamente, tras una noche larga, muy larga, en la que no he pegado ojo. Me he arrepentido de no haber tomado los tranquilizantes. Hubiera sido todo más rápido. Esta vigilia eterna no ha servido más que para hacer que mi sufrimiento se haga más profundo y agudo.
Recibo con agrado la visita de un sacerdote. Hace años que olvidé las oraciones que me enseñaron mis padres, pero guardo aun el respeto suficiente a ese viejo Dios, como para permitir a mi lado a uno de sus emisarios en esta podrida Tierra. Charlo con él abiertamente y comparto mis reflexiones. Se limita a escucharme. Ya nada tengo que ocultar y muestro mi alma desnuda y transparente, descargando el peso de mi culpa en las palabras, pero no la angustia que me ahoga. Ahora sí me lamento, y llego a sollozar y me acuerdo de otros compañeros que pasaron por este mismo trance, ahora mi arrogancia se ha desvanecido y soy más humano y vulnerable que nunca: "Voy a morir y sólo tengo treinta años". "Voy a morir por algo que hice hace más de ocho años". "¿Esto es una condena o una venganza atroz?". "¿Se puede rectificar un daño haciendo aún más daño?". "¿Se puede compensar a una familia rota destrozando a otra familia inocente?". "¿De qué sirven estas preguntas, para alguien que va a morir en menos de media hora?". Mis ojos están llenos de lágrimas. El sacerdote se limita a poner su mano sobre mi hombro, en un gesto que intenta animarme y transmitirme resignación y consuelo. Pero ahora estoy desesperado. Le oigo murmurar una oración. Me bendice y se marcha. Me quedo solo un instante que me parece un mundo. Todo está ralentizado diabólicamente. Todo es tan lento.
No aguanto la soledad en este momento de angustia espantosa y de dolor sin límite. Tanto es así, que casi agradezco la presencia de la visita que recibo. Es la muerte encarnada en tres funcionarios que me van a acompañar a dar el último paseo de mi vida. No son los que siempre han estado trabajando con nosotros y apenas los conozco de vista. Supongo que evitan en estos momentos cualquier vinculación emocional. Me parece muy oportuna la medida. De esta forma es todo mucho más diáfano y ningún sentimiento se puede interponer en el inevitable camino a seguir.
Me pongo en pie y me dirijo por el pasillo hasta la estancia maldita donde me espera el final. Las piernas me tiemblan y apenas puedo caminar con firmeza. Dos de los vigilantes, comprensivos, me llevan casi en volandas por los brazos. Saben por lo que estoy pasando, o al menos lo intuyen, y me ayudan a dirigirme al patíbulo.
Ha sido todo muy rápido. Lo lento de las horas precedentes ha desembocado en una ráfagas de pequeños hechos que me llevan ahora a estar tumbado con los brazos extendidos y atados con unas correas de cuero y una aguja clavada en mis venas. Ya no siento nada. Ni arrepentimiento, ni pena por los que atrás dejo. Absolutamente nada.
Oigo la orden y veo como el líquido pasa a través del catéter encharcando mis venas. Me entra un sueño terrible. Me pesan los párpados. Sé que no despertaré y sé que con mi muerte, no se remediará nada, absolutamente nada.
(v.m.j.a.) 10/sep 2007
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Victor Manuel Jiménez Andrada
a las
9:25 a. m.
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La noche que me lié con Anne habíamos ido a bailar salsa a un garito de Huertas. A mí ella me gustaba desde el principio, pero cuando me dijo que tenía novio me relajé y me dediqué a disfrutar de su compañía los dos meses que pasó en Madrid. Pero esa noche, ya en sus últimos días por aquí, me di cuenta de que podía haber algo; no recuerdo muy bien si fue bailando, quizás percibí algo de forma inconsciente, lo que sí recuerdo bien es que al dejar el bar cogí su mano con la excusa de abrirnos paso entre la gente; ella presionó algo más de lo normal, y ahí sí que me dije, vaya; llevamos a Xosé a casa, nos besamos y nos fuimos a la mía.
Lo interesante es que la noche anterior también fuimos a bailar salsa al mismo club, y también acabamos tres personas en mi coche. La diferencia es que, en vez de Xosé, estaba Yolanda. Cuando hablamos de a quién dejaba primero, Yolanda insistíó en la dejara primero a ella y luego llevara a casa a Anne; yo no entendía por qué, ya que a mí me venía mejor el orden inverso y tirar después directamente a casa, que es lo que al final hicimos. Pues bien, al pasar el tiempo y hablando del tema Anne me comentó que esa noche en concreto, mientras Yolanda y yo discutíamos a quién dejar primero, ella pensaba: 'que deje a Yolanda primero, que deje a Yolanda primero'; y con la retrospectiva que da el tiepo y lo que sucedió a posteriori, he pensado que quizás Yolanda percibió el deseo de Anne, o la atracción que existía entre ambos, y estaba intentando echarnos una mano.
Yo por supuesto no me di cuenta de nada, y he recordado esta situación porque recientemente una amiga pronunció la frase que da título a este post: Los tíos sois muy estúpidos, nunca os dais cuenta de nada. El sexto sentido femenino, o como queráis llamarlo.
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didgewind
a las
12:27 p. m.
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No la he vuelto a ver en el espejo
se ha difuminado lentamente
se ha difuminado ciertamente
lejos, muy lejos...
Hubo un tiempo en que siempre estaba enfrente
cuando la vida era gris
cuando la vida era así
de diferente, tan diferente...
Quizás eche de menos su forma de mirar
profundamente herida
profundamente decidida
a cambiar, cambiar...
para permitir que me reconozca.
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Eldalosse
a las
11:24 p. m.
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- Qué paz tan grande se respira ahora. Después de la lluvia, todo ha quedado tan tranquilo, tan pausado, tan limpio y tan sereno. Me encanta el ambiente que queda. ¿Sabes José?.
- A mi también. Este olor a tierra mojada... tan fresco. He dejado las ventanas abiertas, para que el bochorno se marche y entre este aire tan rico que ha quedado. Luego, un poco más tarde, saldré a la calle.
- Llévate algo de manga, que en este tiempo, se pasa del airecito al frío en un momento.
- No te preocupes que eso haré.
- Esta tormenta me ha librado de regar hoy en el patio, pero tengo que salir a limpiar todas las hojas que han volado, no sea que se atasque el sumidero y nos llegue el agua hasta aquí.
- No exageres mujer, que no es para tanto, en fin, tu haz lo que quieras.
- Sí, porque si no tuviera yo cuidado del patio, estaría totalmente salvaje.
- Tu fuiste la que te empeñaste en tantas plantas y flores, ya te dije que darían mucho trabajo.
- Bueno, pero así también me entretengo.
- Entonces no te quejes que sarna con gusto no pica. Ahora salimos los dos y en un momento lo limpiamos.
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- Ves como no es para tanto. Cuatro hojillas por aquí tiradas y poco más. Ten cuidado no vayas a resbalar que la piedra está muy mojada.
- No resbalo, por la cuenta que me trae.
- Bueno, bueno, luego no digas que no te he advertido. Es que esas zapatillas de andar por casa no son para salir al patio y menos después de la lluvia.
- Pues son muy cómodas y no creas, que la suela de goma no resbala nada. Además, como tengo los pies últimamente, no me puedo poner otra cosa. Anda, vete a dar el paseo antes que se haga más tarde, ya recojo yo estas cosas.
- Vale, me marcho entonces, que luego se va el poco sol que ha quedado y hay que salir pitando.
- No te olvides de llevarte una chaqueta.
- Que no me olvido, mujer. Hasta luego.
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- Qué rica está la sopa de ajo. Hoy con la tormenta, el fresquito y tu que has hecho esta sopita, que además se apetece, bien parece que el verano se ha acabado.
- Es que estamos a tres de septiembre, y después de este agosto tan poco veraniego que hemos tenido, el otoño se ha adelantado. ¿Se nota que la gente ha terminado ya las vacaciones?
- Pues sí. He subido hasta el centro y la verdad es que se nota el movimiento de coches, las prisas. Ah y los estudiantes, que ya están aquí para los exámenes de septiembre. Hay universitarios por todos lados.
- Bueno, estas son las cosas que dan vida a la ciudad, que se pasa el verano medio muerta.
- En eso mujer, tienes razón. Por cierto, ¿qué ponen hoy en la tele?
- Pues basura, como siempre. ¿No lo has visto en el periódico?, entre reposiciones de series pasadas de moda, concursos horteras y películas baratas, no hay nada de nada. Y luego están los anuncios, vamos, que ponen quince minutos de película y veinticinco de publicidad.
- ¡Es lo que más asco me da! No se puede ver nada decente. Bueno siempre nos queda ver algo que tengamos grabado.
- Hoy, no tengo yo muchas ganas de ver nada en la tele.
- Pues mejor, así nos acostamos tempranito, que esta noche, seguro que hace fresquito y vamos a dormir muy bien.
************************
- Hasta mañana amor.
- Hasta mañana cielo.
3 / septiembre / 2007
v.m.j.a.
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Victor Manuel Jiménez Andrada
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11:29 a. m.
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